Narrativas

periferias 3 | experiencias alternativas

ilustración: Juliana Barbosa

Humanizando al otro

Combatiendo el estigma en contexto de conflicto histórico

Anam Zakaria

| PAKISTÁN | INDIA |

traducido por Catalina Estrada

"Ahora sé que no todos los pakistaníes son asesinos. No quieren matarme. También puedo pensar en visitar Pakistán". Esto lo dijo una alumna de 7° grado después de una charla por Skype entre su escuela y yo. El diálogo de una hora que tuvimos la hizo cambiar su opinión sobre mi país. Me pregunto qué habría pasado si no hubiésemos hablado, ¿alguna vez hubiera tenido la oportunidad de conocer a un pakistaní o conversar con él? ¿Seguiríamos siendo asesinos en su cabeza? Del otro lado de la frontera en Pakistán, cuando le entregué a una alumna de 6° grado una postal de un alumno indio —como parte de un programa de intercambio que estaba realizando para una ONG local, The Citizens Archive of Pakistan— se puso a llorar. Cuando le pregunté qué le pasaba, dijo que al mirar la postal, que mostraba un dios hindú, sus ojos habían pecado. Le habían dicho que todos los hindúes se quemaban en el infierno. Tenía terror de haberse convertido en uno de "ellos" por mirar la fotografía de un dios y que ahora ella también estuviera destinada a arder en el infierno.

Durante los últimos nueve años, he trabajado con chicos en la India y Pakistán para comprender las percepciones que tienen unos de los otros y para construir un diálogo entre ellos. Aunque encontré muchos alumnos comunicativos, dispuestos y con ganas de interactuar con los del otro lado de la frontera, hubo otros que mostraron resistencia o rechazo absoluto de hablar con sus colegas del otro lado. En Pakistán, los alumnos me cuentan que les dijeron que los indios e hindúes —términos que usan como sinónimos— mataron a sus ancestros en la partición. Dicen que no quieren saber nada con ellos. En la India los alumnos dicen que los pakistaníes son terroristas y, al fin y al cabo, ¿quién quiere relacionarse con un terrorista? Lo más irónico es que la mayoría de los indios y pakistaníes llegaron a esta conclusión sin siquiera conocer al "otro". Una encuesta de Gallup Pakistan revela que el 76% de los pakistaníes nunca conoció a un indio. Las restricciones de visados y las fronteras hostiles llevan a que la mayoría de los indios no pueda —y muchos no quieran— cruzar al otro lado.Sin embargo, esto no quiere decir que el "otro", es decir, el del otro lado de la frontera, desaparece para las personas de la India y Pakistán. Al contrario, el "otro", ya sea hindú, sij o musulmán, indio o pakistaní, vive en nuestros libros, en los debates de nuestra televisión, en nuestros relatos orales, en nuestro discurso público y en nuestro imaginario colectivo. De hecho, hoy en día la India y Pakistán tienden a definirse a sí mismos en oposición al otro de muchas formas. En el entendimiento popular, la India es todo lo que Pakistán no es: "progresista", económicamente fuerte y políticamente estable; mientras Pakistán es todo lo que la India no es: musulmán y puro (la traducción literal de la palabra "Pak" es pureza) como oposición a los "kafirs" o "no creyentes" del otro lado de la frontera. El patriotismo adquirió nuevos significados, que se manifiestan en la hostilidad y demonización del "otro". Desde la partición de 1947, los dos países se enfrentaron en tres guerras y varias veces estuvieron al borde de otras.


 

En la década de los cuarenta, mientras comenzaba un lento proceso de descolonización en el mundo, la India, como muchos estados colonizados, tuvo que abordar cuestiones sobre gobernanza y política. Uno de los temas más críticos era la relación y el equilibrio de poder que la mayoría hindú y la minoría musulmana iban a compartir en la India "libre", después de casi 200 años de gobierno británico. Los musulmanes, que ya enfrentaban privaciones económicas y marginalización, estaban preocupados por el trato que iban a recibir luego de la salida de los británicos. Mientras Mohammad Ali Jinnah, el padre fundador de Pakistán, y su partido político, la Liga Musulmana, hacían campaña por justicia para minorías y por la emancipación de musulmanes antes de la división de la India, la lucha por derechos se manifestaría en la demanda de un país independiente, Pakistán. Historiadores y analistas llevan tiempo debatiendo si Jinnah realmente quería una nación independiente o si estaba utilizando la demanda de Pakistán como una táctica de presión para garantizar los derechos de los musulmanes antes de la división de la India. Sin embargo, como parte de este movimiento, él sostenía que los musulmanes del subcontinente eran una nación separada, que pertenecía a una civilización diferente a la de los hindúes. Según la ilustre historiadora pakistaní Ayesha Jalal, al usar la "teoría de las dos naciones", Jinnah esperaba que la Liga Musulmana obtuviera una distribución equitativa de poder en el centro. Así como la historia lo demostraría, los derechos que Jinnah demandaba para los musulmanes no fueron garantizados y se anunció la partición, que fue ejecutada apresuradamente por los británicos.

A la fecha, el comunalismo ha penetrado de forma considerable en la India. A pesar de coexistir durante cientos de años, había fallas entre las comunidades y fueron exacerbadas y explotadas bajo la famosa política británica de "divide y vencerás". En una tierra donde las identidades religiosas podían fluir, los británicos impusieron rígidas categorías en que clasificaron musulmanes, hindúes, sijes y otras religiones minoritarias en binarios nítidos e ignoraron que muchas de sus prácticas coincidían. Estas identidades político-religiosas se cristalizaron aún más en la partición, cuando la violencia interreligiosa mató entre 200.000 y 2 millones de personas y dejó otras 14 millones desplazadas. Relatos horrorosos de masacres, saqueos y violaciones mancharon de sangre las ciudades y pueblos mientras los británicos trazaban líneas para dividir las provincias de Panyab y Bengala en dos.

Un hombre, que tenía tan solo 5 años en la partición, me contó que, aunque hayan pasado décadas, no puede sacarse las imágenes de esos tiempos de la cabeza. "Aún hoy, cada vez que pienso en los cadáveres mutilados de esos hombres, mujeres y niños, me descompongo"1Abhi bhi mein un kuti hoey aurton, mardon, bachon ke baray mein sochta hoon tou meri ajeeb halat ho jati hai. . Su esposa relató cómo mataron a siete hombres de su familia durante la partición. Mientras tanto, las mujeres se tiraban a los pozos para salvar su "honor": era preferible y más "honorable" morir que ser secuestrada o violada en manos de hombres de la "otra" comunidad. Infinitos relatos así —de trenes repletos de cadáveres mutilados, de vecinos atacando vecinos por la noche, de casas incendiadas y saqueos generalizados, de violencia sexual y asesinatos— están grabados en la memoria de millones de sobrevivientes de la partición de ambos lados

Con estos relatos tan violentos profundamente arraigados en el imaginario colectivo de la generación de la partición, para muchos de ellos ha sido difícil "salir adelante" y dejar atrás la hostilidad hacia el "otro". Mi propia abuela se horrorizó cuando le dije que quería visitar la India. "Allí solo hay serpientes", me advirtió. Tenía 22 años cuando fue la partición e hizo trabajo voluntario en el mayor campamento de refugiados de Lahore en Walton. Durante mi infancia me contaba de los trenes llenos de sangre que llegaban, de las pésimas condiciones de los refugiados, de la cantidad de cadáveres de voluntarios como ella que ayudó a enterrar. La idea de que su nieta visitara el país "enemigo" era muy inquietante. Ahora que Pakistán y la India están a punto de perder la generación de la partición, activistas por la paz bien intencionados de ambos lados proponen que, cuanto más nos alejemos de la partición, más fácil será para los jóvenes de los dos países "olvidar" la matanza y fomentar nuevas relaciones entre ellos. Después de todo, ellos no sufrieron como sus abuelos.

Dependiendo de las historias familiares personales, clases sociales, exposición a los "otros" en terceros países y otras dinámicas particulares, muchos indios y pakistaníes pueden y, de hecho, han logrado superar la desconfianza y establecer relaciones. Mi propia interacción con indios en Canadá, cuando tenía 20 años, fue transformadora y me ayudó a deconstruir la imagen de "enemigo" y humanizar a los indios que me habían enseñado a odiar. Sin embargo, para otros indios y pakistaníes, la distancia cada vez mayor de la partición solo se transformó en aumento de hostilidad. Eso se debe a que, al contrario del entendimiento popular, la partición no es un evento estático del que uno puede "salir adelante". Muy por el contrario, 72 años después de la división de la India subcontinental y del nacimiento de Pakistán, la partición continúa existiendo e informando la política de la India y Pakistán, los debates de los medios de comunicación, el nacionalismo, las relaciones exteriores y la formación de identidad.

Los libros de texto pakistaníes están plagados de sentimientos anti-India y antihindúes, manteniendo viva la división y utilizando la "teoría de las dos naciones" para imponer las tendencias ideológicas de las futuras generaciones. Frases como "Los hindúes nunca podrán ser verdaderos amigos de los musulmanes", "Los hindúes comenzaron el genocidio de musulmanes" y "Los hindúes perjudicaron a los musulmanes de todas las formas posibles" se encuentran fácilmente en libros de texto aprobados por el estado de Pakistán. El académico pakistaní Tariq Rahman escribió que "Los libros de texto pakistaníes no pueden mencionar a los hindúes sin llamarlos maliciosos, conspiradores, falsos o algo igualmente ofensivo".2National Commission for Justice and Peace (NCJP). Education Vs Fanatic Literacy. (Sanjh Publications, March 2013), p.7. Al mismo tiempo, en la India, la imagen de los musulmanes como "salvajes" o "bárbaros" se está popularizando a través de Bollywood y del discurso masivo. A pesar de que los libros de texto indios fueron modificados a lo largo de los años para eliminar el sentimiento de odio manifiesto, algunos analistas como Krishna Kumar sostienen que la partición generalmente está retratada como un evento en un vacío, donde los musulmanes son los que rompen una parte integral de la India sin ninguna explicación holística de por qué surgió el movimiento pakistaní. Con las revisiones más recientes de los libros de texto bajo el gobierno de turno del BJP, se teme que se infunda el hipernacionalismo en manuales escolares, glorificando a la comunidad hindú. Los libros de texto revisados ya han sido acusados de reforzar la "visión del mundo hindú" y de borrar las "identidades minoritarias".

Los libros de texto no son la única fuente de aprendizaje de los estudiantes, los discursos hostiles del Estado y la "otroización" perpetuados mediante estos libros tienen un impacto duradero en un entorno donde el contacto entre personas sigue siendo limitado. Los debates jingoístas de presentadores de noticias de la televisión nacional echan más leña al fuego. Como la mayoría de los chicos nunca se cruzó con un pakistaní o un indio en sus respectivos países, los libros y las palabras tienen el poder de convertirse en verdad indiscutible. Tal vez por eso no me sorprende que, en mis visitas a la India, los alumnos me hayan preguntado si era amiga de Hafiz Saeed, cuyo grupo fue acusado de ataques terroristas en suelo indio. Tal vez por eso no me sorprende que, en una visita a Bombay, un niño de no más de 6 años salió corriendo cuando supo que era de Pakistán. Cuando le pregunté qué había pasado, me confesó que tenía miedo de Ajmal Kasab, uno de los pakistaníes responsabilizados por el ataque a Bombay de 2008 en el que murieron más de 160 personas. Hasta para un niño tan pequeño, pakistaní significaba fundamentalista, terrorista. Así es como él ve a los pakistaníes representados en los medios de comunicación. Así es como se los imagina. En Pakistán, un alumno con el que estaba trabajando me dijo que había leído en el manual escolar de 5° grado que los sijes sacrificaban a los niños, cortándolos en pedacitos. Cuando cruzó la frontera conmigo en un proyecto de intercambio, me dijo que estaba aterrado pensando que los sijes lo estaban esperando con dagas en la mano. Tuvo una sensación de alivio cuando los vio allí parados con guirnaldas y dulces.


 

Cuando tenía 25 años volví a lo de mi abuela y le dije: "Me has contado tantas anécdotas sobre la matanza de la partición, sobre las condiciones de los refugiados, sobre los cuerpos que ayudaste a enterrar. Pero también has vivido en una zona dominada por los hindúes de Lahore antes de la partición y has ido a la escuela. ¿No tienes ningún amigo hindú o sij? ¿Cómo puede ser que nunca hayas hablado de ellos?". Sorprendentemente, mi pregunta desató una conversación y reveló información que muchos de mi familia no conocían. Fue la primera vez en mis 25 años de vida que escuchaba hablar de las amigas hindúes de mi abuela, Rajeshwari y Uma. Me contó que la visitaron hace algún tiempo, varias décadas después de la partición. Le trajeron un sari indio y ella las retribuyó regalándoles ropas tradicionales pakistaníes. Luego me enteré de que el amigo sij de su padre tenía el sobrenombre de su hermana menor y que su otra hermana fue rescatada por un sij en medio de la violencia de la partición. Estas anécdotas se saltearon la generación de mi madre. Me pregunto qué habría sucedido si yo tampoco las hubiera conocido. También me pregunto cuántos otros sobrevivientes de la partición tendrían ese tipo de anécdotas y cuentos bien guardados en su corazón y se los llevarían a su tumba en silencio.

Comencé a entender que la partición debe mirarse dentro de un espectro donde relatos de matanza y harmonía generalmente coexistían. Los Estado nación se centraban en historias selectivas, con énfasis en cómo la "otra" comunidad había perpetrado toda la violencia. Por ejemplo, en Pakistán solo se escucha hablar de la violencia de los hindúes y sijes contra musulmanes. Sin embargo, para los sobrevivientes de la partición la realidad era mucho más complicada y llena de contradicciones, como suele ser la verdad. Mientras miembros de una comunidad mataban personas, muchas veces otros miembros de esa misma comunidad eran los que iban a rescatarlos. Mientras los musulmanes eran tratados como intocables en algunas familias hindúes, en otras, los festejos religiosos hindúes no estaban completos sin la participación de sus vecinos y amigos musulmanes, y viceversa. Los matices que fueron borrados en los discursos sostenidos por el Estado encontraron su lugar en el archivo de las memorias personales. En los últimos años, ciudadanos de la India y Pakistán comenzaron varias iniciativas para registrar las memorias de los sobrevivientes de la partición. El archivo de ciudadanos de Pakistán, el Archivo de la partición de 1947 y el Museo de la partición son algunas de las iniciativas. En un entorno cada vez más hostil, estos relatos orales pueden proporcionar un importante camino para humanizar al "otro". Esto es particularmente cierto porque, a pesar de la violencia que vivieron y del rencor que guardan, los sobrevivientes de la partición también recuerdan los tiempos cuando el "otro" no era realmente el "otro", sino una parte integrante de la sociedad.

Como declaró el psicólogo político indio, AshisNandy, quien realizó profundas investigaciones sobre la partición, "aquellos que realmente enfrentaron la violencia, los que son víctimas directas, la primera generación de víctimas, los que fueron sujetos de violencia, los que la vieron de cerca, mayormente fueron los que tenían menos prejuicios y menos rencor sobre su experiencia que sus propios hijos y nietos porque vivieron en comunidades donde el otro lado era la mayoría... vivieron con ellos y tienen recuerdos afectuosos de esa experiencia. Muchos dijeron que esos fueron los mejores momentos de su vida, mientras que los hijos tienen una visión cerrada de esa época violenta y cómo su familia sobrevivió... por eso guardan más rencor, más hostilidad".

Las anécdotas familiares y los relatos orales pueden ser transformadores. Una mujer con la que interactué en Lahore, que nació unos años después de la partición, me contó que nunca quiso visitar la India ni dejar a sus hijos cruzar la frontera. Su padre perdió muchos familiares durante la partición en Kapurthala, actual India. Cuando se imaginaba ese país, solo podía pensar en la matanza de sus antecesores. Se negó a darle permiso a su hijo para ir a la India como parte de un programa de intercambio, por miedo a que nunca regresara si cruzaba la frontera y que encontrara el mismo destino que sus familiares. Sin embargo, fue su propio padre, quien había sufrido y sobrevivido a la matanza, el que insistió que su nieto viajara al otro lado. "Está yendo a mi casa, no le pasará nada", dijo. El joven que cruzó la frontera e interactuó con indios me dijo que esa visita le cambió su cabeza completamente. "Ahora sé que los indios son como nosotros. Le digo a todo el mundo que tiene que ir, que la India no es nada de los nos imaginamos". No hay monstruos al acecho del otro lado, ni dagas, ni asesinos.

Lamentablemente, este tipo de intercambio es limitado. Aunque poco a poco se van ablandando las restricciones de visado y el gobierno de la India y de Pakistán dicen que están abiertos al contacto entre las personas, con tantos temas espinosos entre ellos, estas condiciones pueden echarse a perder en cualquier momento. Recientemente, los dos países tuvieron un desacuerdo sobre el asesinato de 44 policías de la Fuerza de Policía de la Reserva Central de la India, en el que la India alegó que Pakistán era responsable de las muertes. Rápidamente se desató un ataque aéreo y un ambiente de guerra entre las potencias nucleares. Aunque la tensión disminuyó, este tipo de hostilidades entre los dos países no son nuevas, de modo que los viajes y el contacto entre personas se ven interrumpidos de forma cíclica. Sin embargo, una forma de interacción se ha podido mantener hasta ahora: el uso de tecnología.

Hace algunos años que estoy usando Skype para conectar alumnos de escuelas de la India y de Pakistán. Los alumnos reacios a participar en la actividad son incentivados a investigar sobre el país y hacer preguntas informativas para que puedan conocer sobre el "otro" a través del "otro". Este intercambio por Skype es un instrumento fundamental para hacer posible el "encuentro" virtual entre indios y pakistaníes. Para muchos, esta es la primera interacción y están repletos de preguntas para personas que siempre imaginaron, pero que rara vez tuvieron la oportunidad de hablar. Las conversaciones varían desde discutir estereotipos de cada uno a temas normales como deporte, programas de TV y comida favorita. Luego de un intercambio por Skype reciente, una alumna que al principio se había negado a participar en la conversación por lo que había leído sobre los indios en los libros de texto, me dijo "¡Son como nosotros! Les gusta la misma comida que a mí. ¿Cuándo vamos a hablar con ellos de nuevo?".

Es cierto que no hay una forma rápida de arreglar los conflictos históricos y que esta conexión no necesariamente quiere decir paz o amor por el "otro", pero sí humaniza a aquellos que imaginamos como nuestros enemigos. En los últimos nueve años, he visto muchísimos chicos acercarse a través de intercambios físicos o virtuales y, aunque el impacto varía, ninguno termina la actividad sin un cambio sutil en su percepción del "otro". Según el estudio de Gallup Pakistan, el 73% de los pakistaníes declaró que su perspectiva sobre los indios cambió positivamente después de conocerlos. Aunque se dice que la India y Pakistán comparten una de las fronteras más peligrosas del mundo, este contacto entre personas trasciende las líneas divisorias para fomentar que la futura generación sea más tolerante. Esta generación tal vez sea la única esperanza para mantener la frágil paz en la región de las armas nucleares.


 

Anam Zakaria | Pakistan |

Anam Zakaria es la autora de The Footprints of Partition: Narratives of Four Generations of Pakistanis and Indians (HarperCollins Publishers 2015) y Between the Great Divide: A Journey into Pakistan-administered Kashmir (HarperCollins Publishers 2018)

anamzakaria@gmail.com

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