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periferias 7 | desaprisionar la cárcel

Teatro como estrategia de cambio social

Colonialismo y apartheid originaran cárceles segregadas, en el país donde las tradiciones multiculturales y multilingües crearon una cultura nacional de teatro que, en las cárceles, el abordaje de la crisis de salud pública del VIH/SIDA se destaca

Ashley Lucas | Vicente Concílio

| E.E.U.U. | Sudáfrica | Brasil |

marzo de 2023

traducido por Matías Maximiliano Martínez y Penélope Serafina Chaves Bruera

presentación
por Vicente Concílio

¿Puede un tema tan difícil como lo es debatir el encarcelamiento en masa junto a los desafíos de producir arte en ambientes punitivos producir reflexiones que extrapolen la mera descripción de acontecimientos y desafíos? Este desafío fue enfrentado por la profesora Ashley Lucas, de la Universidad de Michigan, en su libro Prison Theatre and the Global Crisis of Incarceration [Teatro en Prisiones y la Crisis Global del Encarcelamiento], publicado en 2021, por la editorial Hucitec.

Conocí a Ashley Lucas en un seminario sobre arte y cultura en prisiones, en agosto del 2015, realizado por las profesoras Viviane Becker Narvaes y Natália Ribeiro Fiche. Ambas forman parte del Profesorado de Teatro de la Unirio y coordinan un proyecto de extensión que cumplió 25 años en 2022, en el que se promueven talleres artísticos en unidades penales de Rio de Janeiro y, recientemente, ha articulado actividades con sobrevivientes del sistema. Se trata de “Cultura en Prisiones”, que en su momento actuaba en cuatro cárceles de Rio de Janeiro.

En aquella ocasión, Ashley ya estaba trayendo, por tercer año consecutivo, un grupo de estudiantes de la Universidad de Michigan para que conocieran, durante tres semanas, actividades de extensión desarrolladas por docentes de la Unirio en los más diversos contextos: además de las actividades en prisiones, ellos tenían la posibilidad de visitar y participar de las actividades del Teatro Renascer, coordinado por la profesora Carmela Soares; de un grupo teatral de ancianos que tenía lugar en el Hospital Universitario Gaffrée e Guinle; del proyecto El Hospital como Universo Escénico, del profesor Miguel Vellinho, que ocurría en el Hospital da Lagoa; y del Programa Teatro en Comunidades, de la profesora Marina Henriques Coutinho, que ofrece talleres de teatro en tres puntos diferentes en la Favela de Maré y en la Zona Norta de la ciudad: en el Centro de Artes da Maré, en la Arena Dicró (Barrio Penha) y en el Centro Municipal de Saúde Américo Veloso (Barrio Ramos).

El grupo que acompañaba a Ashley Lucas en sus visitas a Brasil estaba compuesto por estudiantes que habían participado en su cátedra “Teatro y Encarcelamiento”, ofrecido a todos los estudiantes de la Universidad de Michigan y que luego actuarían como docentes de artes visuales, música, escritura creativa o teatro en alguna unidad penal del estado de Michigan. Es decir, era un grupo con una formación diversa (había desde estudiantes del área de la salud y psicología hasta historiadores y economistas, además de artistas, claro), multiétnico y atento a cuestiones sociales, tanto estadounidenses como brasileñas.

Mi afinidad con Ashley fue prácticamente instantánea y ya en aquella época a ella le interesó mi investigación, que había sido realizada en São Paulo, aunque a principios de los años 20001CONCILIO, Vicente. Teatro e prisão: dilemas da liberdade artística. São Paulo, Hucitec, 2008.. Yo traté de trazar un panorama histórico de la presencia de actividades teatrales en prisiones de São Paulo2El panorama que presenté fue debidamente complementado por la investigación de Viviane Narvaes en el artículo “Contribuições para uma história do teatro nas prisões do Brasil”, ver referencias., además de haber relatado mi propia práctica como profesor em contextos penitenciarios.

Ashley se encontraba realizando las investigaciones que luego resultaron en el libro Prison Theatre and the Global Crisis of Incarceration, que ahora se encuentra publicado en portugués a través de una acción conjunta de traducción coordinada por mí. Ha sido una alegría haber tenido esta oportunidad, y es una satisfacción aún mayor haber conseguido que una editorial lo publicara.

Se trata de un libro importante no solo para quienes practican y proponen talleres de teatro en unidades penales, sino para todas las personas que de alguna manera trabajan con el tema del encarcelamiento y buscan, diariamente, argumentos para demoler la lógica punitivista que estructura y fundamenta el discurso retrógrado, militarista y armamentista que se impone con fuerza en el sentido común. 

Relatando y analizando prácticas teatrales que Ashley conoció en unidades penales de diez países diferentes (Brasil, Estados Unidos, Uruguay, Canadá, Sudáfrica, Reino Unido, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda y Portugal), el libro también encuentra su fuerza en los relatos de viaje y en las memorias que ella nos comparte siendo hija de un padre que cumplió la pena de privación de libertad durante dos décadas. La contraportada del libro cuenta con un texto de Juliana Borges, investigadora fundamental del área de encarcelamiento en masa en nuestro país. Ella afirma que:

"El teatro en prisión propicia el reposicionamiento de las personas privadas de su libertad, tanto por otros modos de ejercicio de la libertad, como por el quiebre, aunque ocurra durante las horas de ensayo y presentación, de las dinámicas violentas de la cárcel. (…) Lucas nos muestra que el hecho de que el teatro consista en un espacio de colaboración, respeto, compartir y compromiso hace del mismo una posibilidad de reinvención de los individuos en privación de libertad, así sea de sí mismos como de las relaciones que establecen con su grupo, con la comunidad y con familiares."

Lo que este fragmento destaca es que los sentidos de la escena que tiene lugar detrás de las rejas escapan a las definiciones utilitaristas e instantáneas, porque hablan de una verdadera reinvención de los individuos a través de lo colectivo.

El fragmento del libro que compartimos a continuación es una parte del tercer capítulo, en el que Ashley nos introduce a la realidad carcelaria de Sudáfrica, mientras nos presta su mirada sensible para exponer las especificidades de las cárceles en ese país: el legado de los presos políticos injustos de la era del apartheid, que privó de libertad a los líderes que luchaban por equidad racial, y el contexto de la epidemia de HIV/SIDA, que moviliza y contextualiza muchas de las actividades que tienen que ver con proyectos de teatro en ese país. Es una oportunidad para percibir cómo la prisión, lejos de dejar un lastre de justicia, en realidad se trata de un modelo fracasado de reparación que solo fortalece el punitivismo.


 

 Cuando mi colega Andy Martínez y yo viajamos a Sudáfrica por primera vez en 2014, el país celebraba los veinte años de la caída del apartheid en 1994. Camisetas y pancartas en las calles de Johannesburgo proclamaban "veinte años de democracia". No obstante, mientras viajábamos de un lugar a otro, veíamos cómo los legados del colonialismo, la segregación y la opresión brutal seguían siendo aparentes en Sudáfrica hoy en día, al igual que en mi propio país. Y como en mi país, y en cualquier país, las divisiones creadas por esta historia son más evidentes en cárceles.

Durante el apartheid y así como actualmente, los negros y los mestizos fueron y siguen siendo encarcelados en cifras desproporcionadas a sus contrapartes blancas, como ha sido durante mucho tiempo  —y sigue siendo — el caso en naciones como Estados Unidos y Brasil. Sin embargo, descubrimos que en Sudáfrica las personas encarceladas vivían en prisiones segregadas sin ningún tipo de programación externa hasta finales de los años noventa. Esta historia, las tradiciones escénicas multiculturales y multilingües del país y la urgencia de la crisis del VIH/SIDA conforman la base de la programación teatral de las cárceles sudafricanas de una manera única.

Durante mi investigación en diez países, no encontré ninguna cultura nacional de teatro carcelario más dispuesta al cambio social directo y activo que la sudafricana. La mayoría de los tipos de cambio que buscan los programas de teatro carcelario tienen que ver con la construcción de comunidad y el comportamiento prosocial entre los participantes. Un número mucho menor de productores teatrales de prisiones puede afirmar que su arte teatral plantea una llamada específica a la acción para los que viven y trabajan dentro de la prisión.

Este texto3N.E: originalmente publicado en portugués brasileño como capítulo del libro Teatro em prisões e a crise global do encarceramento (editora Hucitec, 2021) examina cómo un grupo de directores teatrales de prisiones de Sudáfrica utilizó el teatro para inspirar la acción en torno a temas de justicia social, concretamente sobre el VIH y el SIDA. Cerca de Durban, la profesora de teatro Miranda Young-Jahangeer y sus alumnas de la Universidad de KwaZulu-Natal crearon obras teatrales con mujeres dentro del Centro Femenino de Westville, abordando las injusticias que rodean el trato de la mujer. Ellas utilizan las representaciones teatrales para promover cambios sociales significativos en sus propias vidas y en las de otras mujeres encarceladas. La duración y el éxito de este programa dependen de la capacidad de los facilitadores para escuchar a las personas encarceladas y compartir con ellas el poder y la responsabilidad en la medida en que lo permita el ambiente de la prisión.

Sobre la autonomía de las personas encarceladas y en África

Como era de esperar, a los presos les cuesta convencer a los que vivimos en libertad de que poseen el intelecto, la habilidad, la conciencia y la capacidad de resolución de problemas necesarios para mejorar sus vidas. Solemos asumir que el tipo de personas que acaban entre rejas no tuvieron el sentido común o las capacidades clave necesarias para evitar su propio encarcelamiento o, en su defecto, que no son del todo humanas en ese sentido orwelliano de que "algunos animales son más iguales que otros".

Creemos, como describe la periodista Sarah Koenig en su premiado podcast Serial: "Que no somos como ellos, aquellos que arrestamos y castigamos, los que apestan. Ellos son una especie ligeramente diferente, con los sentidos embotados y endurecidos. No sienten dolor o pena o alegría o libertad o la pérdida de la libertad de la misma manera que tú o yo4Sarah Koenig, "A Bar Fight Walks into the Justice Center", 20 de septiembre de 2018, en Serial, producido por Sarah Koenig, Julie Snyder, Emmanuel Dzotsi y Ben Calhoun, podcast, audio mp3, 53:00, https://serialpodcast.org/, extraído 29 de diciembre de 2018.".  Este distanciamiento entre nosotros y los demás permite los abusos de los derechos humanos que caracterizan a las prisiones de la mayoría de los países.

El filósofo Achille Mbembe describe una actitud igualmente devastadora y despectiva hacia los pueblos de África, nacida de la misma lógica colonial que favorece la existencia de la actual cultura mundial de encarcelamiento masivo: Primero, la experiencia humana africana aparece constantemente en el discurso actual como una experiencia que solo puede entenderse a través de una interpretación negativa.

Nunca se considera que África posea cosas y atributos que formen parte propiamente dicho de la "naturaleza humana". O cuando lo es, sus cosas y atributos son generalmente de menor valor, poca importancia y baja calidad. Es esta elementalidad y primitivismo lo que convierte a África, el lugar por excelencia, de todo lo incompleto, mutilado e inacabado, cuya historia se reduce a una serie de adversidades de la naturaleza en su búsqueda por la humanidad.5Achille Mbembe, On the Postcolony (Berkeley: University of California Press, 2001)

Se puede decir, por tanto, que las cárceles africanas albergan a los pueblos más exiliados del mundo, a los que han sido excluidos del contrato social de un continente ya catalogado como un lugar de ausencia y pérdida. Mbembe plantea como principio fundamental de su libro On the Postcolony (Sobre la Poscolonia) que "el sujeto africano es como cualquier otro ser humano; se compromete en actos significativos" (énfasis en el original).6Ibid., 6.

Las mujeres y los hombres encarcelados que se describen en este texto — y los que están prisioneros en todo el mundo — también tienen vidas significativas, un cierto grado de autonomía dentro de los límites de la prisión y la capacidad de hacer contribuciones relevantes a la cultura, la política, las familias, las comunidades y las naciones. Young-Jahangeer ve el teatro como un medio para transformar la prisión en un lugar donde los que viven dentro de los muros puedan "hablarle a la institución7Miranda Young-Jahangeer, conversación con la autora, 22 noviembre 2018.". Los productores teatrales reclusos que figuran en este capítulo se enfrentan a una serie de retos particulares relacionados con los legados del apartheid y la cultura carcelaria en Sudáfrica.

Sudáfrica como Estado carcelario

Sudáfrica, nueva y recién nación democratizada, no ha conseguido librarse de los legados del colonialismo y el apartheid que dominaron gran parte de su historia. A pesar de los esfuerzos del Congreso Nacional Africano (CNA) y de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, la igualdad sigue siendo elusiva. La delincuencia, la violencia de género y la pobreza asolan a una ciudadanía mayoritariamente negra, y el país lucha por superar su pasado y articular su nueva identidad.

Neal Lazarus, en un artículo titulado The South African ideology: the myth of exceptionalism, the idea of renaissance (La ideología sudafricana: El mito del excepcionalismo, la idea del renacimiento), escribe: una especie de violencia se perpetra en la difusión de la idea de que todos somos sudafricanos, de que somos sudafricanos juntos... Al definir la ciudadanía como una cuestión de identificación y, por tanto, de afiliación, el lenguaje de la "nueva" Sudáfrica pasa por alto la lucha para conseguirla, una lucha que no puede decirse que se haya ganado de una vez por todas por el mero hecho de que el apartheid ya no exista…8Neal Lazarus, “The South African ideology: the myth of exceptionalism,the idea of renaissance,” South Atlantic Quarterly 103.4 (2004, p. 620).

Sarah Nuttall describe de forma similar el "enmarañamiento " -no la unificación- de las culturas de los diferentes grupos de sudafricanos que luchan por "reconciliarse con un legado de violencia en una sociedad basada en la desigualdad9Sarah Nuttall, Entanglement: Literary and Cultural Reflections on Post-Apartheid (Johannesburg: Wits    University Press, 2009), 12.". De los 161.054 hombres y mujeres en las cárceles de Sudáfrica en 2017, el ochenta por ciento son negros, el doce por ciento son de color y el 1,6 por ciento son blancos; ellos son la viva representación de la continua división social en la era post-apartheid. Un estudio de 2013 reveló que los hombres negros de este país tienen seis veces más probabilidades de ser encarcelados que los blancos.10Derrek Thulani and Sasha Gear, “South Africa: Prison Population,” Just Detention International Prison Insider website (febrero 2018), https://www.prison-insider.com/countryprofile/prisonsinsouthafrica?s=la-population-carcerale#la-population-carcerale, extraído 30 diciembre 2018.

Las divisiones entre los sudafricanos también pueden verse claramente fuera de las cárceles. Durante mis viajes a Sudáfrica en 2014 y 2017, me sorprendió el hecho de que en las principales ciudades (Johannesburgo, Durban, Pretoria y Ciudad del Cabo), casas, tiendas, empresas, escuelas y universidades estaban rodeadas de cercados de pinchos punzantes, alambre de púas y muros herméticos.

Nunca había visitado un país que se pareciera tanto a una cárcel. En 2014, Andy y yo nos quedamos en una zona de clase alta de Johannesburgo llamada Rosebank y, a pesar de la aparente riqueza de los residentes del barrio, todas las casas y edificios parecían cárceles. Todo estaba detrás de muros ostentosos, grandes estructuras sólidas con pinchos metálicos e hileras de alambre de púas a su alrededor. Desde la ventana del hotel podíamos ver un colegio de clase adinerada al otro lado de la calle, con una lujosa piscina y un campo de fútbol de impecable grama artificial. 

Cuando nos acercamos a la escuela, lo único que veíamos eran muros y alambre de púas. La guardería del otro lado de la calle también estaba rodeada de rejas, al igual que todas las casas impresionantemente grandes de las calles circundantes.   En otros barrios adinerados en los que me he encontrado, por accidente o a propósito, como Beverly Hills (Estados Unidos) o una lujosa zona residencial de El Cairo (Egipto), había visto altos muros y puertas ornamentadas, pero nunca algo así. En Johannesburgo, parece que cuanto más aprisionado se está en la casa, la escuela o el lugar de trabajo, más rico eres. Mientras otros lugares ricos se esfuerzan por enclaustrarse discretamente, el aspecto cerrado, que en otros lugares significaba pobreza, aquí significaba riqueza.

Dondequiera que iba, los sudafricanos hablaban constantemente de la delincuencia y me advertían de que no saliera de noche por la ciudad, aunque no estuviera sola y tuviera a Andy para que me acompañara por las calles.11Aunque ambos nos identificamos como chicanos (personas de ascendencia mexicana y, por tanto, miembros de un grupo que sufre discriminación en Estados Unidos), en Sudáfrica se nos consideraba,  sin duda, blancos. Esto debió de influir mucho en cómo nos percibían: como cuerpos en peligro y necesitados de protección. No puedo decir si nuestras experiencias habrían sido diferentes si nos hubieran considerado negros o de color (en el sentido sudafricano) en los mismos contextos. Nos tomamos sus consejos muy en serio.

En dos ocasiones distintas, en Johannesburgo y Pretoria, fuimos al teatro por la noche para ver obras, y en ambas ocasiones el personal del teatro -unos amables desconocidos que conocimos esa noche- se empeñó en llevarnos de vuelta al hotel porque creían que era demasiado peligroso para nosotros tomar un taxi por nuestra cuenta. Estas interacciones ejemplificaron las contradicciones que encontramos en la cultura sudafricana. Nos advertían constantemente sobre la delincuencia, que sin duda era una realidad imperante y peligrosa, y la gente también se esforzaba mucho por garantizar nuestra seguridad.

No me imagino a extraños ofreciéndose a llevarme a casa después de una obra de teatro porque las calles no eran seguras en ninguna metrópolis de Estados Unidos. Los sudafricanos de esas ciudades habían pasado décadas, quizá cientos de años, protegiéndose unos a otros y, sin embargo, nos abrían repetidamente sus casas y sus vehículos con una generosidad sorprendente para garantizar nuestra protección.

Uno de los legados culturales del apartheid puede ser el hecho de que un gran número de sudafricanos, de todos los orígenes raciales y étnicos, entienden implícitamente que las cárceles de su país fueron diseñadas a propósito como mecanismos de segregación y opresión racial. Dado que es el tema de nuestra investigación, Andy y yo hablábamos de las prisiones con casi todas las personas que encontramos en Sudáfrica. En esas conversaciones con conocidos ocasionales —personas que trabajaban en hoteles, taxistas o personal de teatros — no reaccionaban a nuestros comentarios sobre las prisiones con la sorpresa, incomodidad o alarma que a menudo encontramos en otros países.

Los sudafricanos que conocí parecían abrigar menos suposiciones negativas sobre las personas encarceladas o ex encarceladas que los ciudadanos de otros países. Los sudafricanos me parecieron reacios a condenar a sus compatriotas encarcelados como criminales de forma inherente e irrevocable. Después de todo, el expresidente Nelson Mandela y otros líderes del CNA, a mediados de los noventa, habían pasado décadas en prisión antes de inaugurar una nueva era de democracia en Sudáfrica. A pesar de ello, persiste el temor sobre lo que el New York Times ha calificado de "delincuencia violenta generalizada" en el país.12Norimitsu Onishi and Selam Gebrekidan, “‘They Eat Money’: How Graft Enriches Mandela’s Political Heirs,” New York Times, Vol. CLXVII, No. 57,934, (16 abril 2018), A10.

Como afirma Sutherland, "la delincuencia es la obsesión nacional de Sudáfrica. Afecta a todo el mundo, y vivimos con una de las tasas de asesinatos y violencia sexual más altas del mundo"13Sutherland, 124.. Los muros y las cárceles continúan y muchos consideran que se necesitan con urgencia, a pesar de sus reconocidos legados como estructuras de terror y opresión estatal.

Historia de las cárceles en Sudáfrica

En muchas partes del mundo, incluida Sudáfrica, las prisiones y la cultura del encarcelamiento masivo se han hecho tan habituales que nos cuesta imaginar un mundo sin ellas.14Angela Y. Davis, Are Prisons Obsolete? (New York: Seven Stories Press, 2003), 9. No obstante, las prisiones tal y como las conocemos hoy en día eran extremadamente raras en el continente africano en la época precolonial.15Stephen Peté, “A Brief History of Human Rights in the Prisons of Africa,” in Human Rights in African Prisons, ed. Jeremy Sarkin (Cape Town: HRSC Press, 2008), 40. La detención o el encarcelamiento se consideraban generalmente una consecuencia inapropiada para el delito porque se hacía más énfasis en compensar a la víctima que en castigar al delincuente.

La colonización británica y la trata de esclavos establecieron las bases (y a menudo las edificaciones, ya que los fuertes y castillos de esclavos se convirtieron en prisiones) de los sistemas penitenciarios que hoy dominan el panorama de la justicia penal en muchos países africanos.16Ibid., 41, 43. (El mismo fenómeno puede observarse en Estados Unidos con la conversión de plantaciones esclavistas, como Parchman en Mississippi y Angola en Luisiana, en algunas de las mayores, más notorias y duraderas prisiones del Sur). La lógica del encarcelamiento tal y como se conoce hoy en muchas partes del mundo no es un producto irreversible de la naturaleza humana, sino un sistema de opresión y estratificación social profundamente arraigado y ampliamente difundido.

Las prisiones como instituciones permanentes se arraigaron en el sur de África antes que en el resto del continente y formaron "parte integrante de un sistema de opresión racial que, hacia mediados del siglo XX, se convirtió en el conocido sistema político conocido como "apartheid17Ibid., 45.". Andy y yo visitamos una antigua prisión de la época del apartheid, hoy convertida en museo, en el barrio de Braamfontein, en Johannesburgo. Construida en 1892, Constitution Hill sirvió de prisión durante la mayor parte de su historia, con un breve intervalo como base militar durante la Guerra de Sudáfrica (1899–1902). La prisión perduró durante más de 100 años, alojando tanto a hombres como a mujeres, muchos de ellos culpables únicamente del delito de ser negros durante el apartheid.

Muchos presos políticos cumplieron condena allí, entre ellos Mahatma Ghandi, Nelson Mandela, Winnie Madikizela-Mandela y Albertina Sisulu. A mediados de la década de 1990, tras la caída del apartheid y la liberación de Nelson Mandela, la prisión de Constitution Hill fue clausurada.18Mandela pasó un periodo relativamente corto en Constitution Hill y la mayor parte de su encarcelamiento se produjo en Robben Island, frente a la costa de Ciudad del Cabo.

Primero vimos la parte de la prisión destinada a los hombres negros. En los pabellones que aún se conservan, vimos cuartos tras cuartos de cemento donde los hombres dormían como sardinas en lata.  Solo tenían mantas o delgados catres para dormir, y se les obligaba a dormir tan juntos que la cabeza de cada hombre quedaba aprisionada entre los pies de otras dos personas. En la esquina de cada uno de estos cuartos había un retrete abierto, y los hombres más pobres y débiles tenían que dormir cerca del pestilente drenaje. El museo permitió que la pintura desconchada, las paredes frías y el suelo hablaran por sí solos, incorporando apenas unos pocos carteles para ayudar a explicar cómo se ocupaban los cuartos.

Las toscas mantas grises de la prisión, con algunas rayas blancas en cada extremo, se han convertido en "esculturas de mantas" hábilmente construidas para señalar el lugar donde los cuerpos de los hombres habrían yacido por la noche. Estos dobles de personas reales resultan no solo más artísticos, sino también más conmovedores que los maniquíes que se encuentran en tantos museos. Los presos de Constitution Hill hicieron este tipo de esculturas durante su encarcelamiento. También hicieron trabajos con papel maché y otras manifestaciones artísticas.  Las esculturas en forma de manta que se exponen hoy en el museo de Constitution Hill fueron realizadas por dos antiguos presos que regresaron para contribuir con el museo.

La participación de los antiguos reclusos en la organización del museo está presente en todas las exposiciones de Constitution Hill, al igual que las oportunidades para que los visitantes respondan a lo que están viendo. A lo largo de la exposición aparecen paneles de mensajes en los que se formulan preguntas concretas a los visitantes y se les invita a compartir sus opiniones sobre temas como si los personajes descritos en la exposición fueron encarcelados injustamente o cuál es el legado más importante de Gandhi para Sudáfrica.

La participación activa de los visitantes en el museo, de hecho, en la historia en curso de Sudáfrica, está en línea con los objetivos de los esfuerzos de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación para recopilar las experiencias de la gente corriente junto a los mayores episodios de disturbios civiles sudafricanos. Este empeño por incluir a los ciudadanos de a pie en la reforma de los relatos nacionales sudafricanos sobre la justicia resurge en el teatro que vi en sus prisiones.

El apartheid mantenía la opresión e impedía que la gente común se organizara segregando a grupos e individuos entre sí. Constitution Hill tenía bastantes celdas de aislamiento distribuidas por sus numerosos edificios. En la sección de hombres blancos de la prisión, las celdas de aislamiento tenían un pequeño escritorio atornillado a la pared y suelos de madera. En ningún lugar de la prisión vimos una cama. Al parecer, todos dormían en catres o en el suelo con mantas de lana gris.

Las celdas de aislamiento de los hombres blancos eran austeras e intimidantes, aun cuando tenían el doble de tamaño que las de los hombres y mujeres negros. No podía evitar preguntarme qué significarían esas pequeñas diferencias para un prisionero. ¿Cuánto confort y dignidad humana proporciona un suelo de madera frente a uno frío de concreto? ¿Cuánto de nuestra salud mental y estabilidad emocional podría mantenerse mejor con unos metros más de espacio para movernos?

Me contuve hasta que vimos las celdas de aislamiento de los hombres negros. Tal como he sentido en la mayoría de las prisiones que he visitado en todo el mundo, en algunos lugares el dolor parece irradiar de las paredes y el suelo con una fría intensidad. Las paredes han visto tanto sufrimiento que parecen haberlo absorbido. Entramos en las celdas y cerramos las puertas para hacernos una idea clara de lo que sufría el interno en ese lugar. La parte posterior de cada puerta metálica estaba llena de inscripciones grabadas en la pintura. El pequeño patio exterior de estas celdas está cubierto por una red de alambre de púas colocada en forma de malla, de modo que incluso cuando sales al sol, una cruel barrera se cierne entre el ser humano y el cielo.

En una zona separada de la prisión, las mujeres cumplían su condena alejadas de los hombres. Las celdas de aislamiento para mujeres negras exhiben ahora piezas de museo.  Frente a cada una de las puertas de acceso a las celdas, un gran letrero exhibe la fotografía y un resumen biográfico de una de las mujeres que cumplió condena en esa ala. Dentro de cada celda, un monitor de vídeo muestra fragmentos de entrevistas realizadas a las mujeres que aparecen en los carteles, y debajo de las pantallas de vídeo se exponen objetos de la vida de las mujeres.

Una mujer dice en su vídeo, que el día de su detención, se había comprado el vestido de novia más bonito imaginable. Durante mucho tiempo vistió el uniforme de la cárcel, esperando que su encarcelamiento terminara para poder enseñar el vestido de novia a su familia. El reluciente vestido amarillo cuelga en la celda bajo la pantalla de vídeo que presenta su historia. Estos contrastes entre la vitalidad y tenacidad de las personas que padecieron el encarcelamiento bajo el apartheid y la sombría realidad de las propias prisiones se manifestaron en la convulsión política y cultural que cambió tan radicalmente a Sudáfrica.

El fin del apartheid a principios de los años noventa trajo consigo importantes reformas del Código Penal sudafricano, incluido el mandato de eliminar la segregación en las prisiones19Human Rights Watch, “Prison Conditions in South Africa” (8 febrero 1994), https://www.hrw.org/legacy/reports/1994/southafrica/, extraído 17 junio 2018.. No obstante, la aplicación práctica de la segregación quedaba en manos de los altos funcionarios de cada prisión, que optaban por separar a los reclusos por motivos de raza o etnia si consideraban que la práctica era necesaria para evitar conflictos20Gail Super, “‘Like Some Rough Beast Slouching Towards Bethlehem to be Born’: A Historical Perspective on the Institution of the Prison in South Africa, 1976-2004,” British Journal of Criminology 51.1 (2011): 208.. El uso del encarcelamiento como medio de control estatal aumentó aun cuando Nelson Mandela y otras personas que habían pasado décadas en prisión ocupaban los más altos cargos del gobierno sudafricano.

En los diez años inmediatamente después de las primeras elecciones democráticas del país en 1994, la población carcelaria de Sudáfrica aumentó un sesenta por ciento21Kelly Gillespie, “Moralizing Security: ‘Corrections’ and the Post-Apartheid Prison,” Race/Ethnicity: Multidisciplinary Global Contexts 2.1 (Autumn 2008): 70.. En una crisis paralela, aproximadamente en la misma época, el VIH/SIDA se propagó de forma dramática en las cárceles sudafricanas, ya que "el número de muertes por 'causas naturales' aumentó bruscamente de 186 en 1995 a 1.087 en 2000, y se cree que hasta el noventa por ciento de esas muertes estaban relacionadas con SIDA22Peté, 59.". Las reformas penitenciarias que acompañaron al establecimiento de la democracia permitieron por primera vez,23Miranda Young-Jahangeer, “Bringing into Play: Investigating the Appropriation of Prison Theatre in Westville Female Prison, KwaZulu-Natal (2000-2004),” South African Theatre Journal 19 (2005): 143. que voluntarios ofrecieran actividades teatrales en las cárceles sudafricanas, y los directores de teatro que empezaron a ofrecer tales actividades en las prisiones se asociaron con las personas encarceladas para responder al problema urgente y generalizado de la epidemia de VIH/SIDA.

El teatro penitenciario sudafricano y el VIH/SIDA

Antes de que se permitiera la programación en las cárceles, Sudáfrica tenía una larga y rica tradición de teatro de protesta social. Gibson Kente, conocido como el "padre del teatro de los townships"(teatro urbano), promovió una vibrante cultura del espectáculo entre los sudafricanos pobres y negros desde la década de 1960 hasta su muerte por una enfermedad relacionada con el SIDA en 200424Liz McGregor, “Gibson Kente: South Africa’s Father of Township Drama,” The Guardian (9 noviembre 2004), https://www.theguardian.com/news/2004/nov/10/guardianobituaries.southafrica, extraído 30 diciembre 2018.. Athol Fugard -quizás el dramaturgo más famoso de Sudáfrica- empezó a trabajar por la no discriminación en el teatro profesional a finales de la década de 1950 y, desde entonces, ha seguido utilizando sus obras para defender la justicia social. En los años ochenta y noventa, Gcina Mhlophe convirtió su activismo contra el apartheid en una serie de obras teatrales en monólogos femeninos (una sola mujer) que le proporcionaron reconocimiento internacional25Gcina Mhlophe website, http://www.gcinamhlophe.co.za/index.html, extraído 30 diciembre 2018..

A pesar de que durante el apartheid se escribieron muchas memorias sobre el encarcelamiento, nadie pudo producir teatro en las cárceles sudafricanas hasta después de que las reformas legislativas de 1996 permitieron que la programación entrase por primera vez en esos espacios. Tan pronto se pudo hacer teatro dentro de los muros, los reclusos desearon con urgencia y regularidad dramatizar los efectos de la crisis del VIH/SIDA en sus vidas.

De todo el teatro penitenciario que he investigado en todo el mundo, el de Sudáfrica sobresale por abordar sistemáticamente la crisis de salud pública del VIH/SIDA tratando de producir cambios culturales dentro de las prisiones. En ningún otro país los productores teatrales en prisiones parecen abordar un tema concreto de esta manera, salvo el de la propia prisión. Johannes Visser describe el trabajo realizado en este sentido por profesionales del teatro de la Universidad de Pretoria, que entre 2006 y 2009 crearon unas ocho obras sobre el VIH/SIDA que se interpretaron para menores recluidos26Johannes Visser, “Space and Involvement: Theatre in (a) South African Prison,” Matatu 43.1 (2013): 167..

La profesora Alexandra Sutherland ha estado a cargo de un programa de teatro en una prisión de hombres en Sudáfrica desde 2010 y explica que este trabajo está motivado por los intereses del grupo, "principalmente…basados en temas -a menudo relacionados con la vida en prisión, el estigma en torno al VIH/SIDA o los retos de la puesta en libertad para reintegrarse a la familia y a la comunidad27Alexandra Sutherland, “‘Now We Are Real Women’: Playing with Gender in a Male Prison Theatre Programme in South Africa,” Research in Drama Education: The Journal of Applied Theatre and Performance 18.2 (2013): 122.". Christopher John, que en aquel entonces era colega de Young-Jahangeer en la Universidad de KwaZulu-Natal, trabajó en 2003 con hombres del Medium B Correction Centre para crear una obra titulada Lisekhon' Ithemba (Todavía hay esperanza), "que abordaba el tema de vivir con el VIH/SIDA" (sic) en prisión28Christopher John, “Catharsis and Critical Reflection in isiZulu Prison Theatre: A Case Study from Westville Correctional Centre in Durban,” ed. Hazel Barnes, Arts Activism, Education, and Therapies: Transforming Communities Across Africa (Amsterdam: Rodolpi, 2013), 87.. 

Themba Interactive, una organización de servicios sociales que ofrece información sobre el VIH/SIDA a través del teatro, trabajó en prisiones entre 2009 y 2014; la compañía de teatro representó obras que ofrecían información sanitaria sobre la crisis del VIH/SIDA y alentaba al público a tomar sus medicamentos. El programa de Themba también utilizó el teatro para capacitar a hombres y mujeres reclusos con el objetivo de que se convirtieran en facilitadores de los pares y organizaran reuniones informativas para cambiar la mentalidad  en torno al modo en que los internos hablan y responden al VIH y al SIDA29Ashley Lucas, “Themba Interactive: South African Theatre and HIV/AIDS,” https://razorwirewomen.wordpress.com/2014/08/03/themba-interactive-south-african-theatre-and-hivaids/ (3 agosto 2014), extraído 8 agosto 2019..

Esta lista de proyectos de activismo teatral en relación con el VIH/SIDA surge de un estudio de la bibliografía publicada sobre el teatro en las prisiones sudafricanas, pero me parece que ha habido muchas más representaciones de este tipo que no se han publicado. La preponderancia de obras teatrales sobre el tema del VIH/SIDA en las prisiones sudafricanas no solo indica la magnitud de la epidemia, sino también la urgente necesidad de respuestas culturales y prácticas a dicha epidemia. Esto es lógico si se tiene en cuenta que Sudáfrica tiene las tasas de infección de VIH más altas del mundo, con una cifra estimada de 7,2 millones de personas que viven con la enfermedad en el país. Solo en 2017, el país sufrió 110.000 muertes por enfermedades relacionadas con el SIDA30“HIV and AIDS in South Africa,” AVERT website, https://www.avert.org/professionals/hiv-around-world/sub-saharan-africa/south-africa, extraído 30 diciembre 2018..

Los diez millones de reclusos aproximadamente que hay en el mundo tienen tasas de infección, de VIH y otras enfermedades transmisibles, más elevadas que los que no estamos en la cárcel31Ilham El Maerrawi and Heráclito Barbosa Carvalho, “Prevalence and Risk Factors Associated with HIV Infection, Hepatitus, and Syphilis in a State Prison of São Paolo,” International Journal of STD & AIDS 26.2 (2014): 120.. Teniendo en cuenta la rápida y generalizada transmisión de estas enfermedades en las cárceles de países con poblaciones penitenciarias numerosas y a menudo superpobladas, como Estados Unidos y Brasil, las estrategias más exitosas de los programas penitenciarios de Ukuphila y Young-Jahangeer deben reproducirse en otras partes del mundo32Ibid., 120-7; A.M. Charles, “Indifference, Interruption, and Immunodeficiency: The Impact and Implications of Inadequate HIV/AIDS Care in US Prisons,” Boston University Law Review 92.6 (2012),:1979-2022.. La inmediatez y la persistencia de la crisis del VIH/SIDA en las cárceles sudafricanas también pone de manifiesto cómo las luchas por la salud y la seguridad pública están profunda e íntimamente interrelacionadas.

texto publicado originalmente como capítulo del libro
Teatro em Prisões e a crise global do Encarceramento (2021, editora Hucitec)


 

CONCILIO, Vicente. Teatro e prisão: dilemas da liberdade artística. São Paulo, Hucitec, 2008.

LUCAS. A. Teatro em Prisões e a Crise Global do Encarceramento. Tradução: Vicente Concilio. São Paulo, Hucitec. 2021.

LUCAS, A. E.; CONCILIO, V. Uma conversa sobre arte e teatro nas prisões com Ashley Lucas. Urdimento - Revista de Estudos em Artes Cênicas, Florianópolis, v. 2, n. 29, p. 145-156, 2017.

NARVAES, V. B. Contribuições para uma história do teatro nas prisões do Brasil. Urdimento - Revista de Estudos em Artes Cênicas, Florianópolis, v. 3, n. 39, p. 1-29, 2020

Ashley Lucas | EE.UU |

Profesora de teatro y drama en la Universidad de Michigan y fue directora del Prison Creative Arts Project (PCAP) - proyecto desarrollado con el objetivo de llevar arte a las prisiones, por medio de los lenguajes artísticos y de la literatura. Sus actividades de investigación y enseñanza incluyen estudios sobre teatro latinoamericano, teatro y encierro y teatro para el cambio social. Es autora del libro Teatro en Prisiones y la Crisis Global del Encarcelamiento, publicado por la editorial Hucitec en 2020.

razorwirewomen.wordpress.com/

 

lucasash@umich.edu

Vicente Concillio | BRASIL |

Profesor en Artes Escénicas en la UDESC - Universidad del Estado de Santa Catarina. Estudia prácticas teatrales abolicionistas dentro del sistema penal y busca reunir personas que hacen teatro en prisiones por Brasil y en otros países, por medio del Observatorio de Prácticas Artísticas en la Cárcel y en Espacios de Privación de Libertad, grupo de investigación que lidera junto con Viviane Becker Narvaes (Unirio).

 

viconcilio@gmail.com

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