edición litafrika

periferias 8 | litafrika: Encuentros Artísticos

ilustración: Mateus Rodrigues

Tram 83

Fiston Mwanza Mujila

| RD Congo |

junio de 2023

traducido por Gastón Cosentino (Laboratorio de Traducción de la Unila)

fragmento traducido de Tram 83
(Editions Métailié, 2014)

*

Primera noche en Tram 83: noche de lujuria, noche de farra, noche de mendigar, noche de eyaculación precoz, noche de sífilis y otras enfermedades venéreas, noche de prostitución, noche de puterío, noche de baile y baile, noche que engendra cosas que solo existen entre un exceso de birra y la intención de vaciar bolsillos que exhalan los minerales de la sangre, esta bosta de vaca elevada al rango de materia prima, en el comienzo fue la piedra…

— Caminamos en medio de las tinieblas de la historia. Fuimos las vacas lecheras de un sistema de pensamiento que sacó provecho de nuestra tierna juventud, que nos trituró completamente. Que nos hizo mierda.

— Tuvimos un ideal, la inocencia…

— La inocencia, repite Réquiem, soltando una carcajada. ¿Vos realmente quisiste decir inocencia?

La inocencia es cobardía. Hay que amoldarse a cada época, hermano.

— Vos no cambiaste ni un pelo.

— Aquí no envejecés. Simplemente existís.

— Réquiem…

— Aquí es Nuevo-México, cada uno por sí mismo, la mierda para todos.

Tram 83 fue uno de los más populares restaurantes y bares de putas. Su fama se extendía más allá de las fronteras de la Ciudad-Estado. “Visitá el Tram 83 y morite”, era el conocido refrán que los turistas desparramaron por los cuatro rincones de la Tierra para hacer sus chanchullos diarios. De día vagaban como zombis a través de las concesiones mineras poseídos por decenas y, a la noche, caían en el Tram 83, para refrescar la memoria. Esto daba al lugar siempre la apariencia de un verdadero teatro, cuando no un gran circo. Este es el tipo de cosas que se pueden escuchar como ruido de fondo.

— Quiero masajearte como previa, Después chuparte lentamente, chuparte todo el cuerpo, chuparte hasta que se me acabe la saliva de la boca.

No solo en el Tram 83, sino también en la universidad y hasta dentro de las minas, las mujeres solteras no vacilaban en abordar a sus potenciales clientes con los mismos versos.

O músicos inadvertidos o prostitutas de la tercera edad o prestidigitadores o pastores evangélicos o estudiantes que parecen mecánicos o médicos que diagnostican en clubes nocturnos o jóvenes periodistas jubilados o travestis o vendedores ambulantes de zapatos o aficionados a los videos porno o piratas del asfalto o proxenetas o abogados inhabilitados o hombres polirrubro o ex transexuales o bailarines de polka o piratas de mar o buscadores de asilo político o estafadores organizados o arqueólogos o aspirantes a cazarrecompensas o aventureros posmodernos o exploradores en busca de una civilización perdida o vendedores de órganos o filósofos de bar o vendedores ambulantes de agua fresca o peluqueros o lustrabotas o reparadores de piezas de repuesto o viudas de milicos o adictos al sexo o amantes de novelas románticas o rebeldes disidentes o hermanos en Cristo o druidas o chamanes o vendedores de afrodisíacos o escribanos públicos o vendedores de pasaportes falsos o traficantes de armas o changadores o vendedores de antigüedades o buscadores de minas con problemas de liquidez o hermanos siameses o mamelucos o cortadores de caminos o escaramuzadores o tramoyeros o farsantes o militares violadores o bebedores de leche adulterada o panaderos autodidactas o merodeadores o mercenarios que dicen ser Bob Denard o alcohólicos empedernidos o excavadores o milicianos autoproclamados "amos de la tierra" o "políticos" o niños soldados o activistas de sillón mil proyectos dantescos de construcción de vías férreas y explotaciones mineras artesanales de cobre y de manganeso o animalitos de juguete o transas o ayudantes de mesero o repartidores de pizza o vendedores de hormonas de crecimiento, todo tipo de gente invade el Tram 83 en busca de felicidad barata.

¿Los caballeros quieren compañía?

Pendejas, apretadas en dos corpiños minúsculos, las dos flaquitas nos recibieron con sonrisas indescifrables. Réquiem se decidió por la de cabello como un pajonal del desierto.

—Tus tetas me quitan la sed.

— Señor…

— ¿Cuánto por una sesión de masajes?

La flaquita dijo un número.

— ¿Sabías que la bolsa de Tokio se está desplomando? Ella lo agarró de las muñecas.

— Lucro es igual al precio de venta más el precio al por mayor menos el embalaje…

Un aviso enorme en la entrada del Tram decía: SE PROHÍBE LA ENTRADA A POBRES, MISERABLES, INCIRCUNCISOS, HISTORIADORES, ARQUEÓLOGOS, COBARDES PSICÓLOGOS, MEZQUINOS, INGENUOS, INSOLVENTES Y TODOS LOS QUE TIENEN LA MALA SUERTE DE SER MENORES DE CATORCE AÑOS, SIN OLVIDAR A LOS MIEMBROS ELECTOS DE LA DUODÉCIMA CÁMARA, CAZA FORTUNAS SIN UNA MONEDA, ESTUDIANTES SÁDICOS, POLÍTICOS DE LA SEGUNDA REPÚBLICA , HISTORIADORES, SABELOTODOS Y BUFONES. Réquiem se quedó con el número de teléfono de la pendeja. Entraron en el estacionamiento. Tram 83 no tenía nada en especial. Era oscuro en su totalidad, como las cavernas de Lascaux. Hombres. Mujeres. Niñas. Todos con tragos y cigarrillos. Atrás, una banda masacraba desvergonzadamente un tema de Coltrane, “Summertime”, sin dudas.

Se dirigieron al bar.

Dos pendejas con enormes tetas-melones nos siguieron inmediatamente; se llama “haciendo la sombra”

“— ¿Tenés hora?”

Nada. Los ojos de Réquiem fichaban los corpiños. Una de ellas era la pendeja que lo había acostado en la estación, cuya estructura metálica…

“— ¿Tenés hora?”, martillaban las madres solteras, inflexibles y decididas. Era una tarea titánica identificar a todas las mujeres que entraban en el Tram 83. Ellas combatían el envejecimiento con garra. Era difícil arriesgar una distinción entre las pendejas, llamadas de nenitas, las madres solteras o aquellas entre los veinte y los cuarenta y llamadas de madres solteras, aunque no tuvieran hijos, y las mujeres sin edad cuya edad fija comienza a los cuarenta y uno. Ninguna de ellas quería envejecer un solo día. Pintarrajeadas desde la mañana hasta la noche, usaban tetas falsas, empleaban tácticas de pulseada para atraer clientes y usaban nombres de guerra que sonaban extranjeros, tales como Marilyn Monroe, Sylvie Vartan, Romy Schneider, Bessie Smith, Marlene Dietrich o Simone de Beauvoir para dejar su marca en el mundo.

— ¡Andá a ver en el reloj de tu papá!, retrucó Réquiem. Se quedaron con la tercera mesa de la izquierda, en el rincón del bar, que permitía una vista insuperable a las puertas del frente y a los jazzistas que prostituían la música y, a los baños y al mostrador del bar y una fila de madres solteras antipáticas, agresivas y bastante maduras.

En sus raptos de locura, Réquiem decía, a quien quisiera escuchar, que para monitorear las idas y venidas y los álbumes de bautismo, era preferible elegir una mesa que ofreciese un panorama de las áreas ya referidas, recapitulando: el mostrador del bar, los sanitarios, las mujeres solas, las puertas de entrada, los músicos, aun cuando corrían para los camarines para fumar marihuana, las meseras, las lavacopas… y así sucesivamente. Permanecieron varios minutos sin hablarse el uno al otro. Fue una hazaña intentar un diálogo en medio del pandemonio creado por una música delirante y los gritos de los turistas y otros paracaidistas que se identificaban con la atmósfera, en éxtasis, vibrando, susurrando, aullando y sacando dinero que tiraban en dirección a los músicos.

— Dame un cariñito de verdad.

— ¿Tenés hora?

— Te doy mi cuerpo, atame, haceme tu esclava, tu propiedad, tu campo de caza privado.

Todo esto alimentaba el hervor de la banda y, consecuentemente, el linchamiento de aquella bella melodía. En los laberintos de la Ciudad-Estado, no se escucha jazz para tener un olorcito de caña de azúcar o reconectarse con la conciencia Negra o paladear la belleza de las notas: se escucha jazz porque se debe escuchar jazz cuando se hace una cama de billetes, cuando se entrega lo que se vende diariamente, cuando se administra una central de extracción, cuando se es primo de un General disidente, cuando se tiene una pendeja de amante que nos ata a la cama en un aturdimiento narcótico. Jazz es una marca de nobleza, es la música de los ricos y de los nuevos-ricos, de aquellos que construyeron este bello mundo hecho pedazos. Esta gente no escucha rumba, que consideran baja, primitiva e inadecuada para el oído.

Entre rumba y jazz hay un abismo, dicen ellos.

No se escucha jazz de la forma en que nosotros nos encontramos en un baile con sabor zairense.

El jazz está por encima del declive inminente, un acantilado que solo se puede escalar si se tiene una noción de sus orígenes, de su desarrollo, de sus grandes figuras. El jazz ya no es la historia de los Negros. Solo los turistas y aquellos que manejan dinero conocen las fundaciones de esta música. Es la única identificación de una cierta burguesía, una burguesía de última hora. Consecuentemente, cuando los músicos comienzan a zapar, todo el Tram 83 saca a relucir su gesticulación somnolienta. El gran baile de máscaras al mínimo saxofón. Las caza-fortunas y las estudiantes adoptan los manierismos de los turistas. Ellas asisten, sonríen, alzan los vasos de cerveza, andan, se abren camino hasta la pista de baile, llaman a las meseras y cocteleras con los modos de los turistas, asumen el tamaño soberbio del samurái, los gestos y las actitudes de un Maharajá, la compostura de un Dalai Lama. Los caramelitos, las meseras del bar no se dejan intimidar. Sonrisas como las de la Reina de Inglaterra, ellas emulan emperatrices imaginarias. Jazz es la única palanca usada por toda la fauna del Tram 83 para cambiar de clase social como si se tratara de vagones del subterráneo.  


 

Fiston Mwanza Mujila | CONGO |

Fiston Mwanza Mujila escribe poesia, prosa corta y obras de teatro. En 2009, ganó la medalla de oro de literatura en el Francophonie Festival en Beirut y  en 2010 se convirtió en escritor residente en Graz: actualmente vive en Austria. Recibió el “International Literature Prize – House of World Cultures” por su novela debutante Tram 83 (2015).

 

De entre sus trabajos publicados más recientes se encuentran la novela La danse du vilain (2020) y la antología poética Kontinentaldrift – Das Schwarze Europa (2021, editor).

@mwanzamujila

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