Una golondrina no hace verano, pero dos sí...
Ensayo poético-visual aborda el cotidiano de los migrantes en Río de Janeiro
Pablo Vergara
| Brasil |
marzo de 2024
traducido por Mariana Costa
Desde tiempos remotos, los seres humanos, así como las golondrinas (Andorinhas), recorren el mundo en busca de estaciones, sueños, trabajo y amores. A veces emigramos de forma voluntaria, con grandes mochilas de utopías en nuestras espaldas, con ganas de conocer, aprender y aventurarnos en una nueva cultura, una nueva forma de idiosincrasia y nos aprofundar en los misterios de un pueblo nuevo; eso es lo que me ha ocurrido a mí. Otras veces, lamentablemente, nos vemos forzados a emigrar debido a las dificultades materiales de la realidad y la complejidad de la sociedad moderna, resultado del modo de desarrollo ultraneoliberal de la humanidad actual, donde la inmigración se ha convertido en un tema central para la superación del propio capital en estancamiento y crisis. Como si no fuera suficiente explotar inmigrantes, ahora también se pretende desterrarlos por completo, fragmentando así sus vidas, familias y sujetos.
Aunque Río de Janeiro pueda considerarse una ciudad cosmopolita, construida por la fuerza de trabajo de inmigrantes (tanto de otras regiones de Brasil como de otros países) es una ciudad contradictoria donde este tema ha cobrado relevancia mundial después del brutal asesinato de Moïse Kabagambe en el quiosco Tropicália, en Barra da Tijuca, en la Zona Oeste de Río. Este incidente puso en primer plano el día a día de las comunidades de inmigrantes en la "ciudad maravilla".
Así, este relato nos presenta la vida de Thezis (31 años) inmigrante congoleño que reside en Nilópolis de la bajada fluminense, periferia de Rio de Janeiro, practicante de la cultura "Sapeurs"; y Mili, una mujer muy alegre de Venezuela que ha conseguido un espacio en la lucha por una casa organizada con los movimientos sociales que luchan por el derecho a la vivienda, Mili es una artesana consagrada en las calles de Catete. Ambos son ejemplos de lucha y de cómo es posible revertir situaciones adversas y establecerse como sujetos en Brasil a partir de las redes de apoyo y solidaridad, con destaque a la importancia de las comunidades y organizaciones de inmigrantes que construyen lazos de cooperación, muchas veces inyecciones de ánimo para quien dejó atrás fuertes relaciones afectivas, familiares, amigos y un territorio.
¡Abre brecha, compañera!
En este horizonte de tristes naufragios en el Mediterráneo, de navíos rebalsados por un mar de gente, de muros monumentales en inhóspitas fronteras desérticas, de viejos y oxidados trenes que transportan inmigrantes centroamericanos para cruzar la frontera hacia Estados Unidos, existen puntos fuera de la curva: aquellos inmigrantes de "pequeños ojos de agua", como decía el poeta guerrillero salvadoreño Roque Dalton, "de la semilla llegan al fruto". Este es el caso de Sobeida Milagros de Ortiz, conocida como Mili, una inmigrante venezolana de 60 años, madre de 5 hijos y 15 nietos. Ella vive en la Ocupación Jõao Almirante Cándido, organizada por el Frente Internacionalista Sin Techo, y está ubicada en la calle del Rosario, en el centro de Río de Janeiro.
Según el gobierno de Brasil, en cinco años, han entrado más de 700 mil inmigrantes venezolanos al país. Así como Mili existen una serie de ejemplos, inmigrantes que han tenido que dejar su territorio para buscar una nueva vida, esta historia es de esperanza, colectividad y mucho esfuerzo en el día a día, que nos trae una madre-abuela que lo da todo por sus crías que sueña con volver un día tal vez, a la tierra de Bolívar.
"Como el potro en el escudo y el tricolor en el cielo"
Mili es una mujer extremadamente alegre y de una energía movilizadora. Es una de esas personas que te roban sonrisas y con la que siempre se tiene una conversación agradable. Tiene muchas historias y una rica trayectoria de vida. A sus 60 años, Mili aparenta una juventud en su espíritu. Siempre vestida con zapatillas (tenis) All Stars, es una artesana politizada, simpática y amante de la música, lo que la hace una persona muy especial. Poco a poco ha logrado reunir a su familia en el hogar donde vive actualmente, y como ella misma describe, "he reunido a toda la familia que he procreado". .
Se trata de una gran familia que te da la bienvenida al sonido del cuatro venezolano, un instrumento del folclore musical de cuerdas, parecido al cavaquinho y muy popular en Venezuela. Los pequeños nietos buscan las maracas y la clave, y en cuestión de instantes se arma algo similar a un pequeño conjunto folclórico venezolano-brasileño, Paulina nos dio una presentación de violoncelo y Así fui recibido mientras, al mismo tiempo, me ofrecían un café con cachaça que bebí ingenuamente, pensando que era Cocuy, una especie de aguardiente tradicional de Venezuela. Resultó que estaba "bautizado" con 51.
"Como el cocuyo en el aire,
como la luna en el médano,
como el potro en el Escudo y el tricolor en el cielo.
Por aquí pasó, compadre, hacia aquellos montes lejos."1Fragmento de la Poesía de Alberto Arvelo Torrealba, Por Aquí Pasó, poema dedicado a Simón Bolívar
Personalmente siempre tuve mucho cariño hacia el pueblo venezolano, me parecen ser tan agradables, simpáticos, divertidos y cariñosos, un acento (sotaqui) muy especial parecido a los cubanos, tienen algo de las antillas, del caribe y por ahí se entre mezclan con la cordillera, donde la cordillera fenece, donde se esconde, Los Andes esta cordillera que nos une y nos separa allí al mismo tiempo, por alla en el Táchira, sobre el Mérida. Si bien faltaron las arepas el sonido del 4 son sus cuerdas me hacian sentir en algún conjunto habitacional en Caracas, por qué no, en la 23 de enero una de las mayores favelas de américa latina. Mili fabrica sus artesanías y las comercializa en la calle de Catete. Ella nos cuenta que entró a Brasil por Pacaraima, en el estado de Rondonia.
Los primeros meses fueron extremadamente difíciles debido al idioma. "Los primeros días me deprimí y quise devolverme, lo que yo quería era vender mi artesanía, aunque la artesanía se vende sola si a una persona le gusta", nos cuenta Mili sobre las dificultades iniciales en Brasil. “estuve yendo y volviendo unas cuatro veces, desde 2014 al 2017” Después de una larga caminata por varios estados brasileños, llegó a Río de Janeiro. "Mi ex-compañero me ayudó con un pasaje a Río de Janeiro y salí de Boa Vista directo para Río en avión".
Primeiro se vino sola, luego se trajo a su hija Gizele, una linda joven con problemas auditivos, “La situación política en mi país está difícil, la gente necesita saber que existe un embargo contra mi país, yo no soy perseguida política, ni refugiada, yo cuento mi verdad, te voy hablar sincero” cuenta que siempre fue viajera, “ con mi cuatro venezolano, mi musica y mi artesanía, siempre viaje, lo que si ahora me quede, para poder ayudar a mi familia que yo he construido, mi familia es grande, mi abuela era de las islas canarias y mi abuelo afrodescendiente” así nos cuenta sobre su amplia familia. nos relata Mili.
Que lindas son las obreras, como las estrellas…
Mili vivió en diversos lugares de Río de Janeiro, algunas favelas de la zona sur fueron su refugio, compartió arriendos junto a otros compañeros inmigrantes y así fue transitando, al igual que muchos, pasó por favelas conocidas por tener grandes comunidades de inmigrantes latinos, como o “Chapéu Mangueira” o la “Babilonia”, favelas próximas a la orla de la zona sul lo que facilita el dia a dia para quien comercializa artesanías.
Llegó un dia trabajando en las calles de Catete donde se cruzó con el destino de Andre de Paula, dirigente de la FIST (Frente Internacionalista Sin Techo,). Esto supuso un cambio estructural en la vida de Mili, y a partir de entonces encontró un espacio en la lucha por la "moradia" (vivienda). El doctor Andre de Paula, es conocido por su lucha por la vivienda en Río de Janeiro, es coordinador y abogado del Frente Internacionalista Sin Techo, fue por cosas de la vida que Mili conoció al doctor Andre de Paula y esto significó un antes y un después.
A partir de entonces, se forjó una amistad que llevó a Mili a ocupar un espacio en la ocupación Jõao Almirante Candido, donde lleva dos años construyendo junto a su familia y compañeros de la FIST. Mili dice que la ocupación fue un proceso que construyó junto con sus hijas. "Nos convertimos en pedreras", relata Mili sobre el departamento recuperado en el centro de Río de Janeiro. "no te voy a esconder nada, al principio sufrí mucho, me maltrataron verbalmente. Conocí la maldad del brasileño aquí", agrega sobre las dificultades que tuvo para consolidar un espacio. "El pueblo brasileño es muy solidario, pero hay gente que se queja del racismo y la xenofobia y son ellos quienes se venden como buenas personas, pero no lo son", nos cuenta sobre lo difícil que fue consolidarse. Esta es la historia de Mili, inmigrante venezolana que por lo demás ha sabido movilizarse en amplias redes de apoyo a organizaciones que articulan inmigrantes.
El sapeur de Nilópolis
Era un domingo soleado, de esos en los que el calor de la bajada fluminense derrite el asfalto, lo cual parece aumentar aún más la temperatura cuando ves los cristales de los hornos mecánicos donde ruedan los pollos asados. Estaba en el corazón de Nilópolis, famoso barrio en la periferia de Río de Janeiro, donde se encuentra la sede de la escuela de samba Beija Flor. En este barrio vive un "Sapeur" del Congo, Thezis Luyindula Lutete (31 años). Cuando llegué al domicilio de Thezis, tuve que esperarlo en la calle. Él venía llegando con su esposa Camila Pereira Firmino de Sá, brasilera y su hija Helena, cargado de bolsas; lo curioso era que una larga sonrisa se reflejaba a la distancia. Él tiene una amplia sonrisa que ilumina todo a su alrededor y, por casualidades de la vida, Thezis trabaja como técnico electricista, iluminando literalmente toda la ciudad. A unos 200 metros, ya lo identifiqué y le grité desde lejos: "¡Vaya sonrisa que tienes!" y él se echó a reír, parecía emocionado y feliz de saber que un fotógrafo venía a retratar.
Nuestra relación se había forjado varios meses atrás, se transformo en “Mon ami Thezis” e Pablo mon ami, por WhatsApp”; ya estábamos en contacto y fue exactamente después de un curso de fotografía en la Escuela de las Imágenes del Pueblo que conocí la cultura Sapeur. Me interesé en el tema y comencé a buscar contactos, lo que me llevó a la familia de Moise Kabagambe, quien me proporcionó el contacto de Thezis. Me dijeron que él practicaba la cultura Sapeur, lo que me despertó curiosidad e intriga por saber qué significaba esto. "Llegué a Brasil el 16 de octubre de 2012; fue mi papá quien llegó primero y me invitó a conocer la familia que ya había formado. Él lleva 27 años en Brasil y yo 11; cuando mi papá salió del Congo, yo tenía un año y nunca lo conocí en persona.
A lo largo del tiempo, hemos mantenido el contacto mediante cartas", cuenta Thezis. Él relata que conoció Brasil a través de la televisión: "Vi 'Ciudad de Dios' y comencé a formar una imagen sobre Brasil; por teléfono no tenía noción, pero por la televisión empecé a imaginar cómo era Brasil. Nunca había conocido físicamente a mi papá, pero él organizó los documentos y compró un pasaje para que yo viniera a Brasil a los 21 o 22 años, desde el Congo". Thezis nos dice que inicialmente no quería venir para quedarse, tenía un proyecto en curso como modelo en el Congo y pensaba en irse a vivir a Europa y vivir de la cultura Sapeur, pero al llegar a Brasil, poco a poco se fue estableciendo.
"Mi papá me dio un pequeño diccionario Larousse francés-portugués, y fui estudiando y aprendiendo", así nos cuenta. Thezis comenzó a trabajar como ayudante de obra en contratos temporales y fue resolviendo su documentación. Cuenta que tuvo muchas dificultades para que le pagaran por su trabajo, ya que no siempre le pagaban lo acordado o se demoraban en hacerlo. Fue así como conoció a personas de una empresa de electricidad.
Thezis ya tenía una formación técnica completa en electricidad desde el Congo, y un corte eléctrico en una obra cambiaría su destino. "Un bello día, armé mi currículum y me presenté en la puerta de la empresa; al verme, les agradé y me abrazaron. Llegaron dos supervisores, agradecí y entregué mi currículum. Un par de días después, recibí una llamada para presentarse a trabajar, eso sí, como ayudante". Thezis relata: "Comencé como ayudante y poco a poco fui legalizando mis documentos como electricista y me clasifiqué como profesional, me destaque".
Desde muy pequeño, Thezis nos cuenta que forma parte de la cultura sapeur; su padre ya era un Sapeur en el Congo, y a él siempre le ha gustado vestirse bien. Desde una temprana edad, aprendió sobre la SAP, "hoy soy muy reconocido, me respetan mucho por la calidad de elegancia que presentó al público". La SAP es la abreviación de "La société des ambianceurs et des personnes élégantes", una especie de asociación de personas elegantes, una filosofía de vida que se originó en el Congo después de la liberación de la República Democrática del Congo en la década de 1920. "Cuando nos vestimos de una forma elegante, demostramos que somos elegantes y estamos al mismo nivel", describe Thezis. "Cuando pasas desapercibido, estás al borde de la muerte", agrega nuestro Sapeur de la Bajada Fluminense.
Solidaridad y comunidades
La solidaridad y cooperación son extremadamente necesarias para los inmigrantes; muchas veces, son el apoyo emocional que nos ayuda a echar raíces en el nuevo país, a poder comer y a escuchar nuestra lengua natal, lo que nos conecta con nuestras comunidades y nos genera un sentido de permanencia en el extranjero.
En síntesis un inmigrante para poder realizarse necesita enormemente de territorializar prácticas que carga en su memoria afectiva, poder disponer de este elemento que hace expandir su subjetividad y plenitud, así los vínculos comunitarios que se tornan importantísimos para el desarrollo de un inmigrante, sea el deporte, la cultura, la musicalidad, la gastronomía o prácticas que nos comuniquen con nuestro pasado-presente pues somos lo que también ya fuimos y poder construir este movimiento dialéctico se torna esencial para poder construir el dia a dia de un inmigrante.
Pablo Vergara | CHILE |
Fotógrafo documental. Licenciado en Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile (2010). También cuenta con un diplomado en fotoperiodismo y proyectos fotodocumentales de la UNAM (2023). Centra su trabajo en la fotografía social, en el eje de los derechos humanos y los movimientos sociales. Trabaja los temas: migración, conflictos agrarios, derecho a la vivienda, agroecología, comunidades restantes y documenta el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra.
pablo.vergara.c@gmail.com