Antofagasta | Migrantes

Antofagasta
los campamentos de los recién llegados

“hay que sufrir un poco, no tenemos otra alternativa”

Las casas se levantaron
en un desierto de fría noche. 
Sus ventanas rotas condenadas
en un viento ululante
que pugna por entrar 

El resto de la ciudad, dormida, 
ignora este pedazo de periferia 

Cada mañana marchan
cargamentos de obreros, 
apelmazados,
rumbo a las minas de cobre 

Y dejan atrás 
docenas de lóbregas casas de aglomerado 
adheridas a colinas 
como mejillones a coral 

La tierra es seca y ellos viven esperanzados,
cada uno con una pequeña reserva de recuerdos
y un número en el bolsillo del uniforme,
ocupando siempre la misma desgracia, 
hombres con una cara nueva cada vez.

Migrantes

La huella no olvidada se posa en el polvo del mañana
Manuel Zapata Olivella

Y no sólo ellos. No sólo 
la familia, los padres, 
los hijos, no sólo el peluquero
cuyas tijeras llegan con otro lenguaje
y la cocinera que convierte el paladar
en un cuarto de la memoria. 

No sólo la mujer que danza, 
tambor en los pies,
para que las horas fluyan 
espantando sombras de tristeza. 

No sólo las voces, el bullicio
en la plaza de mercado
sin un pasaporte dado por el viento

Contra el Pacífico, las manos 
no sólo de pescadores  
empujando atarrayas  
como pájaros ciegos, 
mientras una hilera de perros
espera un rastro de hambre.

Y en silencioso rincón 
una maestra abre un libro
donde aguardan los habitantes imaginarios 
de un poblado que nació sin cielo.

No sólo ese alguien
que calafatea naves en el muelle
para que el tiempo empiece a caminar
en las velas de los barcos.

No sólo las mujeres que, 
rasgando pedazos de infancia,
trenzan los cabellos esparciendo
semillas de sol.

Ellas tantean con la palabra el camino de regreso, 
lo que una vez fue,
junto al río de la noche que atraviesa
el miedo.

Poemas dedicados a los
migrantes Colombianos en Chile