Rememorando
cuento de Walidah Imarisha
| E.E.U.U. |
agosto de 2022
traducido por Ana Rivas
Ayo se paró en la entrada del jardín comunitario y examinó el encuentro en Cityheart. Gritos de alegría cercanos emanaban del parque mientras los pequeños jugaban bajo la mirada atenta y amorosa de los cuidadores presentes. El viento agitó las carpas de colores festivos donde los ancianos y otras personas que lo necesitaban se sentaban para la reunión del día. La gente de pie, agrupados, conversando alegremente antes del comienzo, contradiciendo la solemnidad del evento. Vio tantas caras familiares, gente con la que había crecido en Freedelphia. También había caras nuevas, refugiados recién llegados, que buscaban un lugar para llamar de hogar, o al menos hogar, por ahora. Sin embargo, conocía a todos aquí, incluso a la gente nueva. Para participar en un círculo de justicia, la gente tenía que estar aquí por lo menos seis meses y participar en al menos un proyecto de responsabilidad comunitaria. Tenías que demostrar que estabas comprometido con el todo antes de poder determinar qué significaba justicia.
"Si fuera un refugiado, es posible que no cumpla con los requisitos para participar", pensó Ayo con tristeza. Para Ayo, los círculos de justicia habían llegado a sentirse más como una carga que como un privilegio. El de hace dos semanas había sido particularmente agoador, duró 20 horas. Al final, el agresor y el agredido llegaron a un acuerdo, al igual que la comunidad en general, pero el tiempo y el esfuerzo para llegar hasta allí... Y los círculos ocurrían con más frecuencia. Cuando Ayo era más joven, podría haber uno o dos al año. Pero la escalada de la guerra, la creciente escasez de recursos, tanta gente nueva que llegaba de los territorios de la Confederación Unida del Facismo (o United Conferederacy of Fascism, UCF por su sigla en inglés) que nunca antes había experimentado la vida cooperativa, parecía que el trabajo en todos los frentes nunca terminaba. Y a diferencia de otras áreas del servicio de liberación, como el cultivo de alimentos, el cuidado de los niños o el mantenimiento de la paz, en los círculos no era por turnos, una vez sí otra vez no. Todos en la comunidad participaban en todos los círculos de justicia, ya fuera uno al año o uno al día.
Ayo disintió con la cabeza. Había perdido la cuenta de cuántos más de estos ya había participado.
—Hola, amada —dijo una voz profunda y suave.
Ayo se giró para ver a su mentora, Zaza, y las dos se abrazaron. A Ayo siempre le había encantado abrazar a la super alta Zaza. Siempre se sentía como si Ayo estuviera cubierta y protegida.
Ayo inmediatamente se sintió más conectada a tierra. Llevó a Ayo a su infancia, cuando estudiaba con Zaza todos los días. Habían sido emparejadas debido a la naturaleza bulliciosa y el mal genio de Ayo. Se pensó que la serenidad de Zaza sería buena para Ayo mientras recibía todo el conocimiento de matemáticas y jardinería de Zaza. Y funcionó. Incluso hoy, cada vez que Ayo se exaltaba, cerraba los ojos e imaginaba que estaba junto a Zaza en el jardín comunitario, con el calor del sol en su espalda. Por el rabo del ojo, Ayo solía mirar a Zaza, sus largas y gruesas rastas grises enrolladas en la parte superior de su cabeza, sus manos fuertes y envejecidas tiernamente colocaban los nuevos brotes en la tierra. Ese recuerdo siempre calmaba a Ayo.
—¿Has hablado con Essakai recientemente? —preguntó Zaza, trayendo a Ayo de vuelta al presente.
La brisa alborotó el afro de Ayo, tirando juguetonamente de los rizos, como su sobrine.
Essakai, también llamado Kai por quienes le amaban, había hecho desde que eran pequeños. A pesar de que los dos formaban parte de una familia elegida, ambes se parecían más que muchas familias de sangre. La misma piel castaña, el mismo cabello rebelde, la misma sonrisa traviesa, aunque Essakai la exhibía con mucha menos frecuencia que Ayo. Dos años mayor, Kai siempre fue el erudito. De niños, Essakai siempre quiso saber los porqués del mundo. No era suficiente que Kai supiera que algo funcionaba, tenían que saber cómo y por qué. No es de extrañar que nuestros cuatro padres le pidieran a la cooperativa que nos proporcionara tantos mentores, reflexionó Ayo. Entre las interminables preguntas de Kai y mis berrinches, éramos más problemáticos que todos nuestros otros hermanos y sobrinos juntos.
—Sí —respondió Ayo a la pregunta de Zaza—. Esperan estar liberados y estar en casa para el Día de la Abolición, porque sabes cómo a Kai le encantan las celebraciones. Extendió la mano para tocar ligeramente uno de los tomates que crecían en la enredadera cerca de ella. Todavía no está maduro, pero pronto estará.
Zaza se rió entre dientes. —Sí, a los dos les gustaban desde que eran pequeños. Ambos lo disfrutaban. Aunque lo que más te encantaba eran los actos culturales del Día de la Abolición y exigías ser parte de ellos mucho antes de la Era de la Elección, mientras que Essakai quería principalmente hablar con los ancianos sobre cómo era vivir en esos tiempos. Habían leído todos los textos y visto todos los hologramas al respecto, y aun así muchas preguntas.
Ayo sonrió ante el recuerdo, luego suspiró. —Espero que estén aquí este año. Pero nunca se sabe con la guerra.
Había pasado casi un año desde que Ayo y Essakai se vieron, desde que Kai se había ofrecido como voluntario para luchar en la guerra popular contra la UCF (siempre en su cabeza, UCF significaba the United Conferederacy of Fascism o la Confederación Unida del Facismo en lugar de lo que las naciones capitalistas restantes llamaban oficialmente a sí mismos, la Confederación Unida de la Libertad o the United Confederacy of Freedom). Los dos habían podido hacer varias holollamadas, y en ellas Essakai compartió un poco de cómo era en el frente. Todos los días, estaban apoyando la formación de nuevos territorios liberados, pero había sido lento y tuvo un costo humano y ambiental demasiado grande. Los Territorios Liberados finalmente estaban ganando, pero incluso ganando, el costo fue muy alto.
Ayo miró a su alrededor, absorbiendo el espacio de reunión de su comunidad, Cityheart, y la ciudad que lo rodeaba. Casas adosadas pintadas de vivos colores se reclinaban unas contra otras, como tocándose los hombros para crear un círculo protector. Las casas eran viejas, algunas con daños de cuando esta ciudad fue liberada, pero bien cuidadas y obviamente bien queridas. Freedelphia fue liberada antes de su nacimiento y le costaba imaginar cómo había sido la vida de Zaza y de los otros ancianos que habían crecido aquí. Siempre se asombró de la fuerza y el coraje que les tomó levantarse y comenzar la Liberación, uno de los primeros territorios en hacerlo. Enfrentaron ejércitos de policías, militares y mercenarios. Bueno, no tenía que imaginarlo porque había estado en el Rememory, así que lo había sentido. Ella sintió en sus huesos lo que ellos sintieron. Sabía lo que era tener el miedo gritando en sus oídos, tener la incertidumbre y la duda como eternas compañeras. Esa fue parte de la razón por la que crearon el Rememory, para que ninguna generación venidera idealizara o glorificara el pasado como algo intocable.
Aun así, habiendo vivido en los recuerdos de aquellos que vinieron antes, Ayo no podía comprender la decisión de Essakai de luchar en las guerras de liberación. Estaba constantemente asustada por Kai, asustada por todos los que peleaban. Asustada de lo que le sucedería a ella, a su casa y a todo lo que alguna vez conoció si perdían.
Una duda se había despertado en ella el día que Essakai dijo que quería ser voluntario. La duda siguió creciendo cada día desde entonces, hasta que la consumió. Le preocupaba no ser fuerte lo suficiente para luchar por la causa. Ella, que siempre había sido la feroz, la que amaba las representaciones del Día de la Abolición, el derrumbe simbólico de la última prisión con las manos. Ella, que se había quedado atrás mientras su sobrino, el gentil erudito, partió para arriesgar su vida por la libertad.
Los murmullos de Cityheart se hicieron más fuertes y llamaron la atención de Ayo. Hannon entró en el círculo, rodeado de su familia. Ella conoció a Hannon cuando era niña. Había sido amigo de Essakai. Ayo se sorprendió cuando le dijeron que él era el centro del círculo de justicia de hoy. Hannon era tan parecido a Essakai, no tan inquisitivo, pero tranquilo y amable. Al igual que Kai, Hannon se ofreció como voluntario para luchar. Pero Hannon resultó herido y fue enviado de regreso. Sus heridas eran tan graves que los sanadores se centraron primero en su cuerpo, por lo que, lamentablemente, no había podido recibir la sanación del alma en el Rememory que otros recibieron cuando regresaron por primera vez. Antes de que Hannon comenzara ese tratamiento, un día le dio un ataque de furia en el mercado y atacó a alguien, aparentemente sin razón. Hannon estaba tan mal que las fuerzas de paz de ese círculo tuvieron que aturdirlo.
Y ahora estaban aquí como comunidad, para determinar qué hacer con Hannon. A Ayo se le partía el corazón al ver la forma en que cuerpo se desplomaba mientras esperaba el comienzo de su círculo de justicia. Estaba segura de que este círculo llegaría a un acuerdo; Hannon ya había expresado un profundo remordimiento y dijo que aceptaría cualquier juicio que decidiera la comunidad. Pero ¿cuánto tiempo llevaría curar a Hannon, se preguntó Ayo, si eso fuera posible? Él debe ser sanado, para que no vuelva a hacer esto, ni internalice todo ese dolor contra sí mismo. Si no podía ser sanado, entonces, ¿qué se iba a hacer con él?
Ella esperaba que la conexión lo ayudaría a encontrar el camino de regreso a sí mismo. Estaba contenta de que los círculos de justicia siempre comenzaban con la conexión a tierra, donde cada persona en la comunidad compartía un episodio cuando conocieron a la persona que hizo daño, exaltando el mejor momento de esta persona, para recordarles que eran más que el daño que habían hecho. Que siempre fue su elección.
Después de la conexión, la comunidad daría testimonio sobre el agredido. Esa persona podía compartir todo lo que quisiera sobre el incidente, y también sobre la sociedad en general, las formas en que habían sido o no apoyados a lo largo del proceso. Porque siempre debemos recordar que la justicia es ambas, relacional y sistémica, y siempre debemos construir mejores sistemas para honrar y proteger todas las relaciones, Ayo recitó las palabras de memoria. Sin embargo, eso era parte de lo que hacía que los círculos de justicia fueran tan agotadores. Se establecían compromisos por parte de quien hizo daño, pero también por lo general de muchos en la comunidad. Siempre estaban en el proceso de volver a imaginar cómo hacían las cosas. A Ayo le habían enseñado que esta era una oportunidad maravillosa para reinventar la sociedad continuamente, y ella realmente creía en eso.
Ayo suspiró. Pero también significaba que siempre había más trabajo por hacer. Se sentía exhausta solo de pensar en ello. Y ahora, al ver a Hannon le aterrorizaba pensar en Essakai. Antes de esto, el temor de que Kai no volviera a casa con vida la consumía. Pero ahora Ayo también temía quiénes serían si regresaban. ¿Cuál sería el precio a pagar por pelear esta guerra de liberación? ¿Qué pasaría si tuviera que ser parte de un círculo de justicia para su dulce erudito que llegó a casa tan profundamente herido que cambió la esencia de quiénes son?
—Tu rostro refleja la pesadez de tu corazón —dijo Zaza en voz baja—. Cuéntamelo todo.
Ayo negó con la cabeza. Ayo no quería decirle a su amada mentora que deseaba estar en cualquier lugar menos aquí. Se sentía cobarde cuando tantos estaban dando mucho más. Y esto era lo que era la abolición. Los ancianos lucharon y eran responsables por cuidarse entre sí, los unos a los otros. Ella ya nació con ese privilegio.
Zaza era la persona más vieja que Ayo conocía. No quedaban muchos de los que habían estado allí el primer Día de la Abolición, pero Zaza sí. Había estado allí para dar la bienvenida a casa a la familia que había regresado cuando cerraron las últimas prisiones alrededor de Freedelphia. Ella lo había vivido todo, y había ayudado a construir todo a su alrededor.
Pero, aunque mucho había cambiado desde el primer Día de la Abolición, y las cosas eran infinitamente mejores, todavía era muy pesado. Todo el trabajo para crear estos procesos hizo avanzar a las personas y a la comunidad, pero no resolvió todo mágicamente. Todavía había mucho acogimiento y sanación por hacer, en este caso, sin contar todos los demás casos que vendrían.
—Me pregunto —comenzó Ayo lentamente, casi con culpabilidad—. Me pregunto si antes era más fácil. Antes de la abolición. Sé que no fue correcto o justo —agregó apresuradamente—pero parece que fue mucho más fácil simplemente llamar a alguien para que se ocupara de cosas como estas.
—Lo viviste —dijo ella, mientras sus ojos se deslizaron hasta que finalmente se encontraron con los de Zaza. —¿No hay una parte de ti que echa de menos que sea responsabilidad de otra persona y no tuya?
Zaza reconoció la importancia de la pregunta al detenerse en ella. Después de varios instantes, Zaza tomó la mano de Ayo entre las suyas. Su color de piel era casi el mismo. Y debido a que la mano de Zaza era mucho más grande que la de Ayo, era como si la mano de Ayo fuera absorbida y se convirtiera en parte de Zaza.
—Entiendo tu punto porque compartir el poder significa asumir la responsabilidad. Pero no, nunca volvería al pasado.
Su mirada se apagó sumergiéndose en el pasado. —Negros y morenos asesinados en la calle, colocados en fosas o prisiones. Partes de ti rotas tan profundamente por dentro que te cortan y sangras por el resto de tu vida. Todo parte de un sistema que robó tu poder, robó tu historia, robó tus recuerdos y te dijo que eso era la libertad. Pero siempre hubo quienes supieron que la verdadera libertad significaba conexión y comunidad. La liberación no significa nada si no es colectiva.
—Es por eso que creamos el Rememory, para que no olvidemos, para que tu generación que vino, y la siguiente, y la posterior recuerden.
Zaza hizo un gesto apuntando a Waterway. Ayo sabía por las películas que Waterway alguna vez fue una calle ancha llena de autos. Pero luego los ancianos cavaron profundo, convirtiéndola en un acueducto. Cavaron toda esa extensión hasta llegar al río y Waterway se llenó de agua, bordeando el corazón de su comunidad. El gesto de Zaza abarcó el Rememory que se localizaba al otro lado de Waterway. El edificio parecía más bien como si hubiera crecido en vez de haber sido construido. Sus ángulos circulares creaban una sensación de infinito y las enredaderas y las flores que trepaban por sus paredes servían para mantener el interior fresco y para conectarlo a la tierra.
—Es por eso que Cityheart y el Rememory están tan cerca y por eso realizamos los círculos de justicia aquí. Hay otros lugares de encuentro en Freedelphia a los que podríamos ir. Pero aquí estamos conectados al Rememory, al pasado que no es pasado, al futuro que es ahora. Promulgamos justicia aquí sabiendo que lo hacemos bajo la atenta mirada del tiempo.
Ayo miró hacia el local y se abrazó a sí misma, recordando su única visita al Rememory. Estaba tan inmersa en la experiencia del pasado que casi se ahoga. Fue durante la Era de la Elección, que fue diferente para todos. Ella entró a las 11, mientras que el precoz Essakai entró a las 8. Ayo recordó haber fastidiado a Kai para que lo describiera después que regresaron, pero solo disintieron con la cabeza. —No conozco ninguna palabra para describírtelo. Ayo no había entendido lo que querían decir hasta que ella misma fue.
Zaza apretó suavemente la mano de Ayo. —Tal vez sea hora de que recuerdes de nuevo.
Ayo asintió, respiró hondo y luego cruzó uno de los muchos puentes de piedra sobre Waterway. Miró hacia las aguas arremolinadas a su paso. Zaza le había dicho que esto era parte de la sabiduría antigua que habían vuelto a recordar durante la época posterior al primer Día de la Abolición. El Rememory necesitaba el flujo del rio, las corrientes que los conectaban con todo lo que fue, es y será. Fue solo cuando el Waterway fue terminado que el Rememory respiró por primera vez.
Ayo recordó que Zaza le había dicho que el nombre Rememory venía de un libro llamado Amado del ancestral Toni Morrison.
Ayo caminó hacia las pesadas puertas redondas. Escrita en ellas, estaba la frase que más bien parecía cultivada que grabada: "Los sueños de libertad no viven en tiempo real". Pasó los dedos por las palabras, luego abrió ambas puertas y entró. Se sumergió en la oscuridad, una oscuridad tanto visual como física. Sintió la presión de la oscuridad contra su piel, calmante y fresca. Fue como la primera vez que entró, pero también completamente nueva, porque ella también era igual y nueva.
Se agachó para quitarse los zapatos como le habían dicho que hiciera cuando era niña. Bajo sus pies se sentía como si fuese hierba, lo que la desconcertó la primera vez al igual que ahora: ¿es posible que haya hierba creciendo aquí, en ausencia de luz?
Esperó, tratando de calmar su respiración y su mente. Su visita anterior casi la había abrumado con tristeza y dolor. Su tercer genitore sugirió que Ayo quizás era demasiado joven cuando fue, y mirando hacia atrás, Ayo estuvo de acuerdo. Mientras que otros estaban listos a esa edad o inclusive antes, ella no lo estaba. Por supuesto, en aquel momento, Ayo se rebeló e insistió en ir. Pero vivir en los recuerdos de sus antepasados había sido pesado y doloroso. Ella nunca regresó, a diferencia de otros, incluido Essakai, que lo convirtió en una peregrinación anual en el Día de la Abolición.
Puntos de luz brillaron en la oscuridad elevándose desde el suelo y revoloteando libremente en el aire haciéndole señas para que avanzara y los siguió sin dudar sabiendo que sus pies encontrarían un camino seguro.
A medida que se acercaba, la mayoría de las diminutas luces se alejaron de ella flotando, pero unas pocas se quedaron cerca, justamente en su camino. A medida que avanzaba, ella y ellos se fusionaron. Una explosión de luz dividió su conciencia. Ella existió aquí, y multiplicadamente a lo largo de la historia. La cacofonía del dolor llenó cada aspecto de ella. Los gemidos de los barcos negreros en sus oídos y el hedor en su nariz. La sangre le latía en los oídos mientras miraba el cañón de un arma, sabiendo que este parpadeo rojo y azul sería lo último que vería. La cuerda cortando su cuello mientras cientos de personas blancas burlonas señalaban y reían. El frío caló en sus huesos en una celda de confinamiento solitario, las luces cegadoramente brillantes encendidas las 24 horas del día herraron su mente. Se atragantó con el gas lacrimógeno, los pulmones gritando por aire, y vio a través de su visión borrosa la fila que avanzaba de personal militar. La única constante en todas las vidas fueron los gritos de ayuda y los berridos.
Tropezó hacia adelante, cayendo sobre una rodilla. Las lágrimas corrieron por sus mejillas y los sollozos sacudieron su pecho. Todo su cuerpo temblaba con el peso de tanto trauma generacional.
Esto era un millón de veces peor de lo que recordaba. Ahora entendía tan claramente las palabras de Zaza, por qué nunca pudieron creer que las cosas fueran mejores en el pasado. Pero con todo esto corriendo por sus venas, incrustado en sus genes, ¿qué esperanza tenían? ¿Cómo podrían encontrar la paz cuando esto es de lo que estaban hechos?
Ayo volteó la cabeza en dirección a la puerta. Sabía que podía irse en ese momento. El Rememory era una elección, no un requisito.
Las luces restantes revolotearon juguetonamente frente a ella, incitándola. Ayo no sabía lo que necesitaba, pero sabía que necesitaba algo y no sabía dónde más podría conseguirlo. Pensó en Essakai y su determinación se fortaleció.
Se pasó la manga por la cara y se puso de pie. Dio un paso adelante hacia el siguiente grupo de luces.
Ayo se preparó para que el dolor y la desesperanza la envolvieran de nuevo. Pero en cambio flotaba, como llevada por la suave corriente de un río. Los susurros en el fondo de su conciencia se hicieron más fuertes. Miles de voces pronunciaron nombres. A algunos los conocía como los mártires de los tiempos antes de la abolición, asesinados por agentes del estado. Muchos que no conocía, pero intuía que eran antiguos, nombres que se creían perdidos durante siglos.
“Nadie ni nada está realmente perdido”, Zaza decía a menudo.
Los nombres estaban en la corriente y ellos eran la corriente y ella estaba en la corriente y ella era la corriente y ella era los nombres y ella dijo su nombre y sonaba como todos los nombres de ellos y todavía era el de ella, y extendió la mano y tocó los nombres y sentía como tocar su propia cara.
Finalmente, este sentimiento de conexión y finalización se detuvo, pero no se desvaneció. Se instaló en su piel y se convirtió en parte de ella.
Sin dudarlo, Ayo se fusionó con el siguiente grupo de luces frente a ella.
Silencio, un suspiro contenido de anticipación.
Y luego las palabras pronunciadas por una multitud de voces a través del tiempo: “Sabíamos que este día llegaría”.
Y la explosión de vidas en su mente. Una vez más su conciencia se dividió entre tantas realidades diferentes. A su alrededor, cientos de miles avanzaron, haciendo retroceder las filas de policías militarizados hasta que se retiraron por completo y solo hubo cantos y bailes en las calles. El martillo en su mano clavó el último clavo en la casa que había construido para su esposa e hijos, todos los cuales habían nacido en la esclavitud, y ahora, aquí, en un hogar que pueden llamar suyo. La sensación de tantos brazos sosteniéndola mientras cruzaba las puertas de la prisión que había devorado décadas de su vida.
El éxtasis inundó cada parte de su ser, la alegría de generaciones negras la rebasaron. Ayo se dio cuenta de que estaba bailando de forma despreocupada como si no hubiera mañana dejándola sin aliento. No había tenido consciencia de ello antes, pero su cuerpo sabía que era la respuesta correcta.
Ayo nunca había sentido algo así. Pero debe haberlo hecho, ya que pasó por esto antes. ¿Cómo podía haber olvidado esto? ¿Cómo podría esto no haberla cambiado hasta la médula?
Con un sobresalto, se dio cuenta de que nunca completó el Rememory la primera vez. La primera etapa del Rememory la abrumó y decidió regresar. Ella había experimentado solo el trauma, nunca la exaltación generacional amplificada y cultivada hasta que inundó cada célula de su ser.
En lugar de estar triste por haberse perdido esto durante años, Ayo sonrió, agradecida por haberlo recibido ahora.
—Gracias —susurró ella. Y luego, como no parecía suficiente, lo gritó.
—¡Gracias!
Ella comenzó a tararear mientras bailaba.
—Gracias, gracias, gracias, gracias, gracias…
Hubo un movimiento de la oscuridad, una contracción. Ayo sintió que la oscuridad abrazaba cada parte de ella, levantó las manos, echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar el sonido más alegre que pudo manifestar.
Ayo supo instintivamente que había terminado la jornada. Delante de ella, desde la oscuridad, resplandecían las palabras: "Los sueños de libertad viven en ti". Era la inscripción en el espejo de la puerta. Extendió la mano y empujó.
Ayo emergió a la luz, el sol calentando su piel, así como la alegría ancestral que sabía que ahora vivía dentro de ella.
Zaza dio un paso adelante y la abrazó con fuerza, y eso se sintió en su piel igual que el sol y la alegría.
Zaza miró a los ojos de Ayo. —Sé que esto es difícil. Estamos en un período de transición, de convulsión. Tiempos como estos nos piden mucho. Puede parecer que nos quebraremos bajo su peso. Pero es por eso que tenemos el Rememory. Para recordarnos que este momento no es único, aunque nunca volverá.
Zaza tomó la mano de Ayo. —Todo es temporal, excepto esto —dijo, apretando su mano.
Entonces Zaza se soltó y con un movimiento de su mano abarcó a toda la comunidad reunida frente a ellas. —Y esto.
Ayo asintió, parpadeando para contener las lágrimas que parecían risas. Caminaron de brazos dados de vuelta al círculo que se separó de forma orgánica como una bandada de pájaros dejando espacio para los miembros descarriados que regresaron.
—Comencemos —murmuraron al unísono los tres facilitadores de justicia.
Y todos los presentes inclinaron la cabeza, y todos comenzaron a tararear al mismo tiempo, como si saliera de una sola garganta.
Walidah Imarisha | E.E.U.U. |
Educadora y escritora. Coeditora de dos antologías, Octavia's Brood: Science Fiction Stories From Social Justice Movements y Another World is Possible. Imarisha es la autora de Angels with Dirty Faces: Three Stories of Crime, Prison and Redemption, que ganó un Oregon Book Award 2017, y la colección de poesía Scars/Stars. En 2015, recibió una beca Tiptree por sus escritos de ciencia ficción. Imarisha actualmente enseña en el Departamento de Estudios Afroamericanos de la Universidad Estatal de Portland y es Directora del Centro de Estudios Afroamericanos de la PSU. En el pasado, ha enseñado en la Universidad de Stanford, la Universidad Estatal de Oregón y el Pacific Northwest College of the Arts.