edición litafrika

periferias 8 | litafrika: Encuentros Artísticos

ilustración: Mateus Rodrigues

Los transparentes

Ondjaki

| Angola |

junio de 2023

traducido por Verónica Acuña Aviles (Laboratorio de Traducción de la Unila)

fragmento traducido de Os transparentes
(Caminho, 2012)

*

Si ando con ese joven, es por sus gestos, es casi mi sobrino o también podría ser mi hijo, y por el olor de las conchas que recoge y vende, lo respeto en esa profesión de pedirle al mar y a Kianda para recoger las conchas... Que son como los juguetes de Kianda... pero no es solo por hablar, lo digo porque lo veo...

quiero decir, de oír y sentir las cosas... hoy mismo vi este cine con la distribución de las sillas y me está gustando mucho… porque...

el Ciego estalló en una carcajada tan minúscula que realmente parecía el contra ejercicio de un actor profesional, una sonrisa bonita y sin sonido, como un bulto o una sombra de ningún sol – yo nunca vi una de esas películas guarras que pasan aquí  con extranjeras gritando y todo eso... ya las escuché así de lejos en algún que otro barrio... ¡pero decir que lo he visto, nunca lo he visto!

el Ciego volvió a su lugar, moviendo la cabeza de un lado a otro, de un modo alegre, sin creer aun en las palabras que acababa de pronunciar, la postura de los otros era de mayor respeto, y, al regresar, el Vendedor de Conchas lo ayudó a sentarse.

— Papito  –João Devagar habló fuerte–, ¡sigues tú al palco!

— pero yo, tío João...?

— ¡sigues, aquí no discriminan a los nuevos!

soltó los trapos y claramente sintió que no sabía dónde colocar las manos, evitó levantarse, intentó sentarse,sintió un ardor en los ojos que lo hizo buscar el cielo, miró hacia arriba, alargó la pausa de su pesado silencio y, cuando finalmente miró a la audiencia, era otra persona:

— si así he de hablar –la voz era diferente – entonces solo será del tema de la guerra y de mi madre... que la guerra cuando me quiso asustar yo ya estaba corriendo

— Los ruidos bailaban en el aire – y a mí que ni siquiera me dio para volver a casa para ver si mis hermanos tenían que…–la voz, que era otra, fallaba–,

de correr aún con hambre y sed y heridas en los pies, de que luego caminamos con un comandante que hasta hoy no me acuerdo cuántos kilómetros, solo de los días, que fueron muchos... el tono que era desconocido se hizo demasiado cercano.

— y  que a decir verdad de noche aún sigo soñando con esos días con algo que siempre se me ocurre repetir en sueños, cuando lo sueño por la noche...

— en el aire, los ruidos cesaron su danza. –

Y que es... por así decirlo con palabras... lo que no pude gritar… no pude gritar el nombre de mi madre... que hasta hoy en día la estoy buscando... volvió a tomar su trapo de limpieza, se sentó atrás, recuperando el aliento, volviendo del lugar de donde aún no había podido regresar.

— a mí solo me llaman Vendedor de Conchas, por decirlo así, hablando de verdad, no se trata de abusar ni de hablar por nada... es que estoy aprendiendo mucho con el viejo Ciego. Una persona, quiero decir... nunca se ayuda sola, si tiene a otra cerca de él.

a veces no se trata solo de ser ayudada, también es bueno para el corazón ayudar al otro, no lo digo yo, digo cosas que el viejo Ciego me ha dicho, es que a veces él tampoco se da cuenta que habla de noche tampoco se da cuenta de q, mientras duerme…entonces la ciudad de Luanda es eso, que una persona ande así vendiendo conchas, atacando a las señoras que tienen más dinero, si no tienen dinero uno también puede hacer un trueque... y a las muchachas bonitas directamente se les ofrece... pero la persona... lo importante de todos modos es estar bien, feliz… cosa que recuerdo desde el inicio, es que me gusta hundir y vender conchas... Kianda me protege... Odonato sintió que tenía que hablar, se levantó lentamente mirándose las manos y moviéndose con la lentitud de un tímido condenado, había entendido e incorporado las reglas  del juego, y en la corta caminada buscó sacarse de la cabeza la idea de la profunda aprehensión que sentía en relación al hijo. se acomodó en la silla y continuó mirándose las manos, haciendo que el auditorio hiciera lo mismo, irguió ambas, girándolas hacia el público como quien exhibe parte de su intimidad, una brisa leve hizo bailar las antenas más viejas y despertó al gallo tuerto del otro edificio.

— ship... duerme allá, hombre, aún no es de madrugada, el vecino, disculpará la intrusión del GalloCamões, nuestra mascota cinematográfica.

— y JoãoDevagar calló

— primero fueron las manos, las puntas de los dedos... no es que mi cuerpo fuera así de  transparente como estoy quedando ahora mismo, y se ve... al inicio, las manos se volvieron más ligeras... y los dolores de estómago desaparecieron...

Odonato giró las manos hacia sí mismo y hablaba solo mirándolas – un hombre, para hablar de sí mismo, habla de las cosas desde el inicio... como las infancias y los juegos, las escuelas y las niñas, la presencia de los tugas y las independencias... y después, cosa de hace poco tiempo, vino la falta de empleo, y de tanto buscar y nunca encontrar trabajo... un hombre deja de buscar para estar en casa y pensar en la vida y en la familia. En el alimento de la familia.

para no gastar, come menos... un hombre come menos para darle de comer a los hijos, como si fuese un pajarito... y luego me dolía el estómago... y los dolores internos, los de una persona cuando ve que en la crueldad de los días, si no tiene dinero, no tiene como comer o llevar un hijo al hospital... y los dedos se empezaron a poner transparentes... y las venas, y las manos, los pies, las rodillas... pero el hambre fue pasando: fue así que empecé a aceptar mis transparencias... dejé de tener hambre y me siento cada vez más leve... estos son mis días... y volvió a mirar a cada uno a los ojos, incluyendo el Ciego.

— este es el cuerpo que tengo ahora — se levantó para volver a su lugar.

Se hizo sentir el silencio

— mis amigos — JoãoDevagar no pudo contener la emoción

— no sé cómo agradecerles... no por la ayuda de venir aquí a arreglar nuestro cine del séptimo arte... es realmente por la contribución de la gente humana, el mundo sabrá que aquí, en la terraza de nuestro querido edificio, en Luanda, hoy, a esta hora, un grupo de hombres testimoniados por un gallo que no ve muy bien... ¡este grupo de hombres hizo teatro!

¡teatro a la antigua, a la moda de los duros!, porque... solo los grandes hombres lloran en la compañía solitaria de otros hombres –cruzó las manos sobre el pecho —, ¡fin de la cita, mis amigos, buenas noches y sean felices! sin tocar en la geografía de las sillas o de las antenas, Odonato pasaba largas horas al costado del edificio observando el afán de los carros circulando por las vastas y apretadas arterias de la ciudad de Luanda.

un brillo de anhelo interno le iluminó el corazón y el hombre cedió a la tentación de abrir su camisa para observar torpemente su propio pecho, pero la transparencia aún no permitía que Odonato observara lo que le invadía las venas.

— ¿Nato? ¿Qué fue? — Xilisbaba se extrañó del gesto 

— ¿qué fue qué? — Odonato se cerró la camisa.

— ¿dolores en el pecho?

— dolores en el corazón

— ¿en serio?

— dolores en el corazón por sentir. déjalo ahí, mujer mía, los médicos ya me lo garantizaron, sufro de añoranzas acumuladas.

Xilisbaba sonrió y alejó a su marido del costado del edificio como lo había hecho durante años.

— sufro de una desorganización de añoranzas

— no me hagas reír, Nato.

— es verdad, hoy lo entendí bien. tengo añoranzas en todos los sentidos, no solo tengo añoranzas del pasado. tengo añoranzas hasta de cosas que aún no sucedieron.

— ahora pareces hablar como mi madre.

— realmente lo hago... pero dime, ¿qué pasó?

— llamó Gadinho.

— ¿y entonces?

— encontró a Ciente en una estación de policía, dejó indicaciones, pero...

— sigue.

— dijo que es una estación de policía muy complicada y que él ya tuvo makas con el comandante de allá, no te puede ayudar.

— bueno, al menos sabemos dónde está Ciente, ¿él dijo algo más?

— dijo que pudo hablar con uno de los guardias que duerme allá.

— entonces, ¿ quieren dinero?

— no, parece que no.

— ¿qué quieren?

— mañana hablaré con MaríaComForça para que te prepare una canasta.

— pero ¿qué quieren los guardias?

— ¡bistec con papas fritas! dijeron que si llevas bastante, le darán el resto a tu hijo.

— ¡hijos de puta!

— ¡Así es la vida...! que bien por nosotros, porque creo que puedo conseguir bistec y papas fritas. ahora, si fuera dinero sería mucho peor.

— tienes razón.

Odonato recostó su cuerpo al de Xilisbaba y ella se sintió más a sí misma que a él.

— ¿Estás más delgado?

— Si

— Nato... tienes que comer, hijo – suplicó Xilisbaba.

— No tengo que comer, Baba... No comer ha sido bueno para mí, ya te expliqué. Dejé de sentir dolores en el estómago, me siento mejor, pienso mejor, tal vez ustedes también puedan hacerlo.

— Ya hablamos sobre eso, Nato, todos menos los niños.

— está bien.

Odonato volvió al borde del edificio,  miró el cielo de Luanda, vio al gallo esconderse, después se quedó inmóvil con el cuerpo sudoroso y rígido, como una estatua bien esculpida.

— la verdad es aún más triste, Baba: no somos transparentes por no comer... Somos transparentes porque somos pobres.


 

Ondjaki | ANGOLA |

Ondjaki estudió sociología en Lisboa y posee un doctorado en estudios africanos de Nápoles. Su trabajo incluye cinco novelas, cinco colecciones de historias cortas , seis volúmenes de poesía, dos obras de teatro y nueve historias para niños; sus libros han sido traducidos a diversas lenguas. En 2010 recibe el brasileno “Prêmio Jabuti”, en 2013 fue galardonado con el Portugues “Prémio José Saramago” y en 2016 con el “Prix littéraire du Monde”. También es dueño de una librería y una editorial en Luanda.

@ondjaki @ondja_ki @ondjaki

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