Bachillerato popular Alberto Chejolán
Villa 31 - Buenos Aires
| Argentina |
diciembre de 2019
Somos integrantes del Bachillerato Popular Alberto Chejolán, una escuela de jóvenes y adultxs que funciona desde el año 2012 en la Villa 31, barrio popular de la Ciudad de Buenos Aires que desde hace más de 80 años lucha por su derecho a habitar esta ciudad. Nuestra escuela forma parte de la organización territorial ”Eulogia Ríos”, que lleva ese nombre en homenaje a una mujer, egresada, compañera, originaria, luchadora de la vida. Eulogia resistió en el barrio a las topadoras de la dictadura y hoy lleva sus colores -los de la wiphala- a donde sea que haya que estar presente.
Los bachilleratos populares son escuelas públicas y populares de nivel medio para jóvenes y adultos/as, organizadas, gestionadas por organizaciones sociales, sus trabajadores/as y la comunidad educativa. Son escuelas populares porque retoman la tradición latinoamericana de la educación popular, enraizada en la experiencia freireana, y apostando a una educación liberadora, feminista, anticapitalista y decolonial.
Los bachilleratos populares son escuelas públicas porque reconocen la importancia de su reconocimiento como escuelas abiertas a la comunidad, gratuitas, laicas y con la intención de transformar el sistema educativo estatal, en particular teniendo en cuenta las dificultades de las y los trabajadores de los sectores populares para poder acceder al derecho a la educación. Los bachilleratos, además, son escuelas que apuestan a la territorialización y a la creación de una identidad y de un espacio organizativo para la comunidad toda. A raíz de esta forma de construir, la trayectoria de estas escuelas está atravesada, de la misma forma que a muchas escuelas del sistema educativo, por las demandas y luchas por el reconocimiento de su existencia, por el del trabajo de quienes se desempeñan allí como educadores/as, por los derechos del estudiantado y el de las condiciones edilicias.
El Bachillerato Popular Alberto Chejolán surge a fines del 2011 a partir de un análisis hecho por referentes territoriales de la villa acerca de la alarmante situación educativa de jóvenes y adultos/as, del que surgía que más de dos tercios de ese sector no tenía garantizado el derecho a la educación. En ese marco, y con la experiencia de haber construído otro bachillerato desde la misma organización, iniciamos el armado de esta nueva escuela que funciona en un edificio estatal abandonado y que conforme fue creciendo también lo hicieron sus paredes y proyectos. Luego de 4 años de luchas logramos el reconocimiento de la escuela como una institución educativa de gestión estatal pero aún seguimos luchando por las condiciones edilicias, el reconocimiento del trabajo, de los derechos estudiantiles como el boleto escolar y las viandas, etc.
Egresaron ya 6 camadas de estudiantes y su proyecto educativo se va consolidando a la vez que nacen nuevas experiencias de organización desde sus aulas, que rebalsan la cursada diaria, pero que la fortalecen: un espacio para los y las niñas que asisten con sus madres a clases, emprendimientos productivos, la participación en el proceso de urbanización, la formación de acompañantes contra la violencia de género y recientemente, el armado de un comedor para paliar la grave situación de emergencia alimentaria que atraviesa el país en general y el barrio en particular.
Al “bachi” asistimos mujeres de todas las edades, migrantes, originarias, porteñas. Somos trabajadoras, organizamos y sostenemos nuestros hogares y garantizamos los cuidados de nuestro entorno. Somos quienes en la semana, después del tiempo dedicado a subsistir, compartimos horas enseñando y aprendiendo en una escuela pública y popular. Nuestro recorrido fue el de la escuela que nos incluyó/excluyó en términos individuales - como ciudadanxs-. Nuestro desafío es construir la escuela desde la educación popular - herramienta y horizonte para organizarnos, enseñar, aprender- porque lo público es universal sólo cuando también es popular. La escuela es el lugar donde elaboramos colectivamente proyectos de vida. Los proyectos de vida que nos dejaron fuera, los que hacemos desde la educación popular para construir otra vivencia – tiempo de vida.
El bachillerato lleva adelante sus actividades a través de distintas comisiones de trabajo que realizan tareas determinadas para su funcionamiento. Una de ellas es la comisión de géneros, compuesta por profesoras, estudiantes y egresadas, mujeres que llegamos desde distintos lugares pero que llegamos al punto punto de encuentro. La comisión nace con el objetivo inicial de detectar y acompañar situaciones de violencia de género, desarrollando talleres de formación con el equipo y apelando a tejer redes en el barrio y por fuera de él. A partir de ella construimos un espacio donde juntarnos, escucharnos y reírnos, un reto político en tiempos tan difíciles. Uno de los espacios que supimos construir es la “mateada”, porque el mate es parte del lenguaje que compartimos, el que tiende puentes entre nosotras... La mateada nace en la escuela pero en ella desarmamos nuestros roles de profesoras, estudiantes y egresadas, para que las historias de violencias y desamparos tengan una ronda desde donde poder, con otras compañeras, crear nuevos relatos y experiencias de vida.
El último sábado de cada mes sabemos que nos espera una tarde de complicidades, reflexiones compartidas y llantos que se liberan después de mucho tiempo. Ese sábado nunca volvemos a nuestras casas iguales porque algo internamente nos sacude como un torbellino.
A veces las mateadas tienen formato más de charla sobre algún tema puntual, otras veces el bachi se transforma en nuestro taller - donde usamos las manos para crear estampas e imágenes que reflejen nuestras identidades- y otras veces le damos la forma que queremos en el momento.
La mateada es un regalo para una misma, pero también para nosotras, es recuperar el tiempo compartido en manada que el patriarcado nos quiso arrebatar, pero que nuestras risas juntas demuestran que no pudo. Es feminista porque creemos que esa es la clave para construir, desde lo colectivo, la autonomía, la decisión y definición de nuestras propias historias.