Narrativas

periferias 7 | desaprisionar la cárcel

Cambiando palos por alas

O cuando los héroes son la causa del crimen que nos ata

Murilo Gaulês | Cia dxs Terroristas

| Brasil |

abril de 2023

“Crecí golpeado por mis padres y no me morí”

He pasado gran parte de mi vida adulta escuchando esa frase o algo parecido de personas  de mi generación. Y durante un tiempo de esa misma vida adulta estuve de acuerdo. Hasta que comencé a darme cuenta de lo difícil que me resultaba expresar lo que siento y como me cuesta decir: NO. Involucrado en varias relaciones abusivas, que incluyeron agresión física, intento de suicidio y violación, comencé a darme cuenta de que mi dificultad para expresarme junto con y esta tendencia a someterme a cualquier mano dura que se impusiera sobre mi cuerpo, anulaba mis (re)acciones, como si existiera un botón de inercia que actuara sobre mí cada vez que alguien intentara silenciarme con violencia.

Mis padres me pegaban mucho y, de verdad, no me morí. Pero tengo ansiedad y ataques de pánico. Soy una persona insegura y muchas veces pienso que lo que estoy haciendo no es suficiente, que no es tan bueno, que está por debajo de lo aceptable. Estoy pasando por ese juicio ahora mismo mientras escribo. 

Los cuerpos LGBTIA+ reciben  palos todo el tiempo. Y de una manera triste, aprendemos a lidiar con el dolor (y nos acostumbramos). Hay un placer sádico en la sociedad cristiana cisheteronormativa de hacer de nuestros cuerpos depósitos del horror y territorios de purga de sus frustraciones. Vivimos en el país que más ha matado a personas LGBTIA+ en el mundo durante 14 años consecutivos.

Foto: Diego Nascimento

Nacimos siendo golpeados para tragarnos el llanto. Y cuando, a partir del castigo, nos separan de posibilidades de aprendizaje, experiencias, diálogos y entendimientos que nos permitan asimilar el mundo desde relaciones colectivas e intercambios de saberes/deseos, comenzamos a centrar nuestra percepción a partir de un sentido propio de seguridad, de auto conservación. Empiezo a relacionarme con el mundo a través del miedo, y podemos hacer cosas horribles cuando es ese miedo todo lo que nos motiva a seguir adelante.

Este comportamiento punitivo es una herencia europea occidental, que llegó a nuestras tierras junto con el proceso de colonización.

En la Europa medieval, las personas eran mutiladas, ahorcadas, quemadas vivas o decapitadas en las plazas públicas sirviendo de ejemplo “pedagógico” a la gente para que aprendieran lo que no se puede hacer. En ese período, las cárceles existían, no como un castigo en propiamente dicho, sino como un tiempo de espera de la sentencia que, fatalmente, culminaría en homicidio, tortura pública o mutilación. Tales prácticas brutales perduraron durante siglos con alternancias estratégicas en los refinamientos de la crueldad aplicada a los cuerpos minorizados.

Podemos recordar, por ejemplo, la figura de Charles Lynch, quien alentó las ejecuciones públicas contra indígenas y  esclavos negros para que sirvieran de ejemplo cuando se intentaran rebelar contra sus esclavistas. Estas ejecuciones iban acompañadas de crueles torturas que tenían como objetivo no solo asesinar a la víctima, sino deformar su cuerpo para que la imagen restante (desmembrada, quemada, deformada) pudiera ser exhibida como un tótem de obediencia servil. Algunos historiadores afirman que Lynch incluso hacia postales con ilustraciones de estos cuerpos deformes y se las enviaba a vecinos y amigos, como una forma de difundir su mensaje a otros territorios. De ahí viene el término “linchamiento”.

Los negros fueron esclavizados, violados, torturados y vendidos como objetos porque la mentalidad cristiana occidental creía que estas personas no tenían alma.

Las personas LGBTIA+ fueron y siguen siendo masacradas por causa de una lectura superficial y selectiva del libro de Levítico 18:221No te echarás con varón como con mujer; es abominación.

Los indígenas son despojados de sus tierras porque son considerados vagos e incapaces de realizar un trabajo que —según esa misma moral cristiana— dignifica a la humanidad.

Los inmigrantes y refugiados son explotados y encarcelados al percibidos como criminales terroristas que abandonan su tierra natal para apropiarse de los recursos de otra nación.

Se ve que la narrativa es un factor central para justificar moralmente la aplicación de castigos sobre cuerpos históricamente marcados para morir. Esta dramaturgia de la muerte necesita que la legitimidad social preescriba para colocar al pueblo a favor de estas prácticas, al grito de: ¡Te lo merecías!

Con el tiempo, estas narrativas sobre la muerte necesitan ser actualizadas para incorporar elementos que dialoguen con la contemporaneidad, apropiándose perversamente de los avances sociales promovidos por las luchas y movilizaciones populares de cuerpos disidentes.

Es asi como estas prácticas de exterminio llevadas a cabo por los imperialistas occidentales sufrieron adaptaciones dando origen a lo que hoy entendemos como el sistema penitenciario. La prisión deja de ser asi un intervalo entre la condena y el castigo para convertirse en el castigo en si.

Esto pasa como respuesta a tres movimientos distintos: la consolidación del capitalismo, la nueva ética social establecida por la Ilustración europea y la organización de los estados nacionales.

La ética de la Ilustración, que desencadeno la caida  de las monarquías y el surgimiento de las repúblicas, orientó a una humanidad racional, organizada y percibida a partir de e una filosofía europea, que relegaba la espiritualidad y las experiencias corporeas a cosas menores frente al poder intelectual de la ciencia teórica. Esta reflexión comenzó a banalizar las ejecuciones publicas, encuandrandolas como comportamientos primitivos, dado que esta exposición literalmente visceral del cuerpo subalterno estropeaba la estética depurada del racionalismo ilustrado.

La imagen grotesca de las ejecuciones y su estética gore provocada por los restos mortales chamuscados o descuartizados por verdugos encapuchados, iba en contra del nuevo ideal de humanidad civilizada. Por tanto,  era necesario crear una nueva alternativa para perpetuar la pedagogía punitiva europea, sin que los nuevos ideales de la época la pusieran en jaque. El resultado queda reflejado en la popular frase “arresta, pero no mata”.

El desarrollo del capitalismo como regulador de las relaciones de producción y consumo trajo a la luz un nuevo concepto del valor del trabajo. Es mucho más rentable tener una persona subordinada, trabajando precariamente para mantener a la élite capitalista, que muerta. Los primeros modelos carcelarios son por esta razon campos de concentración para el trabajo esclavo, representados en varias películas y obras de arte mediante la icónica imagen de hombres racializados con ropas a  rayas rompiendo piedras con mazos.

La constitución de los Estados Nacionales consecuentemente  configuraria la creación de un aparato  normativo el cual  legitimase el derecho a encarcelar a estos cuerpos sometidos, teniendo en cuenta  que ese mismo Estado se volveria a su vez responsable del orden social y de coreografiar la “paz” entre los humanos.

Este fenómeno pasaria a instaurar - al menos en los cuerpos privilegiados - un sentido de equilibrio, donde la justicia equilibraria la  balanza. Al fin y al cabo, las instalaciones servirían como depósitos para las “malas personas”, separadas de una  convivencia con el ciudadano de bien, sin que por ello se generara la carga  que esta sociedad de la moral soporta  con el doloroso título de genocida.

Para reforzar esta falsa sensación de seguridad, contamos con una serie de producciones de cultura pop, presentes y difundidas en diferentes medios, que hacen que la narrativa del punitivismo este basada en la percepcion  de una necesidad para mantener el orden en la humanidad. Daré un ejemplo:

Independientemente de la generación, sin importar la edad, cualquiera que viva en esta tierra ya debe haber leído u oído hablar de Batman, el superhéroe de DC Comics creado por Bob Kane e inmortalizado en las salas de cine por reconocidos actores de Hollywood como George Clooney, Christian Bale, Ben Affleck y, más recientemente, Robert Pattison. Batman es la identidad secreta de Bruce Wayne, un huérfano millonario cuyos padres fueron asesinados cuando era muy joven y que, después de un largo entrenamiento con una Liga de Asesinos, decide convertirse en justiciero para  llevar la paz a su atribulada y violenta ciudad Gotham City.

Para hacerlo, Wayne dispone de arsenal de armas no letales de última generación para contener a la multitud de matones trastornados que componen la pesadilla urbana que es la ciudad. La gran mayoría de nosotros, independientemente de la generación, crecimos con la imagen de esta figura heroica presente en algún momento de nuestras vidas. Y, no pocas veces, ante las tensas narraciones de sus historias, nos encontramos con la esperanza de que el Caballero Oscuro lleve  ante la justicia a sus villanos antagonistas, para que esto nos traiga una sensación de redención por todo el mal que tales locos causaron a los buenos ciudadanos de Gotham. Pero, ¿nos hemos parado alguna vez a pensar que es precisamente la riqueza ilimitada de Bruce Wayne la que fomenta la desigualdad social y la pobreza de decenas de miles de familias en Ciudad Gotham? Wayne y su familia son los principales responsables de la violencia generalizada en la ciudad enfrentandola por medio de lo que él cree (y propaga) que es justicia.

Bruce Wayne sigue el mismo código de conducta de la sociedad capitalista-punitivista de nuestro tiempo: el no mata, ¡Él arresta! Encierra  a sus opositores en espacios deshumanizados, tratando  a sus internos como animales, con pésimas condiciones de alimentación, palizas, castigos, medicación obligatoria, aislamiento social…

Batman es un símbolo icónico de la sociedad punitiva. Representa la figura de las élites que empobrecen a la población, colocandola en situaciones precarias de supervivencia, para que se conviertan asi en animales empujados por el hambre y la locura de quienes viven en una sociedad de consumo sin poder consumir. Y cuando estos cuerpos se rebelan, o reaccionan al cruel cuidado que tuvieron al margen  de todos los accesos, son castigados por estas mismas élites mientras la sociedad los aplaude como héroes.

En su más reciente película, The Batman (2022), la primera línea del personaje protagonista es: “Soy la venganza”. Y es aquí  exactamente donde reside el peligro. Vivimos en una sociedad donde la justicia y la venganza son tratadas como si fueran lo mismo.

Vivimos en una sociedad donde la justicia y la venganza son tratadas como si fueran los mismo. 

Es muy común, entre esa gente incauta, escuchar relatos (sin ninguna experiencia previa ) de cómo las prisiones son verdaderas guaridas de vagabundos que están allí chupando de las tetillas del estado. “Comen, beben y duermen a expensas del gobierno” – dicen. Es curioso como, a pesar de esta leyenda urbana de las prisiones como lugares  “donde nadie necesita crecer o trabajar”, son esas mismas personas incautas las que parecen tenerle un miedo absurdo al sistema penitenciario. ¡Nadie quiere ir a ese resort!

Lo cierto es que las cárceles son una de las estrategias más refinadas del capitalismo contemporáneo. Esto se debe a que logran llevar a cabo el proyecto eugenésico de las élites, sacando de las calles cuerpos no deseados las cuales no hacen girar las ruedas del mercado al mismo tiempo que producen beneficios.

Desde 2019, vivo el abolicionismo penal como estrategia de lucha por la dignidad y el buen vivir en el contexto urbano. Son las prisiones y el miedo a ellas lo que silencia y domestica nuestras reacciones de rebeldía e insurgencia desafiantes a ojos de los poderosos que nos mantienen en el piso de abajo.

Desde 2019, vivo el abolicionismo penal como estrategia de lucha por la dignidad y el buen vivir en el contexto urbano. Son las prisiones y el miedo a ellas lo que silencia y domestica nuestras reacciones de rebeldía e insurgencia desafiantes a ojos de los poderosos que nos mantienen en el piso de abajo.

Es en estos años, entre viajes o a salidas temporales y trabajos de acogida a sobrevivientes del sistema penitenciario, que he podido recopilar relatos que ayudan a comprender la urgencia que tenemos, como humanidad y sociedad progresista, de acabar definitivamente con las cárceles y el punitivismo.

Cuando comenzamos la Cia dxs Terroristas, éramos muy jóvenes, algunos incluso menores de edad algo que no se espera de un grupo de activistas. Ni se nos pasó por la cabeza la idea de enfrentarnos a los barrotes del sistema penitenciario y sus consecuencias para el mantenimiento del capitalismo esclavista contemporáneo. Nuestros primeros movimientos fueron en busca de libertad. Por el derecho de ir y venir siendo quienes somos. Y, para eso, entendiendo que estábamos aislados, empezamos a mapear a nuestros compañeros y compañeras, para formar nuestro primer gran batallón.

Una de los terroristas había llegado a nuestro ensayo con cara de indignación. Le pregunté qué había pasado y me dijo: “¿Viste las noticias? Ese tipo Bolsonaro dio otra entrevista afirmando que los grupos de izquierda quieren establecer una dictadura gay en Brasil. Este tipo no tiene ni idea”.

Nos miramos a los ojos mientras escuchábamos la historia, riéndonos por momentos de este chiste patético que luego se convertiría en el presidente de Brasil, pensando creativamente al respecto. En un momento dado, alguien suelta: “¿Y si tuviéramos esta dictadura gay, entonces? Incluso puede ser divertido imaginar cómo sería si, por unos instantes, los cisheteronormativos se cambiasen de lugar con nosotros y fueran ellos quienes sintieran nuestros ‘berrinches’ en su piel”.

Esta conversación derivó en el proyecto DitaduraGay, que consistió en realizar “dictaduras gays” en espacios cisheteronormativos del norte de São Paulo. Realizamos marchas de mujeres LGBTQ 2https://www.youtube.com/watch?v=5IeHUE-QYOY en las puertas de las iglesias neopentecostales, realizamos performances 3https://www.youtube.com/watch?v=NoLzq-osW-s ; https://www.youtube.com/watch?v=rRUWhFtaM8A, un festival 4https://www.youtube.com/playlist?list=PLgMtWkqOwc5ZzQ6DfGIp2LP_76lSM0dC_ y brindamos talleres de producción autónoma y producción creativa en espacios con personas vulnerables LGBTQIA+.

En estas últimas acciones llegamos al centro Zaki Narchi para personas sinhogar, donde conocimos al colectivo Valérias. Se trata de un grupo de mujeres trans y travestis que se organizaron colectivamente en torno a  la lucha por la vivienda y que llevaban consigo el nombre de una compañera que había sido asesinada en ese mismo centro mixto en un acto transfóbico.

Fue en este proceso de convivencia con las Valérias que dirigimos nuestra mirada hacia el sistema penitenciario. Prácticamente todas las hermanas que estaban con nosotras habían pasado algún tiempo en la cárcel y llevaban consigo la doble dificultad de lograr la inserción social y conseguir entrar en el mercado laboral debido al doble estigma de travesti y delincuente. Ya equipados con tecnologías de trabajo construidas a lo largo de los años en la CiA, conocimos al investigador Víctor Serra, quien también escribe en este número de Periferias 7, y el cual nos brindo  sus investigaciones y experiencias sobre el encarcelamiento de mujeres trans y travestis.

Cia dxs Terroristas ya había entendido que una de nuestras competencias era transformar sueños, fantasias  y metodologías de investigación en modos de acción directa y eso fue exactamente lo que hicimos. La obra de Serra se convirtió en el proyecto TRANSgressoras ou Como Recuperar o Fôlego Gritando, contemplado en la 4ª edición de la Lei de Fomento à Cultura das Periferias da SMC/SP. En este proyecto, redistribuimos becas en efectivo para que un grupo de 24 mujeres trans y travestis, sobrevientes de  la prisión pudieran realizar una formación artística con el fin de producir contenidos estético-políticos que denunciasen las violaciones de derechos que el Estado había provocado sobre sus cuerpos estando en  prisión.

Si, por un lado, la formación artística habilitó repertorios expresivos que hicieron que estas mujeres pudieran denunciar en primera persona, por otro lado, fue un espacio de formación técnica que garantizó a algunas de ellas la producción de ingresos o la consecución de un empleo digno.

Los materiales producidos 5https://www.youtube.com/playlist?list=PLgMtWkqOwc5ZzQ6DfGIp2LP_76lSM0dC_ llegaron a la comisión que investigó la violencia ejercida contra las personas transgénero en la ciudad de São Paulo, por invitación de la concejala Erika Hilton (PSOL), en dos ocasiones: para denunciar los malos tratos que estas mujeres recibían en un servicio de acogida especializado (y que culminó con la destitución del equipo que provocó tales abusos) y para discutir las condiciones de encarcelamiento de las mujeres T en las cárceles del municipio.

De entre estas historias, podríamos enumerar un sinfín de debates urgentes, que rápidamente nos llevarían a la convicción de que el sistema penitenciario es una práctica fallida de tortura que necesita ser extinguida si aún queremos mantener lo que nos queda de humanidad. Pero como en un texto no se puede capturar toda la multiplicidad de contradicciones que existen en las relaciones sociales, traigo aquí algunos recortes basados ​​en etiquetas de género, en cuanto elijo resaltar las especificidades que afectan los cuerpos de las mujeres trans/travestis en la prisión.

Traigo estas reflexiones previas incluyendo un contexto más amplio sobre el sistema penitenciario, ya que sería incoherente y políticamente frágil realizar este corte sin antes abrir una  cartografía histórica que nos lleve a dos enunciados fundamentales para sustentar el debate que aquí seguirá:

1 – Toda persona detenida es un preso político

2 – Toda persona detenida es despojada de su humanidad y sometida a profundos dolores y torturas.

Vale la pena recordar que no son los llamados “delitos” que llevan una persona a prisión, sino etiquetas sociales como la raza, el género y la clase.

Si ese fuera el caso, ¿por qué Rosângela Cibele fue encarcelada por robar dos paquetes de fideos ramen, una Coca-Cola de 600 ml y un paquete de jugo en polvo, mientras que Thor Batista, hijo del millonario Eike Batista, atropelló y asesinó a un ciclista, conduciendo ebrio, sin siquiera pasar una noche en la cárcel?

¿Por qué la travesti Janaína Adans tuvo que perder casi dos años de su vida en una prisión de hombres por llevar 8g de marihuana y dos dosis  de cocaína, mientras que Aécio Neves involucrado en un caso de tráfico con un helicóptero con 500 kg de pasta base de cocaína se convierte en diputado?

Estos son solo algunos de los innumerables ejemplos que podemos dar para afirmar que el sistema penitenciario opera en base a etiquetas sociales de desigualdad y no en base a  la lógica del delito como requisito previo al castigo.

Hoy, Cia dxs Terroristas es responsable de la Casa de F.U.R.I.A. (Frente Unificada de Resistencia Abolicionista Interseccional), donde podemos ofrecer un espacio de acogida, producción creativa y renta para personas LGBTQIA+ sobrevivientes de prisión.

“Hay quienes afirman que la invención de la cometa fue china hace más de 3 mil años. Aulus Gélio, un gramático latino, escribió en Noches áticas que Arquitas de Tarento, un matemático amigo de Platón, inventó la primera cometa. Otros defienden que fueron los hindúes, polinesios, fenicios o egipcios los que la inventaron. La conclusión a la que llego es que diferentes civilizaciones inventaron y volaron cometas. O incluso puedo deliroar diciendo que las cometas son anteriores a los hombres y son ellas quienes nos inventaron para que las pudieran volar.” (Luiz Antonio Simas)

No puedo decir cuál fue primero. Sospecho que, así como las cometas inventaron a los hombres para que las volaran, nosotros también fuimos forjados por la situación. Fue la necesidad de inventar y ser creativos ante las adversidades impuestas por el sistema cisheteropatriarcal blanco y clasista lo que nos fraguo  y fue en respuesta a él que desarrollamos nuestras prácticas de terrorismo. Si esto es bueno o malo, solo puedo responder que avanzamos, armados con nuestros repertorios y compañeros, en la creencia de que algún día nuestros sueños se harán realidad y podremos ver un mundo sin prisiones. Mientras tanto, seguimos creando y atacando el sistema, intercambiando palos por alas.

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