El diccionario de la vida
Escritura colectiva, lenguaje y experiencia en contextos de encierro
Carlos Ríos
| Argentina |
julio de 2022
Resumen
El presente trabajo se articula como relato de una experiencia docente en el marco del Taller literario en la Escuela de Adultos Nº 701 de la Unidad Penal Nº 1, Lisandro Olmos, La Plata (provincia de Buenos Aires, Argentina) y como instancia posible para pensar la relación con el lenguaje de las personas privadas de la libertad. Una de las herramientas propuestas durante el año en curso es la creación de un diccionario, en tanto ejercicio de reflexión y práctica de la escritura que permite invertir la idea de la lengua como un sistema cerrado, estabilizado por la normativa y la historia para convertirlo en una constelación abierta y asociada a la propia experiencia. Los alumnos son los que establecen las entradas del diccionario y escriben las definiciones. Dicho ejercicio permite reflexionar sobre los procesos complejos de producción de significado y también, en un plano específico, sobre las distintas formas de la definición. Pero, sobre todo, la gestión del diccionario a partir de estas pautas, instala a los alumnos como productores de lenguaje a partir de la selección e inclusión de términos y, entonces, como participantes activos de las redes de sentido. El diccionario en proceso revela las negociaciones permanentes con la autoridad de la letra tal como aparece corporizada en los diccionarios de la lengua española y se revela como una forma de historia de las palabras que es, a la vez, un relato biográfico y social, atravesado por la articulación indisociable entre lenguaje y experiencia.
Abro esta intervención in media res, con un pensamiento compartido acerca del lugar de la práctica de taller literario en contextos de privación de la libertad. Particularmente, cuando nombro el espacio del taller ante otros docentes, incluso ante los alumnos, lo hago de una manera reversible: “taller literario” por un lado y “taller de lectura y escritura” por el otro. ¿En que podría fundamentar esa diferenciación a medias sinonímica? En primer lugar, en una necesidad de no restringir las prácticas de lectura y escritura del taller a una cuestión de géneros; en segundo lugar, a fin de intensificar el grado de amplitud de la práctica de la lectura y la escritura, esto es, romper el cerco de la representación ficcional y ligándolo con otros dispositivos textuales.
Lejos de una asociación casual, la mención de dicha problemática tiene que ver, de manera directa, con la propuesta de escribir un diccionario en el espacio del taller. Haciendo propio este proyecto que atraviesa los géneros cuestionandolos, los alumnos de primaria de la Escuela 701 de la Unidad Penal Nº 1 de Lisandro Olmos, además de componer los textos habituales que circulan y se escriben en un taller —cuentos, canciones, poemas, y cartas— comenzaron a producir textos para el diccionario. Aclaremos que no se trata de un diccionario o un glosario tumbero —es decir la jerga que usan los internos cuando hablan entre ellos—, y esta delimitación se debe a una decisión implícita en la selección que hicieron los alumnos, al proponerse la definición de palabras ajenas o en apariencia alejadas de los modos de representación propia del léxico que manejan dentro de la unidad penitenciaria.
La propuesta del diccionario se fundamenta, además, en la necesidad de generar ejercicios de escritura puntuales, que puedan ser resueltos en una sesión de taller —sabemos que la interrupción de cualquier desarrollo, en contexto de encierro, es una constante— y configurar, de a poco, una muestra eficaz de escritura colectiva. Proponer la configuración de un diccionario a partir de la experiencia de los alumnos con las palabras, en tanto ejercicio de reflexión y práctica de la escritura nos permite invertir la idea de la lengua como un sistema cerrado, estabilizado por la normativa y la historia para convertirlo en una constelación abierta y asociada a la propia experiencia.
En contextos de privación de la libertad también la educación reproduce contenidos, pero a la par es necesario enfocarse en la reconstrucción de la identidad personal, es decir ampliar el horizonte personal y de brindar mayores posibilidades de expresión a los alumnos, acciones que deben desarrollarse sin imponer un modelo. Se trata, en todo caso, de desterrar —con las dificultades que ello implica— las hegemonías culturales en la producción y reproducción de sentido, pensar la cultura no como un sistema de jerarquizaciones, sino como elemento de cohesión y relación social. La batalla de las palabras en los discursos sociales reproduce hoy una contienda inevitable. Escribir un diccionario supone, en el espacio del taller, evidenciar esas tensiones y ponerlas en cuestión.
¿Escribir un diccionario?
Ese “objeto robusto y simplista” que al decir de Roland Barthes conjuga como ninguno sencillez y complejidad en torno de la lengua que describe, puede definirse de distintas maneras. La acepción más usual, tal vez la más utilizada en esta región lingüística es la que nos ofrece el diccionario de la Real Academia Española (RAE):
Libro en el que se recogen y explican de forma ordenada voces de una o más lenguas, de una ciencia o de una materia determinada.
También podemos encontrar una definición más literaria, no por ello menos profunda y precisa. En este caso elegimos la que da Ambrose Bierce en El diccionario del diablo:
Un malévolo recurso literario para entumecer el crecimiento de un lenguaje y volverlo duro y poco elástico.
La definición de David, integrante del taller, sorprende por buscar en la escritura cierto registro o tono “objetivo” propio de los diccionarios:
Es un libro donde se encuentran las palabras que no se entienden su significado, que se encuentran ordenadas alfabéticamente, cada sentido de las palabras y su significado.
En cambio, en las entradas propuestas por Luis y Rodrigo, hay una yuxtaposición de elementos subjetivos a los pretendidamente objetivos:
Es reflejar lo que vemos en otros o en nosotros mismos para dar a entender lo que soy o voy a hacer, es una guía para escribir, entender.
Es lo primordial, uno de los pasos más importantes en la vida. Es la enseñanza, el lenguaje y la visión de toda creación humana, nombre, utilidad, corrección, perfección, escritura, explicación de la ciencia y la tierra.
Por último, transcribo la definición de diccionario según Nahuel, otro de los alumnos. Dicha definición se diluye y completa en un breve relato, allí el significado de la palabra cobra una espesura particular, la que otorga la experiencia:
Un día, queriendo enseñar a mi sobrina a hacer la tarea, lo que mucho yo no entendía, buscábamos una palabra que no podíamos encontrar, me dice mi sobrina vamos a buscar en el diccionario, y yo le digo qué es el diccionario, y ella me dice es una parte de la lectura que ayuda a saber juntar las palabras, a saber disolver (sic) las preguntas, ella me terminó enseñando lo que es un diccionario.
La idea de escribir un diccionario a la par de otros textos abrió una serie de interrogantes. ¿Qué es un diccionario? ¿Qué jerarquías pone en evidencia ese libro que familiariza y acostumbra a la par que desorienta? No perdemos de vista que las palabras, además de remitir a cosas y ofrecernos en conjunto una representación del mundo, remiten a otras palabras. ¿Quiénes son los encargados de dar entrada a las palabras en esos libros? Usarlo, en tanto herramienta. ¿Cómo? ¿Abrirlo sin más? ¿Cuáles son sus protocolos?
No hace falta decir que el diccionario marca una utopía inútil, la de registrar la invariabilidad de la lengua a la par que exhibe su desarrollo y transformación, su reformulación constante producto de su uso indiscriminado y mestizo por parte de los hablantes de una comunidad determinada. Esa es la fuerza de los hablantes; y la riqueza de una lengua reside, en gran parte, en su transgresión. Las instituciones, por otra parte, y en tensión con los hablantes, intentan normalizar esa lengua, canalizar cada grupo de palabras en cadenas de sentido más o menos autónomas, estandarizadas, regidas por el uso, la apropiación y los poderes que se erigen a través de ellas.
En primer lugar, la propuesta de elegir una palabra y pensar cómo podríamos explicar su significado a una persona que desconoce eso a lo que refiere, situó a los alumnos del lado de los saberes, de aquello que le sabemos a las cosas por las palabras y por nuestra experiencia. Al escribir necesitaron armar puentes entre la cosa descripta y la palabra que la nombra. ¿Cómo le explico a alguien que nunca vio un espejo lo que es un espejo? Esta pregunta tan orientadora como incierta concentraba en cada uno de los alumnos la posibilidad de transmitir un saber y ponerlo en consideración. Lo que al principio surgió como una duda, como una imposibilidad —¿qué tengo que hacer?, ¿cómo lo hago?—, dio paso a un afianzamiento progresivo, respaldado en la práctica de la escritura.
En cada palabra entran en tensión el aspecto objetivo de la definición propia del diccionario y la subjetividad del hablante. El trabajo en grupo sostiene y fortalece la producción, los alumnos funcionan como una comisión de trabajo involuntaria, en tanto no importa quién define tal o cual palabra, sino el surgimiento de inesperadas redes de sentido, una vez entendida la posibilidad de armar un libro que en su mayoría sólo firman las instituciones académicas.
El espacio de la práctica
Según Philippe Hamon, el sistema descriptivo se organiza a partir de tres saberes: el enciclopédico, el de la experiencia y el del lenguaje. En este triángulo se resuelve la vida de las palabras y lo que representan, la información que nos traen del mundo. En el taller, trabajamos sobre los tres aspectos, haciendo hincapié en los saberes previos que poseen los alumnos. Las palabras hacen posible que regresen, al principio de un modo nebuloso que va ganando, con el correr de las sesiones, un grado de precisión cada vez mayor. Así aparece la escuela, un diccionario en una casa o en una situación particular.
De este acercamiento dan cuenta los alumnos. A continuación transcribo algunos recuerdos de los mismos en relación con el uso y la presencia de diccionarios.
Hernán: "Al diccionario lo vi en la taquería (comisaría), un cobani (policía) se lo estaba enseñando al pibe (joven) que estaba conmigo detenido, le decía que lea para no ser tan burro."
Leonardo: "En el 2005, cuando trabajé en una empresa de viajes, para poder utilizar más palabras y poder enredar al comprador con palabras que no entiendan, y con esas palabras poder tapar la verdad de los viajes y que compren satisfechos y conformes, tuve que utilizar el diccionario."
Ricardo: "En mi casa hay un diccionario para que mis nietos aprendan el significado de cada palabra."
En las sesiones del taller, la selección de palabras tiene distintos orígenes: los alumnos eligen palabras, en ocasiones selecciono las palabras de textos literarios o ellos seleccionan de diarios y revistas aquellas palabras que les llaman la atención por una razón particular o no conocen su significado. Escribo las palabras en el pizarrón y pregunto si alguno sabe qué significan, o qué podrían significar. Es notable observar que siempre aparece una relación, más o menos remota, con un sentido que nos permite rastrear significados.
Entre las palabras escogidas por los alumnos para integrar el diccionario, podemos citar las siguientes: ala delta, amor, aire, paz, delincuencia, caballo, paisaje, cárcel. De repente se abre un espacio lúdico: nos sentimos detectives o catadores de palabras, exploramos su materialidad, establecemos familias por raíces y desinencias, nos dejamos llevar por sonidos semejantes, realizamos asociaciones libres, no exentas de caprichos. En esta búsqueda grupal, la palabra es un imán que busca una historia particular, su recuperación en el contexto de una experiencia, cada palabra atrae un sinnúmero de palabras y así vamos conformando un radio de significación cada vez más amplio.
Estas palabras, sus posibles definiciones, son escritas y luego conversadas, en primera instancia sin abrir el diccionario. Por lo general, el cotejo con el diccionario se hace al final del taller o no se hace; dicha comparación nos permite seguir entreviendo los significados que intervienen según el uso y la situación comunicacional. Se trata, en cada caso, en ampliar el vocabulario a partir de asociaciones que tienen que ver con los distintos niveles de la palabra.
El diccionario en proceso revela las negociaciones permanentes de los hablantes con la autoridad de la letra tal como aparece corporizada en los diccionarios de la lengua española y se revela como una forma de historia de las palabras que es, a la vez, un relato biográfico y social, atravesado por la articulación indisociable entre lenguaje y experiencia.
La palabra en escena
A continuación, quisiera exponer tres momentos en el trabajo de escritura del diccionario que surgieron en el taller. Situaciones que nos ayudan a reflexionar sobre el proyecto de generar un diccionario “de puertas abiertas”.
a) Ratificar y rectificar. Solicito a los alumnos, como otras veces, que elijan una palabra cualquiera y la expliquen, que traten de definir las características de aquello que es nombrado por esa palabra. Leo elige la palabra “rectificar” y la define como “volver algo a nuevo”. El ejemplo pertinente es la rectificación de un motor. Les pregunto si no hay alguna palabra parecida y dicen que no saben. Escribo en el pizarrón “rectificar” y debajo “ratificar”. Alguien pregunta si no se trata de la misma palabra. Ricardo dice que no, recuerda la palabra “ratificar” porque en un juicio donde estuvo presente, un testigo casi analfabeto dijo muchas veces que “ratificaba” que la persona acusada era la que él había visto vender droga.
El juez, según Ricardo, le dijo al testigo que esa palabra, “ratificar”, no era suya, no era una palabra que él podía usar, seguramente alguien se la había dicho y el hombre la repetía. Cuando establecemos la diferencia de significados entre modificar una opinión o confirmarla quedan sorprendidos. Fue una de las sesiones de taller más intensas, donde percibí que los alumnos habían visto con claridad el valor de las palabras en su puesta en escena, la importancia de la comprensión y cómo se juegan los espacios de poder en el territorio de la lengua. Como afirma Irene Klein, “el lenguaje nunca es ingenuo”. Al día siguiente, llevé titulares de diarios donde se utilizaban ambos términos y los analizamos.
b) Bicho y bicho. Leo define la palabra bicho para referirse a alguien “dormilón, lento, tonto”. Entre todos hablamos de otros significados de esa palabra: “una clase de insecto”, escribe Nahuel, también un animal cualquiera o una persona “viva” para hacer las cosas. Esta última acepción contrasta con el significado que tiene la palabra “bicho” dentro de la unidad carcelaria: afuera, alguien “bicho” es una persona astuta; adentro, el “bicho” –o peor, el “bichito”– es alguien “de pocas luces”.
c) Independencia. Con motivo de la celebración del Día de la Independencia, les pido que definan la palabra “independencia”, luego de leer en la sesión de taller el Acta de 1816. Junto con la palabra independencia aparecen otras relacionadas: libertad, justicia, sabiduría. A la explicación lineal o figurada del concepto que los alumnos escribieron (por ej. “la independencia es como el viento, existe, no se ve”), agregamos un método de composición “matemático” que consistió en sumar dos términos y asignar un resultado (por ej. “justicia + sabiduría = independencia”). Esta manera sintética de delimitar sentidos entusiasmó a los alumnos, al grado de elaborar más de treinta consignas. Las mismas fueron leídas en el acto escolar celebratorio del 9 de Julio. Tuvimos, por parte del cuerpo docente y los demás alumnos, una recepción excelente. Habíamos hecho copias de los textos y las distribuimos entre todos.
La gestión del diccionario a partir de estas pautas y descubrimientos instala a los alumnos como productores de lenguaje a partir de la selección e inclusión de términos, en tanto son participantes activos de las redes de sentido. A partir de estas prácticas, el alumno entiende que el adentro y el afuera se dirime, también, en las palabras. Que la elección de las palabras cuando nos comunicamos y el conocimiento que tenemos de las mismas contribuye a organizar un relato sobre el mundo y favorecer su interpretación.
Ahora somos conscientes que además del condicionamiento físico hay otro cerco, el que imponen las palabras, y opera sobre la percepción de la realidad, en la relación que establezco con los otros y en el sistema de representación del mundo. Conocer más las palabras y perfeccionar la comunicación con el entorno permite al alumno aprovechar cada vez más sus posibilidades e integrarse de un modo diferente a la escuela. Trabajando sobre las palabras, sentimos cómo la inequidad cultural retrocede. El trabajo es excesivamente lento, pero entre todos lo hacemos posible.
Una búsqueda incesante
Al prologar el Diccionario Hachette en 1980, Roland Barthes advirtió que “el lenguaje no es solamente el privilegio del hombre, es también su prisión. Es lo que nos recuerda el diccionario”. En un sentido inverso, a contrapelo de esta afirmación, podríamos decir que el diccionario escrito por los alumnos en el taller literario de la Escuela de Adultos Nº 701 de Olmos rompe los esquemas de apropiación y exclusión de la lengua, al introducir un sistema de referencias y significaciones propias; el registro neutro del diccionario es interpelado por el diccionario de la experiencia y viceversa.
Retomando a Barthes: ya no prisión, se trata más bien de tomar como referencia las transformaciones de la vida, la consagración de la existencia de las cosas por medio de la palabra, en la proyección de una “máquina de soñar” llamada diccionario que “al engendrarse a sí mismo [...] de palabra en palabra, termina por confundirse con la potencia de la imaginación”. En este sentido, la empresa del diccionario se desprende de su forma original para ir al encuentro de una forma que no se resuelve en la acumulación de palabras y sus definiciones ordenadas alfabéticamente; cada palabra que ingresa encuentra su lugar y le da otro espesor de sentido al conjunto, lo dinamiza, lo lleva a otra parte: exonario, indiccionario, archivo blando1Hago referencia sumaria a tres experiencias muy diferentes de (des)articular, recombinar y transmitir palabras-clave de distintas procedencias: el Exonario de Jorge Mux, el libro Indicionário do contemporâneo y Tecnopoéticas argentinas, archivo blando de arte y tecnología., artefacto sensible de percepción y lectura que registra el soñar con otros mundos posibles. Ser hablado por las palabras y, a la vez, entrar en el lenguaje y decirle “aquí estoy”.
En el taller, el diccionario va tomando forma, casi de manera imperceptible. Va ensanchando su mundo cada vez que descubrimos una palabra clave, otras palabras liberadoras, las palabras como llaves. Un propósito es seleccionar cien palabras ordenadas alfabéticamente, y es posible que su nombre surja de ahí: “Cien palabras para...”. Esa será la próxima consigna, en tiempos de armar una primera versión y encontrarle un título. También unas palabras introductorias a modo de sugerencia o instructivo de uso, en un registro descriptivo o más cercano a la imaginación literaria, algo así como una guía básica para exploradores que se aventuran en “la selva espesa de lo real”, para decirlo en palabras de Juan José Saer.
La culminación del proyecto en la publicación del diccionario podría adquirir la forma de un cuaderno, con intervenciones de otros diccionarios y el agregado de imágenes, como si fuera un collage. Queda, también, socializar la experiencia mediante sesiones de lectura y hacer un registro de ese trayecto, profundizar en las diferentes intervenciones, en fin, articular las miradas sobre ese objeto impar que lejos de clausurar un programa, lo expande y libera hacia múltiples usos de la palabra. Quisiera cerrar este artículo con uno de los poemas más difundidos de Alejandra Pizarnik, “La palabra que sana”, que bien puede sintetizar el espíritu del diccionario, su búsqueda incesante:
"Esperando que un mar sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta en el lugar en el que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa."
A continuación se transcriben, como muestra del “diccionario de la vida”, algunas entradas escritas por los alumnos en los talleres. Muchas de estas palabras surgen de las lecturas que se hacen en el Taller literario. Si bien cada alumno elige una palabra, a partir del intercambio oral también escriben y complementan las definiciones de sus compañeros.
ALA DELTA. Se trata de una disciplina en el aire, una forma de volar sin motor.
CABALLO. Animal bueno, se lo usa para el trabajo y para andar, es obediente y es lindo, hay de muchos pelajes, hay grande y chico, duerme en el campo, tiene cuatro patas, tiene crin y es hermoso.
CAIMÁN. Animal feroz, porque se encuentra en la zona de Europa.
CÁRCEL. Algo muy feo que te puede pasar en la vida, estar lejos de tu familia, rejas por todos lados, policías, gente que no conocés, renegás por todo, tenés que esperar un día para ver a tu familia, mucha maldad, peleas, traición.
DELINCUENCIA. Robo, por ejemplo es meter caño, entrar a un negocio y tirar la gente al piso y hurtar una moto, un auto. Yo lo hice por necesidad, los pibes de hoy lo hacen más por maldad.
JAZMÍN. Planta de color blanco que crece en lugares cálidos, particularmente con un aroma muy agradable, sus pétalos son frágiles, muy agradables a la vista. Sirve para aromatizar el ambiente, lo usan como perfume, para tomar té o para decorar.
LIBERTAD. Derecho de expresión, a ser libre y a hacer lo que uno quiere, mientras tanto no hay que molestar a las demás personas. Está en quien pone la voluntad para hallarla.
LIBRO. Encuadernación que relata cuentos, poesía, etc., sirve para aprender como también para difundir tus ideas.
PAISAJE. Determinado punto del planeta que uno está mirando y le parece atractivo o maravilloso.
PARAÍSO. Árbol sombrío de mucho ramaje, de hojas y semillas redondas y verdes.
VIVERO. Mi mente es como un vivero porque crezco a través de mi pensamiento.
Alarcos Llorach, Emilio. Gramática de la lengua española. España: Espasa Calpe, 2000.
Barthes, Roland. Variaciones sobre la escritura. Barcelona: Paidós, 2002.
Bierce, Ambrose. El diccionario del diablo. Buenos Aires: Longseller, 2004.
Contursi, María Eugenia y Ferro, Fabiola. La narración. Usos y teorías. Buenos Aires: Norma, 2000.
Florio, Alberto et al. Sujetos educativos en contextos educacionales complejos. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación, 2010.
García Negroni, María Marta (coordinadora). El arte de escribir bien en español. Buenos Aires: Santiago Arcos, 2004.
Hamon, Philippe. Introducción al análisis de lo descriptivo. Buenos Aires: Edicial, 1991.
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Real Academia Española. Diccionario esencial de la lengua española. Madrid: Real Academia Española, 2006.
Carlos Ríos | Argentina |
Nació en Santa Teresita, Buenos Aires, Argentina. Es escritor, editor y profesor en Historia del Arte. Publicó más de veinte libros, entre los que destacan Manigua, Cuaderno de campo, El artista sanitario, Un shock póstumo, Hikikomori argentino, Perder la cabeza, Un día en el extranjero y Rebelión en la ópera; parte de esta obra integra catálogos en Brasil, España, México, Francia, Chile y Uruguay. Compiló, entre otras, las antologías Sin pena, Haikus libres y Estamos todos bien, con textos e ilustraciones producidos en talleres literarios de cárceles de la provincia de Buenos Aires. Es miembro del consejo editor del sitio cultural BazarAmericano.com, manufactura libros y fanzines en la Oficina Perambulante y desde hace más de una década coordina talleres de escritura, lectura y producción editorial en contexto de encierro.
En el año 2005 fue declarado visitante distinguido por el Ayuntamiento de Huejotzingo, México. Recibió la Beca Creación 2019 del Fondo Nacional de las Artes por su proyecto de escritura etnográfica sobre talleres literarios y prácticas de lectura en cárceles.