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periferias 8 | litafrika: Encuentros Artísticos

Nuestros hechizos

Virgília Ferrão

| Moçambique |

junio de 2023

traducido por Ximena Vargas (Laboratorio de Traducción de la Unila)

fragmento traducido de Os nossos feitiços
(Katuka Edições, 2022)

*

Miré el reloj. 3 de la mañana. La mano que sostenía el bolígrafo temblaba. Había un papel y una copa de vino a mi lado. Era amargo como una noche de malos augurios, transformaba mis labios en arcilla. Nunca había sido de beber en la madrugada y para ser sincera, aparentemente no tenía el talento de Audre Lorde. No sabía convertir el dolor en poesía. Tiré el bolígrafo al piso, no servía ni para escribir borracha; me sentía perfectamente inutil.

Llevé la mano al pecho intentando calmar los pálpitos del diafragma que parecía que se me iba a salir por la boca de lo mucho que saltaba. Yo pasaba a través del tiempo, cayendo y atravesando el mundo de prisa, como un asteroide inmune a su propia combustión.

Los días eran diferentes. Unos buenos, otros malos. Ese, por ejemplo, se suponía que iba a ser bueno. Me había enterado de que me iba a aprobar de casi todas las disciplinas. Pero también era el día de la misa por el segundo año del aniversario de su muerte. Así que era un día pésimo. La pena había vuelto a gritar con fuerza en la boca de mi garganta. Sí, yo no había aprendido que el sol también se pone.

No era cuestión de no creer. Era solo ver la tabla e igual ahogarse. Es saber que el dolor solo conoce una dirección. La gente insistía en que tenía que hablar, como una forma de terapia, pero era duro. El silencio y el papel terminaban siendo un destierro refugio.

Los recuerdos me atormentaban. De las acusaciones de familiares. De una silenciosa sentencia. Y para ser sincera, sí, era culpable. Debí haber escuchado a Zach cuando llegó el momento, el momento de haber aprendido, mientras estaba a tiempo, a salvar a las víctimas de los roedores. Es dando como se recibe, aunque lo que ofrecí había sido muy poco. Haber perdido a mi padre es como estar en una brasa interminable.

Hablé tanto de la felicidad. ¿Con qué moral pude hacerlo? No era digna; no esa noche.

 

Me había cambiado de casa. Tiziane y yo vivíamos, ahora, en el centro de la ciudad. Era un apartamento sencillo pero acogedor. Mi hermana necesitaba estar más cerca de su pequeño estudio. En ese momento no estaba en el país. Había recibido un patrocinio para hacer un breve curso de formación en moda, junto a otras tres jóvenes, en Milán. Y eso después de haber sido la única mozambiqueña invitada a presentar una colección en uno de los mayores eventos de moda del mundo: São Paulo Fashion Week. Imaginaba que mi hermana llegaría lejos, pero no tanto. Tiziane era una estrella. Y yo seguía siendo una de sus mayores admiradoras.

— ¡Ah!, otra cosa. Nos habíamos reconectado con el abuelo Lubrino. Ya no es un enigma en mi vida. Lo vi por primera vez cuando bajó a Maputo para consolar a su hija por la pérdida del marido. El abuelo Lubrino se reconcilió con su hija Teresa. Según él, era algo inaplazable. El abuelo Lubrino también levantó la mano y la voz para defenderme de los parientes que me acusaban de traer la mala suerte a la casa.

— Parece que a tus hermanos les va bien, Laila. Danilo tiene un alto rango en el ejército, ¿verdad? Tiziane, tan joven, y ya viajando por las europas... ¿Y tú, mi nieta?

El viejo hablaba así porque no tenía ni idea de la lucha de cada uno por excavar la esperanza en lugares donde los ojos no alcanzan a ver. Tiziane había salido adelante porque se había esforzado por mantenerse siempre en forma para saltar todos los obstáculos de la vida. Danilo también estaba bien en Vilanculos, de vacaciones, paseando con su novia. A pesar de todo, nunca lo había visto tan feliz

El sufrimiento se presenta a veces como un velo de luz. No sé en qué momento se lo quitó, si fue cuando ella se sentó tantas veces a su lado, en silencio, tomándole la mano, si fue en los innumerables abrazos dados mientras él lloraba furtivamente por su padre. La verdad era que Danilo había rechazado, una vez más, a Francisca, y al entender que no quería otro abrazo que el de Jamila, le había pedido que considerara la posibilidad de darle otra oportunidad.

— Abracé la medicina, abuelo, y estoy muy feliz.

Me di cuenta, sin embargo, del significado de la mirada postrada del anciano. Disgusto, porque me llevaba lo peor de los Lubrinos: el lado místico.

— De todos ustedes, tú eres la más parecida a tu madre, ¿sabías?

No era un cumplido. Y mi suposición fue corroborada por lo que dijo a continuación:

— ¡Temo por ti, Laila! -el humo de la pipa le abrasó los labios y flotó sobre su rostro-. Es un mundo difícil ese en el que te encuentras. Puede que incluso sea una bendición, pero estarás rodeada de peligros, siempre. He visto y oído cosas que tú no te las imaginarías. Tu bisabuela se metió en eso. Dejó a su familia, viajó por el mundo. Y acabó sola. Me temo que así acabarás tú. Y no se puede ser feliz en la soledad, nieta mía.

— ¿En serio, abuelo? ¿Me estás rechazando de nuevo?

— Mi querida nieta -se rascó la poblada y blanca barba, entrelazando los arrugados dedos en la nuca, antes de expulsar el humo por encima del hombro-, nunca los rechacé. ¿Sabías que les enviaba cartas? Tu madre es muy orgullosa. Debería habernos buscado hace años. Pero nunca lo hizo. Si yo hubiera seguido esperando, habría muerto antes de que hubiéramos hecho las paces. Solo te digo lo que te digo porque quiero que estés bien. Piensa en lo que estás haciendo con tu vida.

Esa conversación me dió vueltas en la cabeza durante varios días.

No faltaba mucho para terminar la carrera. Ya estaba en el quinto año. Y esperaba que un día, no muy lejano, pudiera demostrarle a mi abuelo que estaba totalmente equivocado. Yo podía ser y sería muy feliz sola, sí señor, muchas gracias. No es que no quisiera la completud, no me malinterpreten. Solo que todo eso, esa tal completud, me sonaba muy lejana.

La gente espera el mañana para ver que las cosas pasen, para respirar, y acaba viendo que las cosas terminan sin siquiera haber respirado.

Me gustaba la Laila que veía en el espejo. Era feliz con ella a pesar de las partes que habían muerto y las otras que dolían. Me sentía más segura que nunca de que había elegido la carrera correcta. Me encantaba la medicina y, sobre todo, las infinitas posibilidades que me rodeaban. A veces un simple paracetamol y azitromicina funcionaban y curaban la enfermedad. Solo era malaria, formaba parte de la naturaleza. Pero, otras veces, la gente llevaba cosas extrañas en el cuerpo. Y el paracetamol no funcionaba por sí solo. Incluso logré salvar algunas vidas. He aquí un episodio reciente:

Había ido al hospital a donar sangre. Mientras esperaba la extracción, sentí una fuerte energía que me empujaba hacia el ala de cuidados intensivos. Fue un shock tremendo ver aquel paciente sin fuerzas para luchar, ni siquiera para aceptar la tibia cucharada de sopa que le ofrecían. Por la expresión de su rostro, hallé la posible razón. Unas semanas antes, en mis sueños, lo vi siendo roído; sí, seguía viendo al roedor y a tantas otras personas siendo roídas.

— Disculpe…

La señora que intentaba alimentar al paciente se dio la vuelta. Un enfermero que traía la medicación pasó a mi lado y me dejó entrar.

— Sé que no me conocen. Soy estudiante de medicina, pero… -entré con cautela- ¿puedo tomar su mano? Quiero orar por usted.

El maestro Capri y Zach ya me habían enseñado a eliminar los males causados por un roedor. Requería dos pasos. Primero, un salmo. Después, un toque. El toque era esencial, mezclado con el bálsamo. Elaborado especialmente para esta finalidad, costaba mucho trabajo hacerlo. Y al final, las palabras, dichas o masticadas. Desde antes de entrar a la habitación ya me había frotado el bálsamo en la palma de la mano. Siempre lo llevaba conmigo en el bolso, para tales eventualidades.

Sujeté firmemente la mano del enfermo. Un roce suave y otro para que el preparado penetrara. Y concluí:

— Que se sienta mejor y se recupere rápidamente.

El hombre se movía bajo las sábanas sudorosas como si tuviera las costillas rotas.

— ¡Oh! -la brisa rasante humedecía sus ojos-. Muchas gracias por su gesto, por la oración. Estoy... conmovido.

Mientras salía de la habitación oí al enfermo pidiendo la cucharada de sopa.

Me detuve en la puerta y me pasé un dedo por el rostro para secarme una lágrima sutil. Sabía que, a partir de entonces, todas las medicinas recetadas por el médico harían efecto. También sabía que el roedor estaba enfadado con mis habilidades. Por supuesto, acababa de liberar a una víctima suya. Me perseguía, y yo a él. Se me había llevado a mi padre, no pensaba descansar hasta descubrir quién era.

Seguía sin saber por qué estaba conectada al roedor. El maestro Capri pensaba que podría ser una conexión de sangre. Zach creía que era algo que yo había hecho mal. Menalda sospechaba que era alguien a quien yo no le gustaba. De todos modos, no me importaba. Solo quería descubrirle la cara.

Probé todos los conjuros, pero él, o ella, era bastante fuerte. Tenía sus mañas, era astuto, sabía cómo ocultar su identidad. Era una batalla peligrosa, y tarde o temprano uno de los dos iba a perder, sin duda.

A medida que pasaba el tiempo, me di cuenta de que me estaba haciendo fuerte y estaba a punto de descubrir la identidad detrás del roedor. Los ojos de él, o ella, me resultaban muy familiares.

Pero semejante bicho sabía cómo deprimirme, cómo quebrarme una y otra vez.

Lo hizo el primer día de mis vacaciones, al final del primer semestre. Yo estaba a punto de tomarme un merecido descanso. Después de unas margaritas con Jamila y Menalda, me fui a dormir, queriendo un sueño tranquilo. Pero ahí estaba, a la puerta esperándome. Vi a la siguiente víctima tendida en la cama. Estaba siendo completamente devorada. Fríos tentáculos agarraban y herían mi corazón.

Marcelo.


 

Virgília Ferrão | MOZAMBIQUE |

Virgília Ferrão ha publicado hasta ahora cuatro novelas además de trabajar como consultora legal; en 2019 fue la primera mujer en recibir el premio literario “ 10 de Noviembre” a manos del ayuntamiento de la ciudad de Maputo. Es tambien la editora de la antologia Quantum Spirits : A Journey through Stories from Africa in Speculative Fiction (2022).

@virgilia.ferrao @virgilia_ferrao

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