literatura

periferias 9 | Justicia y derechos en migraciones Sur-Sur

Hombres del Sur

Zukiswa Wanner

| África do Sul |

octubre de 2023

traducido por Ana Rivas

extracto traducido de Men of the South
(Kwela books, 2010)

*

Lo siento mi hermano. Sé que debía tener una revisión salarial cada seis meses como lo establece el contrato que firmó con nosotros. Entonces, su trabajo ha sido excepcional, pero la organización no está en condiciones de darle un aumento en este momento, nuestro presupuesto simplemente no lo permite dijo el Secretario General de AfriAID, James Congwayo, dándome la misma respuesta que recibí de su predecesor Livingstone Stanley. Era Gerente Regional de AfriAID para la región de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (o Southern African Development Community, SADC, por su sigla en inglés). La única persona en la organización desde que Mzi se fue, que tenía en su Rolodex varios ministros poderosos de la SADC, parlamentarios influyentes, conocía a los líderes de las organizaciones nacionales regionales con las que trabajábamos por su nombre de pila y, una vez más, me dijeron que no podían darme un aumento. 

Quería insultarlos, pero no podía. Esto ya no me servía más. Había hecho todo lo correcto que esas revistas empoderadoras masculinas decían que uno tenía que hacer antes de pedir un aumento. Solicité con mucha anticipación una reunión para una revisión salarial destacando las principales cosas que quería. Me cercioré de que el correo electrónico solicitando una reunión (y la reunión en sí) fueran un viernes (según dicen los jefes están más relajados y, por lo tanto, se sienten más generosos). Sin embargo, aquí me estaban diciendo que la organización no tenía dinero para darme un aumento. Yo, con mi vasto conocimiento de las relaciones regionales. ¿Y, sin embargo, el salario mensual del Secretario General era lo suficientemente alto como para financiar algunas guerras en la región? Ya estaba harto.

¿Quizás podría transferir mi permiso de trabajo y buscar empleo en otro lugar? Había muchas organizaciones dispuestas a pagar un mejor salario a alguien con mi experiencia. Un amigo me había comentado sobre una oportunidad de trabajo en el sector corporativo cerca de allí y él mismo podía conectarme. Se trataba de un cargo como Director de Diversidad o algo así. Tenía que ver con hacer un trabajo políticamente correcto en el mundo corporativo, el horario de trabajo era más tranquilo con un salario mucho mayor e incentivos. Lo intenté: 

—¿Tal vez me permitiría transferir mi permiso de trabajo y buscar trabajo en otro lugar? —dije tentativamente. Congwayo me miró fijamente con sus ojos azules directamente en mi alma. Sí, dije ojos azules. Su propia mirada era lo suficientemente dura, pero agrega los ojos azules en la tez oscura mientras te miraba y no puedes evitar sentir que has cometido un grave error. 

Por alguna extraña razón, desde que se casó con una mujer afrikáner hace unos meses, había comenzado a usar lentes de contacto azules. También había comenzado a despotricar contra el sistema y cómo los blancos explotaban a nuestra gente, lo cual era bastante significativo viniendo de él si conocieras su historia. Congwayo era uno de esos sudafricanos con una maravillosa capacidad de reinvención. Un ex miembro de la policía de seguridad, según el Gerente de Recursos Humanos y mi colega Maki, cuando los vientos de cambio comenzaban a soplar hacia Sudáfrica, mucho después del discurso de Harold MacMillan pero antes de que Mandela se convirtiera en presidente, Congwayo se alineó bien. Comenzó a pasar informaciones sobre sus colegas a la policía de seguridad del Frente Democrático Unido (o The United Democratic Front, UDF, por su sigla en inglés), congraciándose como si tuviera una conversión similar a la de Saulo en la Biblia. El liderazgo de la UDF lo aceptó como informante del lado contrario, pero había quienes todavía miraban a Congwayo con recelo. Aparentemente, hasta el día de hoy, hay ciertos barrios en Soweto en los cuales no puede entrar sin ser agredido por haber participado en las muertes y desapariciones de muchos locales. 

Congwayo finalmente fue despedido de la policía de seguridad, se convirtió en un vocero de la Convención por una Sudáfrica Democrática (o Convention for a Democratic South Africa, CODESA, por su sigla en inglés) asesorando al Congreso Nacional Africano (o African National Congress, ANC, por su sigla en inglés) aquí y allá y más tarde le fue otorgada una posición de poder después de la victoria del ANC en 1994. Desafortunadamente, al estar en el servicio civil, la posición no tenía mucho dinero, pero cuando las organizaciones internacionales de ayuda decidieron que Sudáfrica, después del apartheid, era el nuevo lugar para hacer negocios y necesitaban un jefe sudafricano, Congwayo de repente se dio cuenta de que realmente quería hacer una diferencia para su pueblo y se convirtió en el hombre que reemplazó al Stanley británico.

Congwayo finalmente fue despedido de la policía de seguridad, se convirtió en un vocero de la Convención por una Sudáfrica Democrática (o Convention for a Democratic South Africa, CODESA, por su sigla en inglés) asesorando al Congreso Nacional Africano (o African National Congress, ANC, por su sigla en inglés) aquí y allá y más tarde le fue otorgada una posición de poder después de la victoria del ANC en 1994. Desafortunadamente, al estar en el servicio civil, la posición no tenía mucho dinero, pero cuando las organizaciones internacionales de ayuda decidieron que Sudáfrica, después del apartheid, era el nuevo lugar para hacer negocios y necesitaban un jefe sudafricano, Congwayo de repente se dio cuenta de que realmente quería hacer una diferencia para su pueblo y se convirtió en el hombre que reemplazó al Stanley británico. 

Jugó un buen juego, Congwayo lo logró, pero yo estaba demostrando ser un poquito más inteligente, así que cuando le sugerí que transfiriera mi permiso de trabajo a otro lugar, sus ojos se dilataron con una voz llena de desilusión: 

—Después del proceso y papeleo para que pudieras venir aquí, ¿quieres que transfiramos tu permiso de trabajo para trabajar en otro lugar? Hizo una pausa prolongada antes de continuar: 

—¿Joven, está consciente cuántos jóvenes en este país están buscando trabajo? ¿Tiene alguna idea de cuántos de sus coterráneos zimbabuenses con diplomas están durmiendo en la Iglesia Metodista Central porque no tienen permisos de trabajo?

¿Por qué los sudafricanos siempre hacen esto cuando alguien se queja de las injustas condiciones laborales de su país? Realmente, en ese momento no me importaba para nada cuántos de mis compañeros zimbabuenses estaban durmiendo en la iglesia metodista, o dónde sea, después de todo, esta era una reunión sobre MI aumento salarial y se lo habría dicho, pero no podía permitirme ser mal educado cuando era yo quien le estaba pidiendo un favor. Sacudí la cabeza, 

—No camarada James. Insistía en que lo llamaran camarada. Creo que lo hacía sentir como un líder benevolente. O lo hacía sentir que estaba compensando su pasado turbio (su CV convenientemente olvidó mencionar sus días en la policía de seguridad, pero hablaba con mucho entusiasmo sobre su contribución en la UDF).

—¿No camarada James? —Hizo una pausa como si estuviera hablando con un niño de tres años, correcto. Mucho. La manera que entendía lo que él decía era, la mitad de tu país, calificado o no, está en este país porque tu maldito líder pensó que podía administrar el país sin capital blanco. Una república bananera es en lo que tu país y la mayoría de los países africanos se han convertido y los monos de sus políticos han estado desviando dinero a cuentas en el extranjero durante años. Congwayo, a veces pasaba del límite. Olvidaba que se suponía que debía ser políticamente correcto trabajando en el tercer sector, ONGs ¿También olvidó que Sudáfrica era un país africano? 

—Estoy decepcionado de ti —dijo sacudiendo la cabeza de nuevo: 

—Realmente creí que estabas dispuesto a hacer la diferencia cuando vi que te habían reclutado aquí. Le respondí antes de que hubiera terminado, viendo el chantaje.

—Pero por supuesto señor. Sin embargo, si voy a hacer la diferencia, necesito hacerlo con el estómago lleno. Sería hipócrita de mi parte ir a las plataformas internacionales y decirles a todos que se pongan de pie y hablen en contra de la pobreza cuando no hablo en contra de mi pobreza personal. Los ojos de Congwayo brillaron. Parecía disfrutar de mi cambio repentino, pero luego continuó como si yo no hubiera dicho nada de nada. ¿O tal vez no lo había hecho? ¿Será que era lo que quería decir? ¿Qué habría dicho? ¿Entonces, por qué sonrió? 

—Así que aquí está el Sr. Musonza, si quiere irse, puede hacerlo, pero no puede transferir nuestro permiso de trabajo a otro lugar. Aquellos que le ofrezcan empleo tendrán que conseguirle un permiso de trabajo, así como pagarnos el resto del contrato. Ahora, ¿te quedas o te vas?

 —Me quedo camarada —dije en un susurro. 

—Lo siento, ¿no te escuché? —Congwayo preguntó pareciendo disfrutar mi incomodidad. —Dije que me quedo camarada —dije un poco más fuerte. Me dio unas palmaditas en el hombro con una sonrisa que no se reflejaba en sus ojos azules.

—Eres un buen hombre Musonza. Un buen hombre. Puede ser que después de los próximos seis meses nuestros donantes vean que tenemos hombres de su calibre y nos den más fondos para que nuestras finanzas mejoren y pueda presentar la posibilidad de su aumento salarial a la junta directiva. Si eso es todo... —dijo despectivamente. Me puse de pie deseando estar financieramente bien sólido para decirle que se metiera su trabajo por donde no llega el sol. Pero me había convertido en un esclavo de este trabajo. Si se tratara solo de mí, habría sobrevivido, pero el salario de mi padre, que pagó una de las mejores escuelas privadas de Harare, ahora parecía suficiente apenas para ir y regresar del trabajo. 

La familia dependía de mi envío de dinero para pagar la matrícula de mi hermana (que por alguna razón desconocida se pagaba en dólares estadounidenses y constantemente aumentaba cada trimestre) y para pagar otras cosas esenciales como el teléfono y televisión por satélite (o Digital Satellite Television, DSTV, por su sigla en inglés) (Sí.  Considero eso esencial. Cualquiera que haya tenido que sentarse y ver la televisión de Zimbabue (ZTV) durante una hora le dirá por qué). Si Sunu estuviese ganando un sueldo, hubiese ayudado, pero él había decidido que quería trabajar en la granja, lo que quería decir, en realidad, vender lo que podía, y cada vez que podía salirse con la suya, salir por allí conquistando chicas a pesar de tener una esposa y dos hijos en la granja. Agregue a eso mis propios gastos. Claro, no me estaba muriendo de hambre. Estaba alquilando un espacioso apartamento de dos habitaciones en Killarney. Podía permitirme ir a un restaurante a cenar de vez en cuando, pero añado los gastos de mis padres y los míos, y a menudo descubría que, como dice el refrán, siempre había mucho mes al final del dinero.

Mi contrato era por cuatro años (lo sé. Muy raro. Pero el primer año había sido un periodo de prueba). Solo un año menos de lo que me hubiera llevado buscar la residencia. Había estado en el país por tres años. Por la forma en que Congwayo me miró después de que pedí el aumento, era muy poco probable que me renovara el contrato después de que expirara. Estaba en un dilema. Empecé a pensar sobre este país que amaba de nuevo, pero que no quería amarme de vuelta. Recuerdo lo emocionado que estaba cuando dejé Oxford. Cómo alimenté el sueño de regresar al continente y unir esfuerzos con otros africanos de ideas afines para salvar al continente de las plagas de la pobreza en una plataforma internacional. Pero desde que llegué me di cuenta de algo. En Sudáfrica, un país africano, yo era justo lo que había sido en Inglaterra. 

Un inmigrante. Para los sudafricanos blancos que estaban en la junta directiva de AfriAID, probablemente estaba llenando la cuota racial. Para los sudafricanos negros, yo era uno de los “musius” porque supuestamente le quité el trabajo a uno de sus hermanos. Pensaría sin expresarlo en voz alta, "¿no soy yo también un hermano?" Otros inmigrantes tenían la ventaja de escapar de su trabajo o ganar un salario que le permitía tomarse unas pequeñas vacaciones y deleitarse durante el fin de semana con una copa de licor, pero no yo. Ya no tenía satisfacción laboral, ni amor por mi trabajo ni por el pago (¿una miseria?) que ganaba como salario—. También me había dado cuenta de algo que debería haber sabido incluso cuando todavía estaba estudiando. Servía a organizaciones como AfriAID para que los africanos permanecieran en la pobreza. E incluso los presupuestos para conferencias y conferencias telefónicas para hablar sobre la pobreza eran dinero suficiente para aliviar las deudas que algunas naciones pequeñas tenían con el Banco Mundial. Odio es una palabra demasiado suave para lo que sentía ahora acerca de mi trabajo. Quería dejarlo, pero no podía. Si renuncio, ya no tendría un permiso de trabajo válido. El número de profesionales en el área de desarrollo en el Reino Unido era excesivo, así que no había forma de que volviera allí. El único otro lugar al que podía ir era Zimbabue, pero no podía, no quería volver allí. Sólo un tonto iría allí mientras el resto del país escapaba. Tenía que haber una manera de que pudiera quedarme en mi amado Johannesburgo, pero con un trabajo que reconociese la formación académica que recibí sin reducirme a un hombre sumiso y un traidor de la raza negra. Amaba a este país, como cualquier otro ciudadano y nunca pidió nacer zimbabuense. ¿Por qué yo no podría ser tratado como un igual? Luego sentí lo que pensé podría ser una onda cerebral. Tomé mi teléfono celular y digité su número.


 

Zukiswa Wanner | Sudáfrica | Kenia |

En 2010 Zukiswa Wanner fundó ReadSA, una iniciativa literaria en Sudáfrica para concienciar a los sudafricanos de todas las edades sobre la apasionante pero entonces poco conocida literatura sudafricana posterior al apartheid. Después de mudarse a Kenia, fundó Encuentros Artísticos en 2017, un evento dedicado a la literatura en el que las obras de arte literario se relacionan con otras formas de arte. También concibió, coordinó y editó el proyecto Afro Young Adult en 2018-2019, que dio lugar a una antología de YA en inglés, francés y portugués con libros distribuidos en 20 países africanos. Fundó,  fue curadora y participó en el festival literario virtual al inicio de la pandemia Covid-19, AfrolitSansFrontieres. La autora de las novelas Madams (2006), Behind Every Successful Man (2008), Men of the South (2010) London Cape Town Joburg (2014) también ha escrito una novela satírica de no ficción, Maid in SA: 30 Ways to Leave Your Madam (2013) y una memoria literaria de viaje Hardly Working (2018). Sus libros infantiles son Jama Loves Bananas (2011), Refilwe (2014) y  África: A True Book (2019). Wanner coeditó Behind The Shadows, una antología afroasiática con la escritora india Rohini Chowdhury y cofundó una plataforma de intercambio de historias y literatura Sur-Sur lashamba.wordpress.com con el escritor mexicano Luis Felipe Lomeli, en la que los escritores pueden compartir su trabajo en inglés, francés, español o portugués  y los traductores pueden traducir las historias que deseen para un público más amplio. Entre sus galardones figuran la preselección para el Premio del Commonwealth al Mejor Libro (2011), la selección como uno de los 39 escritores africanos que probablemente conformarán la narrativa de la literatura en 2014 y la obtención del Premio K. Sello Duiker de Ficción por su última novela (2015). Más recientemente, fue anunciada como ganadora de la Medalla Goethe 2020 junto con la boliviana Elvira Espejo Ayca y el británico Ian McEwan.

zukiswawanner.com

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