Narrativas

periferias 5 | salud pública, ambiental y democrática

Futurismo Mathare

De limosneros a dueños de nuestro propio destino

por Kanyi Wyban

| Kenya |

agosto de 2020

traducido por Ana Rivas

Mathare, Nairobi | foto: Kongo Peter

La mayor parte de mis compañeros de la misma edad en Mathare se puede identificar por un denominador común: una historia de mendicidad y dependencia absoluta. Esto, a lo largo de los años, ha incapacitado a mi generación y ha perjudicado el empoderamiento de la comunidad de manera significativa. Hemos sido moldeados en una generación sin voz, como víctimas dependientes, esperando constantemente ayuda externa para mejorar nuestras condiciones. Como en los guetos de todo el mundo, las ONG parecen ser el único alivio de Mathare para los problemas estructurales. Dan la impresión de llenar el vacío creado por un Estado replegado. Y a veces lo son. Claramente, el Estado ha abdicado completamente de su deber tradicional y continúa descuidando estas zonas urbanas marcadas por la desigualdad. Sin embargo, con frecuencia, la verdadera contribución de las ONG ha sido aplacar la ira política y repartir como ayuda o benevolencia lo que la gente debería tener por derecho. Así, hemos terminado convirtiéndonos en una generación de ONG, que la sociedad prefiere calificar de perezosa y con derechos.

Al hacer un intento para recordar el origen de la dependencia, viene a la memoria, cómo miles de nosotros fuimos enseñados a ser limosneros profesionales antes de estudiar el abecedario. En ese entonces, yo era un niño de 3 años con toda una vida por delante. Las madres y las tías eran las mejores profesoras para este tipo de habilidades. Ellas escogían cuidadosamente los candidatos potenciales desde la distancia y luego nos decían que usáramos "la cara triste" cuando nos acercáramos. Al menos así fue como se inició en mi familia y en muchas otras familias de los alrededores. Nuestras "profesoras" pedían que extendieramos la mano hacia el extraño al azar de la misma manera que lo hace un cliente cuando pide su cambio. Al extender la mano debíamos decir las siguientes palabras:

¡Anko saidiaa, saidiaa anko...!

¡Ayúdame tío, tío, por favor, ayúdame...!

Esta era la forma más segura de conseguir unas pocas y muy necesarias monedas del transeúnte.  Por alguna razón, estas tácticas tuvieron un éxito considerable, ya que volvíamos a casa con algo de dinero para la comida y otras cosas. El niño que se las arreglaba para traer a casa la mayor cantidad era recompensado con pequeños favores por aquí y por allá. Naturalmente, tan ingenuos como éramos, nos poníamos celosos e intentábamos "trabajar" para ganar los privilegios extra de nuestro trabajo. Luego vino Misiones de Esperanza Internacional (MOHI), una ONG de beneficencia que se mudó a nuestro vecindario ofreciendo educación gratuita, un programa de alimentación y, no te la pierdas, alimento espiritual. Los padres no podían darse el lujo de pensar en perder un cupo para sus hijos. Fue como una gran cantidad de mis compañeros dejaron las calles para buscar nuevas posibilidades. Ahora, más niños tenían una oportunidad justa de acceder a la educación, a diferencia de antes, cuando el número de personas que conocía que habían llegado más allá de la escuela primaria, era cuantificable. Con el tiempo, sin embargo, se crearon más y más organizaciones a nuestro alrededor, tratando de abordar cuestiones que iban desde la concienciación sobre el VIH/SIDA hasta el empoderamiento de la mujer, pasando por la inseguridad alimentaria, etc., un buen número de las cuales eran organizaciones de maletín obviamente creadas para desviar el dinero de las donaciones o como instrumentos para la evasión de impuestos.

El lado oscuro de la beneficencia es que nunca proporciona soluciones sostenibles a la desigualdad sistémica. Proporciona un sentimiento gratificante instantáneo tanto al que da como al que recibe,g pero sus implicaciones pueden ser espeluznantes. Este empeño misionero sólo es capaz de atenuar la angustia de la gente alterando la psique pública y suavizando los límites de la conciencia y la resistencia política.

Así que, no... rechazo que mi generación esté formada por el tipo perezoso y con privilegios. Se ha considerado muy normal que los jóvenes de los barrios pobres de Kenia reciban educación pero no tengan empleo, sean vulnerados deliberadamente y, preferiblemente, silenciados. De hecho, un equipo de jóvenes con los que trabajo en el Movimiento Verde de Mathare (MGM) está firmemente decidido a acabar con ese propósito. Nos centramos en establecer vínculos explícitos entre las desigualdades sociales y económicas en Nairobi con una genealogía del apartheid medioambiental, un pensamiento que surge profundamente del análisis de por qué Mathare no tiene árboles, mientras que justo al otro lado del río, el barrio de clase alta de Muthaiga está repleto de vegetación. Parte de la forma en que se trata a Mathare se debe a su entorno desordenado. Alguien me dijo que si a los movimientos sociales les faltara la dinámica de la juventud, seguro que morirían. No podría estar más de acuerdo. 

En vista del actual panorama político, los jóvenes, especialmente los jóvenes varones, siguen siendo fichados y victimizados todos los días sin que sus voces sean escuchadas. Es una guerra que el Estado parece empeñado en librar contra mi generación; el mismo Estado que nos abandonó y silenció nuestra libertad de expresión. En su artículo "Asesinatos extrajudiciales en Nairobi y respuesta basada en la comunidad", Brice Jacquemin (un estudiante de maestría, belga,  que conocí en enero de 2018) argumenta que la policía no realiza trabajo policial. Más bien, son una fuerza de control social. Desempeñan el papel del hombre "razonable" en una guerra injusta e irrazonable. Me doy cuenta de que es fácil tergiversar esa afirmación para acusar a toda la policía. Eso sería una falsedad. En las turbias aguas de la brutalmente corrupta policía urbana, por supuesto hay algunos de ellos haciendo un valioso trabajo. Sí, la policía es también una institución que se enfrenta a un sinfín de problemas, como financiamiento inadecuado, represión, etc. Pero es necesario desviar nuestra atención del trabajo positivo realizado por unos pocos policías y examinar la cultura policial en un contexto político mucho más amplio.


Mathare está rodeada y socialmente controlada por una fuerza inquebrantable, el legado de la omnipresencia institucional colonial. Hay comisarías de policía en cada entrada del valle: La comisaría de Pangani al oeste, la de Muthaiga al norte, la de Huruma al este y los cuarteles militares de la base aérea de Moi al sur. Según un informe de acción participativa documentado y puesto en marcha por el Centro de Justicia Social de Mathare (MSJC), entre 2013 y 2016 la policía mató a más de 800 jóvenes en Mathare y otros barrios marginales de todo el país. 

La policía es depredadora. Los casos de abuso y extrema brutalidad están desprovistos de cualquier vestigio de humanidad. Son el símbolo de una sociedad que se nutre de la victimización de toda una generación. Una sociedad que nos enseñó a mendigar, nos da sobras sin oportunidades, pero no condena la injusticia ni el fracaso deplorable del Estado en el ejercicio del gobierno.

La urgente necesidad de sortear las duras realidades existenciales de la juventud de Mathare nos ha obligado a emplear tácticas inteligentes sobre cómo evitar cualquier tipo de encuentro violento con los oficiales que patrullan. Debes llevar tu cédula de identificación nacional cada vez que salgas de la casa. Si la persona no presenta el documento  cuando se le pide, las negociaciones serán  infructuosas  y pueden llevar a un acoso sin sentido o incluso a la aprehensión. Aún más extraño es el hecho de que el policía asesino más famoso es generalmente conocido por su cara y su nombre, pero nadie se atreve a decir su nombre en público sin un sentimiento de paranoia que recorre el cuerpo. Es como si viera y escuchara todo. La mayoría de la gente cree que lo hace. Imagínese. Ningún hombre debería tener todo ese poder, tener a toda una comunidad de rodillas.

Con el paso del tiempo también hemos inventado un apodo para él. “Mjamaa”. De esa manera, todo el mundo puede decir su nombre sin aumentar la tensión, incluyendo las mujeres que son comúnmente las primeras informantes cuando él está cerca, apareciendo en un insignificante coche Probox. Eso nos ayuda a cuidarnos los unos a los otros. Mjamaa es conocido por causar caos en los centros juveniles. Una vez, apuntó su arma y disparó a un equipo de sonido que estaba tocando música durante el entierro de un joven que había ejecutado recientemente. Interrumpió la recaudación de fondos inmediatamente, profiriendo innumerables insultos, diciendo:

“¡Los 'matones' merecen morir y enterrarlos después!”

La libre circulación también es muy limitada en nuestro propio vecindario. Un joven no debe andar libremente por la noche: si sale de fiesta de madrugada, sólo puede volver a casa por su cuenta y riesgo. ¡Para los que llevan rastas como yo, el riesgo es enorme! Es una de las características clave, entre muchos otros códigos de vestimenta, que se utilizan con frecuencia para fichar a los posibles sospechosos. Según la policía, vestirse de cierta manera sólo te pone en la categoría de culpable hasta que se demuestre que eres inocente. Como si existiera una apariencia distintiva para los criminales.

Esto incluye el uso de cadenas brillantes, ciertos zapatos y gorras. El fundamento de esto es alarmantemente perturbador; la policía está convencida de que los jóvenes desempleados no pueden darse el lujo de usar cadenas y zapatos apropiados sin cometer algún tipo de delito. No entiendo por qué un simple peinado o un traje elegante debe ser usado para caracterizar a los matones. 

La creación de la MGM nos obligó a utilizar diferentes formas de lucha en un intento de crear conciencia en la sociedad. El término "Futurismo de Mathare" fue ideado para describir nuestra visión sobre las potenciales posibilidades y nuestro trabajo para diseñar un nuevo futuro para Mathare. Como la mayoría de nosotros somos artistas, nuestro enfoque utiliza el arte, la música, las palabras y los árboles como nuestros símbolos de poder. 

No sólo reverdecemos nuestro medio ambiente, sino que también alimentamos a la comunidad mediante la plantación de árboles frutales, proporcionamos medicinas naturales mediante la plantación de árboles medicinales, embellecemos la comunidad con flores ornamentales y honramos las vidas de aquellos que hemos perdido a manos de la policía en Mathare plantando árboles en su memoria. De esta manera ofrecemos sanación a un pueblo herido, a la familia y a los amigos de las víctimas. Los árboles son un símbolo de regeneración y pretendemos nutrir nuestras vidas junto con la comunidad, usando los árboles como tótems de resiliencia. Su supervivencia en medio de las fuerzas que actúan en contra de su crecimiento es ilustrativa de cómo nos levantaremos, no ya como limosneros sino como dueños de nuestro propio destino.


 

Kanyi Wyban | |

Joven escritor y músico que vive en Mathare - Nairobi, Kenya. Es el fundador de Héroes de Mathare, un proyecto de narración de historias que tiene como objetivo contar bellas narraciones celebrando a los héroes de la comunidad que, de otra manera, se consideraría un pobre barrio. También es coordinador del Movimiento Verde de Mathare, una campaña de justicia ecológica destinada a promover la acción de los jóvenes para recuperar la humanidad de Mathare plantando árboles y haciéndola más verde.

@matharegreenmvement @wybanmusic @wybanmusic

Ediciones Anteriores

Suscríbete nuestra newsletter