Remoción
Un puñado de tierra que viajó desde Darién hasta Kumasi
Yolanda Chois Rivera
| Colombia | Panamá | Ghana |
marzo de 2024
traducido por Ana Rivas
Nos sentamos en el suelo de la sala ubicada en una casa dentro de un compound en Kumasi (Ghana), las típicas construcciones de este país en las que varias familias tienen sus viviendas alrededor de un patio central común para todos. Ahí estábamos, el traductor, un estudiante de arte, el papá de Toafic y yo.
Han pasado 6 años, fue en enero del 2017. Momentos antes de entrar estando en la calle el sol hacía vibrar los colores terracota con los que estaba pintada la casa y el suelo de tierra roja se veía naranja, era un sol de tierra, adentro en la sala la iluminación era natural pero no entraba mucha luz pues la puerta y la ventana estaban cerradas para no ser interrumpidos. El papá de Toafic habló en Hausa, que es uno de los idiomas hablados en Ghana mayoritariamente por musulmanes, es un idioma tonal; sus palabras, la traducción a inglés y después a español traían sonoridades muy diferentes, lo que ahí sucedió dio un gran sentido a la razón por la cual estaba en Ghana, cuyo orígen inició en el Darién panameño a más de 9000 kilómetros de distancia de Kumasi durante el año 2015, quizá también podría decir que inició en el 2014 en Brasil con la decisión de Toafic para seguir su viaje hasta el norte del continente, no lo puedo precisar.
El sentido de escribir en la Periferias es dejar inscrito en algún lugar algo de la historia de una persona, que trascienda la manera como en general se narra la migración de miles de personas que han atravesado durante las últimas dos décadas la selva del Darién para cruzar a Centroamérica con el objetivo de llegar al norte del continente: a los Estados Unidos y a Canadá. En el año 2014 junto a un grupo de artistas, periodistas, radialistas, cineastas entre otras ocupaciones nos reunimos para crear el proyecto artístico y de comunicación “Hacia el Litoral: Acción colectiva”, éramos personas de Panamá y de Colombia, estábamos interesadas en la comprensión territorial de las regiones que colindan entre ambos países específicamente en el litoral del Océano Pacífico.
Recordemos que el continente americano está conectado de norte a sur por una carretera, La Panamericana (1936), el único tramo que no está construido es el que conecta a Panamá y a Colombia; es decir al sur con el centro del continente, en este lugar se encuentran dos regiones selváticas de un ecosistema muy importante, la selva del Chocó (Colombia) y la selva del Darién (Panamá). Biológicamente son la misma, geopolíticamente hablando están divididas, ahí se encuentra el famoso Tapón del Darién (Darién Gap). “Hacia el Litoral” reunió muchos proyectos, algunos se centraron en la historia de violencia que cubre esa frontera y que correspondía al largo conflicto colombiano del s.20 e inicio del s.21, otros a la importancia de las luchas territoriales a través de procesos culturales, soberanía alimentaria entre más temas, pero a esta realidad actual de la migración masiva de personas de países asiáticos, africanos, caribeños y del propio continente atravesando esa frontera nunca la pudimos abordar, para mi quedó como un asunto pendiente.
A mediados del 2015 circuló por la prensa nacional de Panamá la noticia del ahogamiento de un grupo de 5 ghaneses sucedido en un río del Darién panameño, fue en el río Tuquesa, un afluente del río Chucunaque, el más grande de Panamá. Para ese momento la idea que tenía de las personas que migran por esa frontera era que en su totalidad estaban huyendo de condiciones de vida extremas: guerras civiles, hambre, violencia; sin embargo hay más variantes porque esa narrativa, aunque cierta, vela otro problema que nos compete a las sociedades de los países más empobrecidos y es el paradigma del lifestyle promovido por el sistema de consumo masivo en el que vivimos, esto lo fui comprendiendo en el camino. Conforme los proyectos de “Hacia el Litoral” iban terminando, apliqué para realizar una residencia artística que me permitiera abordar esta migración extracontinental, como lo llaman las instituciones, para trabajar en Ghana particularmente en la historia de los 5 migrantes ahogados en el río Tuquesa.
Recibí la noticia estando en Panamá, habían aceptado mi aplicación, esto fue el último día de julio de 2016, tres días antes había recibido otra noticia de la muerte de un amigo quien había sido recientemente mi compañero sentimental, esto hizo que el duelo en el que entré se traslapara de una manera muy extraña con la propia investigación sobre la muerte de los 5 migrantes. En ese momento viajé a Darién, al cementerio donde están enterrados los cuerpos de estas personas, me vi una mañana sentada al lado de la tumba hablando a ellos y a la persona de mi duelo, en simultánea, la vida tiene formas extrañas de operar.
El poblado donde enterraron sus cuerpos se llama Santa Fé, el sepelio solemne sucedió en junio de 2015 como lo notifica un periodico de Panamá, realizado por representantes de las instituciones panameñas responsables del tema, en este lugar hay un gran árbol que custodia las tumbas.É um cedro amargo, uma árvore de madeira fina, dura e perfumada. Santa Fé está próximo a la Panamericana y está a 82 km del punto dónde termina la ruta de este lado, para reiniciar nuevamente en Colombia. En Santa Fé hay un lugar muy especial de crecimiento espiritual con una fuerte misión social y ecológica, es la casa de la misión Maryknoll, a ellas las conocí por otra amiga panameña y fueron muy importantes porque estaban totalmente empáticas con esta historia de los migrantes.
No es claro por cuál motivo enterraron los cuerpos de esas personas en ese lugar, al parecer después de ser encontrados en el río Tuquesa fueron llevados a la ciudad capital y posteriormente los regresaron a Darién — estamos hablando que desde Ciudad de Panamá a Santa Fé hay 200 kilómetros — esto me lo contaron en la investigación pero solo puede ser constatado rastreando el acta oficial que reposa en alguna fiscalía de Panamá. Me obstiné por entender qué había pasado a la par que trataba de dibujar cuál sería mi trabajo en Ghana. La información existente sobre esta muerte es vaga, lo que encontré es que murieron arrastrados por una cabeza de agua, que es un fenómeno natural en el que se precipita una gran cantidad de agua que estaba represada en la cabecera de una montaña, cuando eso sucede tienes instantes para salir del río porque crece estrepitosamente y se lleva todo a su paso. En portales web de la prensa de Ghana aparecieron algunos de sus nombres. Decían que eran sus nicknames. Hablé con la mayoría de personas que pude en Santa Fé, hablé con experimentados caminantes que atraviesan la selva constantemente y visité varias veces su tumba, la limpiamos y adornamos junto a personas de la comunidad Maryknoll.
En enero de 2017 viajé a Ghana, llegué a Accra la capital a realizar la residencia artística, la fundación que me recibió organizó una agenda de visitas a personas y lugares referentes al tema de migración, esta agenda fue principalmente diseñada por Abdallah Sallisu a quién conocí por Ana Garzón una colega y amiga de “Hacia el Litoral”, en junio de ese mismo año estaríamos nosotros tres viajando por la carretera panamericana en Darién enfrentando un momento disruptivo. Los primeros días de la residencia estaba asimilando el nuevo contexto, entendiendo cosas que quizá había leído o escuchado pero con las que nunca había convivido, una de ellas era la cercanía a comunidades musulmanas, Toafic era musulman. Cerca de mi casa de hospedaje se escuchaban a diferentes horas del día las oraciones desde la Mezquita y en la esquina del barrio donde me quedaba, como un mensaje alentador, estaba un gran letrero del pub llamado “Just Believe”.
Cuando inició este proceso en Panamá quería intentar contactar alguna de las familias de los 5 migrantes, después comprendí una dimensión insalvable, era abrumador llegar a casa de alguna familia así sin un porqué, decliné de esa idea y básicamente seguí haciendo entrevistas, pasé los días entendiendo las calles de Accra, transportándome desde el barrio donde me quedaba en Nyamekye hasta East Legon donde está la fundación que me acogía, era una distancia de 13 km. Estar ahí e ir entendiendo la realidad de ese contexto, hacerme preguntas sobre los motivos de un viaje trasatlántico tan exigente, pensando la conexión de mi contexto cultural de Colombia y Panamá con éste el de un país en la costa occidental africana me dió una dimensión mayor sobre la migración en sí pero también sobre las motivaciones de estas personas al dejar sus hogares.
Uno de los problemas para asimilar esta migración es la falta de comprensión sobre las motivaciones de estas travesías, en general asumimos que la mayoría de personas que migran están en condiciones de pobreza extrema y que vienen todos de países donde no hay oportunidades ni vida posible, dejando de lado otras dimensiones, una de ellas es el derecho básico y la antigua acción humana de migrar, de moverse de un lugar a otro por la voluntad de conocer el mundo y buscar oportunidades.
En la actualidad esto sólo está reservado para la pequeña porción de la humanidad que lo puede pagar y que tiene un estatus migratorio privilegiado, el resto de la humanidad ¿debe estar confinado en su realidad de nacimiento hasta el momento de su muerte? Otra dimensión de esta movilidad es el deseo de adquirir el lifestyle que ha promovido el sistema de consumo, deseamos otra vida, un bienestar que parece únicamente ofrecer el norte global, el problema no es el deseo, pienso que el problema está en que participar de esa forma de vida también está reservado para una pequeñísima parte de la humanidad, aunque ciertos sectores de poder económico promueven las ideas de que si trabajamos extenuadamente obtendremos ese lifestyle y que prácticamente la pobreza es una elección, realmente la posibilidad de movilidad social en nuestras sociedades de países de renta baja y países en desarrollo es extremadamente compleja; aún más hoy en día con los efectos adversos post-pandemia.
Es vital desmantelar esa forma de operar del sistema en nosotros, que nos dificulta reconocer otras formas de vida como válidas, otros sistemas de producción y de consumo posibles y otras formas de colaborar mutuamente entre contextos de problemáticas afines como una realidad cercana.
Toafic pidió asilo en Brasil, eso nos contó su padre y eso se publicó en un portal de noticias en inglés que difundió la noticia de la petición masiva de asilo por parte de los ghaneses que viajaron a la Copa del Mundo en 2014; les fue negado, en parte porque los motivos por los cuales hacían la petición de asilo era por estar afectados por los conflictos religiosos musulmanes en su país, cuestión que las autoridades gubernamentales de Ghana rechazaron.
Las regiones de Brasil donde los ghaneses se desplazaron después de la copa son las regiones de más prosperidad económica del país, Sao Paulo, Santa Catarina y Río Grande do Sul. Ahí surge un punto fundamental que nuestro colega Abdallah le preguntaba a la defensora del pueblo en Metetí, Darién, cuando viajamos juntos hasta allá “¿este país ofrece oportunidades para que los migrantes se queden?”.
Muchos de los y las migrantes dicen que no importa si se quedan en un país de tránsito lo que quieren es encontrar un lugar con oportunidades; si bien los países de latinoamérica también contamos con complejos problemas socioeconómicos el abordaje institucional de la mayoría de países a lo largo de estas décadas es asumir esa migración como un potencial peligro, ¿qué pasaría si en vez de viajar hasta el norte del continente estas personas deciden quedarse en los países de latinoamérica? ¿Estaríamos preparados para asimilar esa integración cultural? ¿cómo cambiaría la política y la geopolítica sí eso sucediera? ¿Qué pasaría si los principales negocios transatlánticos no se dieron con el norte sino entre países como Brasil, Ghana, Nigeria, con el Sur Global? ¿Cómo cambiaría nuestra visión del mundo y de la otredad y cómo cambiaría el paisaje de la migración?
Ante esta negativa de asilo muchos de ellos continuaron hacia el norte del continente, entre tantos estas cinco personas, las noticias relatan que estaban en un grupo mayor de diferentes nacionalidades. No conozco en qué punto se conocieron entre ellos. En la agenda de entrevistas que realicé en Ghana, una era a un jóven que vivía en Kumasi, su nombre es Omar, él había intentado el viaje hacia Europa por Libia y su historia era muy fuerte e importante para la comprensión del fenómeno migratorio.
Viajamos hacia Kumasi con Stephen el traductor y ahí conocimos a Hassan que en ese momento era estudiante de arte y a su hermano, durante esas conversaciones tuvimos momentos de janguear: sentados en la calle mirando a los niños jugar; comiendo en una cantina local; o simplemente pasando tiempo. En una de esas conversaciones hablé de la historia que me había traído hasta ahí, les mostré una de las noticias publicadas en la web, en ella se nombraban los nicknames de tres de las cinco personas ahogadas en el río Tuquesa de Darién: Juvi Yung Bacush, Prince Negro, Toafic Shamo. Cuando Omar leyó la noticia reaccionó y dijo que él conocía a uno de ellos, que su familia vivía cerca de donde estabamos, fue una coincidencia que jamás esperé que sucediera, Ghana es un país con más de 30 millones de habitantes, la posibilidad de que esto pasara era casi improbable, pero sucedió.
Ellos tres se entusiasmaron con la idea de ir a buscar a la familia de Toafic y aunque estaba llena de nervios accedí a esa misión grupal de búsqueda, al llegar a la casa nos dijeron que el papá no estaba y que podíamos volver al día siguiente.
Ahí estuvimos el día siguiente frente a la entrada de la casa con el sol de tierra iluminando y esperando para entrar, atravesamos el patio del compound, nos sentamos en la sala, el papá de Toafic fue el primero en hablar, nos contó de la vida de su hijo de las hijas que él tenía, del empleo que tuvo antes de viajar, nos contó cómo fue el viaje de Toafic a Brasil y en qué momento dejaron de recibir llamadas de él para después recibir la noticia de su muerte, de cómo recibió la noticia a través de otra persona de la familia que trabajaba en algún cargo de Naciones Unidas, también habló que las comunidades musulmanas son muy unidas y que en Panamá se hizo una ceremonia para su hijo, y nos contó del grupo que crearon ahí en su comunidad para conversar con los jóvenes de las escuelas musulmanas para persuadirlos de no hacer esos viajes tan peligrosos.
Después de eso y con ayuda de Stephen y Hassam yo conté mi vivencia, le hablé del Darién, del río dónde sucedió esto, les conté que a ellos al grupo en el que viajaba su hijo solo les faltaba un día de camino para alcanzar nuevamente la carretera panamericana, el lugar donde ellos se ahogaron está próximo a una comunidad indígena emberá llamada Bajo Chiquito. Ha sido tal el número de personas cruzando por ese lugar que en diferentes momentos se han instalado campamentos de las organizaciones humanitarias para brindar apoyo a las personas en tránsito. Había llevado conmigo algunas fotos impresas del lugar donde están enterrados Es un cementerio local católico, justo en el punto donde les enterraron está el gran árbol que custodia el lugar, de esas fotos que le mostré al papá él decidió quedarse con la foto dónde se ve el gran árbol completo y poco se ven las tumbas con cruces cristianas.
Estando en Acra recibí un regalo por parte de uno de los directores de la fundación, eran unas semillas de un árbol que nunca logré recordar el nombre. Las hermanas Maryknoll insistieron en hacer actos simbólicos para conmemorar la memoria de los cinco. Entre esas acciones pensé en hacer germinar esas semillas y que ese árbol que creciera fuera plantado ahí en el lugar donde fueron enterrados puesto que no hay ninguna placa ni indicio de que ahí están sus restos.
Hacia junio de 2017 Ana, Abdallah y yo organizamos un evento en Panamá que reunió a gente de la sociedad civil y a las organizaciones humanitarias y del Estado que trabajan en el Darién, para discutir sobre esta realidad ese evento se llamó “Cayendo a la Periferia: Dinámicas de la migración”. Ana y Abdalah viajaron a Panamá para esto, posterior al evento emprendimos camino a Darién, mi idea era mostrarles todos estos espacios y personas con quienes hablé y así poder pensar juntos una estrategia común para seguir abordando el tema. El paso por la casa de las Mariknoll fue muy significativo, querían conocer y escuchar lo que teníamos para contar, también fuimos a Metetí donde conversamos con la defensora del pueblo quien estuvo presente en el acto solenme de entierro de los 5, en esa conversación que Ana iba traduciendo a inglés, ella nos mostró una foto en dónde se puede ver que los cuerpos fueron cubiertos con sábanas blancas, Abdallah nos dijo que esa coincidencia era muy importante, el hecho de haberlos cubiertos con sábanas blancas como se hace en un entierro tradicional musulmán, aunque la ceremonia era católica puede ser un gran simbolo para la memoria de sus familiares.
Nuestra misión al final del viaje era plantar juntos el árbol que había germinado de las semillas que traje de Ghana. Una amiga botánica lo hizo crecer y era un arbolito jóven y fuerte; al salir de la defensoría del pueblo conducimos de retorno por la Panamericana rumbo al cementerio hay 30 km de distancia en auto, el día estaba terminando y teníamos que regresar a ciudad de panamá a 208 km), en ese primer trayecto antes de llegar a plantar el árbol todo lo que este viaje había significado para cada uno, todo el cansancio acumulado del trabajo previo, todo lo que había removido este proceso ¡detonó!
En una discusión entre inglés y español, esto sucedió porque yo no quise ir a sembrar el árbol, pasamos de largo por el cementerio, llorabamos cada uno por diferentes motivos, oscurecía cada vez más y más y a la par nuestra estaba el arbolito… Después de terminar nuestro viaje y despedirnos me quedé en Panamá más tiempo, volví al cementerio en Santa Fé a sembrar el árbol en un día de tormenta. Me acompañó una de las Maryknoll.
Con el tiempo he vuelto muchas veces a dos recuerdos, en Kumasi en la casa de los padres de Toafic cuando el papá decidió quedarse con la foto del árbol que custodia el lugar donde enterraron a su hijo, y al momento en el que estados los tres en el carro manejando en la Panamericana con el arbolito pasamos de largo por el cementerio. Pienso mucho en eso porque siempre les debí una disculpa a mis compañeros Abdallah y a Ana, pero sobre todo porque estando en Ghana pensaba en esta retórica de “una acción solidaria global”, que es una premisa de libro de Zizek La nueva lucha de clases, los refugiados y el terror, que leímos con algunos colegas en Acra, y esto en la dimensión de personas del común originarios de países caóticos con conflictos civiles, desigualdades y más, como nosotros, quizá se traduzca el luchar ¡sí! pero por cerrar la brecha de distancia que hay entre nuestras realidades locales, relacionarnos con personas culturalmente tan lejanas a nosotros viviendo en un mismo territorio y permitirnos la opacidad de los otros, como lo nombraba Glissant en Derecho a la opacidad. Poética de la Relación, esa opacidad es lo que no podemos entender completamente en el otro pero no porque no podamos entenderla es una amenaza; no porque no podamos entender la presencia de esas comunidades migrantes en nuestros lugares significan una amenaza, desbloquear esa realidad individual es un camino urgente para moldear lo que como sociedades le exigimos a los gobernantes, quienes claramente junto a la comunidad internacional es en quien está la posibilidad real de transformar esa realidad. Quizá solo fui hasta Ghana para llevar una foto a una persona y para remover la tierra buscando una historia, pero la transformación que ese tiempo estando en Ghana hizo en mí es para siempre.
Yolanda Chois Rivera | COLOMBIA |
Yolanda Chois Rivera vive en Cali, Colombia. Desde el año 2014 realiza su trabajo entre Panamá y Colombia, gestando proyectos desde el campo cultural y educativo que han girado en torno a relaciones territoriales, migratorias y ambientales, específicamente en la región Pacífico que conecta los dos países.
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