literatura y poesía

periferias 6 | raza, racismo, territorio y instituciones

ilustración: Juliana Barbosa

De incógnito

cuento de Winifred Òdúnóku

| Nigeria |

traducido por Ana Rivas

“Prepárate para vestir la piel gruesa antes de salir de Nigeria. Ese lugar no sonríe a los no-oyinbos”, decía el mensaje que Richard me envió la noche anterior a mi partida. Seguí rumiando el texto y masticando cada palabra para entender absolutamente todo lo que decía: prepárate para vestir una piel gruesa antes de salir de Nigeria. “¿Una piel gruesa? ¿Por qué habría que usar una piel gruesa antes de salir del país de uno? ¿Hay dificultades en el extranjero como las que estoy tratando de escapar en mi país?”. No pude evitar reflexionar sobre estas cosas mientras escuchaba el tic-tac del reloj y el sueño pesaba en mis párpados.

Había estado demasiado ocupado preparándome para solicitar mi visa y preguntándome si la obtendría. Luego, cuando recibí la visa, no habiendo viajado nunca, comencé a preguntarme si podría abordar el vuelo. Sabiendo que uno de los objetivos de mi vida ahora inevitablemente iba a ocurrir, los pelos de mi nuca se erizaron cuando la ansiedad me invadió. En el vuelo, un nuevo tipo de miedo se apoderó de mí. Algo tenía que ver con estar tan lejos de tierra firme y eso puede hacerte pensar en tu vida y en todo lo demás. De repente me di cuenta de que no estaba pensado mucho en el mensaje de Richard. ¿Qué quiso decir con no-oyinbos? Yo no era nada. Yo era un estudiante nigeriano, uno de los mejores en mi área. 

Era tan bueno que obtuve una beca completa para estudiar en una de las universidades más reconocidas de Europa. ¿Será que sólo mi intelecto sería suficiente en la nueva jornada que estaba emprendiendo? ¿Qué tenía que ver mi falta de palidez con alguna cosa? Yo era un buen chico. ¿Por qué la tierra a donde iba no me sonreiría por no ser blanco? Excepto por el hecho de volar, de repente sentí como un pinchazo en mi psique que la llevó a pensar más allá de su umbral normal; no experimenté nada más que fuera particularmente emocionante.

Por ejemplo, no sabía que tendría que pasar por otros pasajeros para buscar un asiento que tuviera un número que coincidiera con el número en mi ticket de embarque, así que me senté en el primer asiento cómodo con vergonzosas consecuencias. Tratar de abrocharme el cinturón de seguridad fue otra tarea que había menospreciado porque pensaba que el cinturón de seguridad de un avión era similar al de un automóvil. Luego estaban las turbulencias, era como caer en los huecos de una carretera que hicieron que los músculos de mi cuello y hombros se pusieran tan tensos que casi explotaban y salían de mi piel. Ni hablar del despegue y aterrizaje que me hicieron agarrarme del asiento y rezar. Nuevamente, en el aire, en caso de cualquier problema, yawa, no hay ningún lugar para donde correr. Por esa particular y más delicada razón, me he obligado a odiar los vuelos.

Ahora en la sala del aeropuerto de Glasgow, esperando por un representante de la Universidad Caledonian que venía a recogerme, miré furtivamente a los numerosos pares de ojos que parecían rodearme como una nube de testigos, en busca de cualquier persona con una etiqueta familiar de la universidad. Parecía estar perdido en mi propia soledad con una mano sujetando mi etiqueta de “estudiante de Nigeria” y la otra rascando mi grueso afro simultáneamente.

— Señor Bosun Majek? —Alguien llamó detrás de mí.

Me di la vuelta y vi a una mujer menuda que tendía la mano con una etiqueta que decía: Representante de estudiantes de la Universidad de Caledonian. Llevaba un par de anteojos, un pantalón vaquero y una camiseta polo en el que estaban grabadas las palabras “Embajadora Estudiantil” y un perfume con una fragancia seductora. Me quedé atónito por un momento. Un momento sin importancia, debo agregar.

—Gracias señorita ehh... quiero decir gracias por encontrarme

—Oh…—Se encogió de hombros y agitó su mano libre con un gesto de desdén... —Está bien. Por cierto, es mi deber.

Con estas pocas palabras, me condujo entre la multitud hasta donde el taxi alquilado estaba esperando para recogernos. Debió haberse volteado, más de cinco veces, para asegurarse de que yo todavía la seguía. Finalmente llegamos al taxi y el taxista era africano. Me pregunté de qué país africano sería. ¿Sabría él dónde podría conseguir algún swallow para comer? ¿Será que comen swallow en este país? Me ayudó a poner mi equipaje en el maletero del coche antes de pasar junto a mí y ocupar su asiento de conductor para encender el coche. Nos acomodamos en el asiento trasero y el taxista me saludó con una sonrisa, gracias a él. Pero no gracias a Lucy, más tarde supe su nombre, que seguía haciendo preguntas sobre mi vuelo. ¿Lo disfruté? ¿Espero que el avión o su tripulación no hayan experimentado ningún problema en el camino? ¿Cómo iba a saberlo? Quiero decir que nadie llega a saber qué sucede en la cabina durante un vuelo. ¿Correcto?

¿La azafata hablaba un inglés elocuente y comprensible? ¿En serio? ¿Nos sirvieron una comida de tres platos antes de aterrizar finalmente en Glasgow? ¿Osea, está hablando serio? ¿Cuánto tiempo duró el vuelo desde Nigeria? Tanto tiempo que he perdido la voz. ¿Si me gustaría pasar a comprar una nueva tarjeta de celular antes de llegar al hostal? Ella podría ser útil en ese aspecto, sabes. Quizás eso sería genial. Pero no estoy interesado en conversar en este momento. Intentaré más tarde. Respondí a todas sus preguntas con brusquedad, hasta que me di cuenta de que era mi psique la que estaba funcionando.

Le sonreí visiblemente y, por primera vez, la miré a la cara con atención hasta que ella apartó la mirada tímidamente, hacia la ventana.

—Entonces, señorita Lucy —comencé sin mucho entusiasmo.

—Llámame Lucy, por favor —me interrumpió, contenta de haber conseguido finalmente sacarme unas pocas palabras.

—Ok. Lucy, señorita, ¿cómo me encontró entre esa multitud en el aeropuerto? Sabía “cómo”, pero necesitaba evaluar cómo la gente de aquí identificaría o describiría a los míos y a mí. ¿No me había dicho Richard que vistiera una piel gruesa antes de salir de casa?

Lucy respondió con seriedad y dijo que era lo más simple que tenía que hacer. Ella enfatizó en “lo más simple” y continuó explicando cómo se dirigió hacia cualquier persona negra en la sala que pareciera que no era de aquí, sonriéndoles a la cara o sorprendiéndolos con su voz (como yo lo sufrí) preguntando la única pregunta que había que hacer en ese momento:

—Sr. Bosun Majek? Sin importarle que en realidad pronunció el primer nombre como 'Bow-Sun' como dos palabras separadas.

Quería reírme de la forma en que asesinó mi muy querido nombre yoruba, pero el nudo que se formó en mi garganta al escucharla vomitar la descripción de “una persona negra que parecía que no era de aquí” al describirme me dejó enojado y estupefacto. Si no me hubiera sentido insultado por su selección de palabras, habría corregido inmediatamente la pronunciación de mi nombre e incluso habría explicado su significado. Pero opté por interrogarla.

—Si me permite, ¿cómo sabría si una persona negra es de aquí o no?

Ella se encogió de hombros e hizo una mueca que sólo podía significar “Lo sé”.

Ella no se dio cuenta que me había hecho enojar. ¿Cómo pudo? Lo más simple que sabe hacer es avergonzar a mi gente con su voz y sonrisa inofensiva y llevarlos al “cielo”. Hace esto todos los años, así que no me sorprendió su inocente ignorancia. ¿Será que mi ira era justificada al ver que el color de mi piel no era blanca? No puedes reprocharme eso. Richard había enviado un mensaje de texto de advirtiéndome la noche anterior a mi partida, ¿recuerdas?

La conversación murió y el silencio cayó sobre nosotros como un hechizo.

Después de aproximadamente media hora, se volvió insoportable.

Me voltee para apreciar la vista maravillosa, para no decir surrealista, de Glasgow: la exuberante vegetación en el pavimento que separaba los canales de la autopista, los rascacielos extremadamente altos sin fin, o eso parecía, la belleza de las casas en movimiento mientras nuestro taxi pasaba por ellas a toda velocidad, todo era hermoso. Giré la cara para encontrarme con los ojos del taxista que me miraba mientras conducía. Dios bendiga a los blancos por poner un espejo retrovisor en un auto. Desvié mi mirada cuando su mirada se encontró con la mía y entonces me dispuse a mirar por la ventana para disfrutar más vistas turísticas, cuando de repente…

Guy, u too dey vex oh. "Pana, te molestas fácilmente." — On top wetin dis oyibo just tok to describe us? No make ham surprise you nah. Na their way jare. After all, no be say we sef get white skin nah. Reason ham.

Fui sorprendido. Alivio. Sorpresa. Emoción. Vergüenza. Todas estas emociones me envolvieron con timidez.

Oboy! So u be naija boy sef? "¿Entonces pana, eres naija?" — Tenía esperanza de que mi voz se mantuviera calmada mientras soltaba esas siete palabras no permitidas.

Lucy estaba en choque. Excepto que ella fingió no estarlo. ¿A quién le importa?

—Brother, soy Ndi Igbo de pura cepa. Naija para la vida bro —enfatizó naija con orgullo y agregó — nothing do you, my guy— antes de desviarse de la carretera en un gran callejón que conducía a la Universidad de Caledonia.

Intercambiamos contactos mientras sacaba mi equipaje del maletero de su coche y Lucy mirando el encuentro fortuito con apatía. Estuvo perdida durante todo el viaje. Gracias a Ikechukwu alias IK por dejar de lado la conversación y hacer que todo fuese sobre Nigeria y los nigerianos.

¿Fue el comportamiento de Lucy un ejemplo de por qué necesitaría una piel gruesa? ¿Fue mi reacción un ejemplo de que tenía la piel delgada y la razón por la cual IK me pidió not to vex — que no me molestara tanto?


 

Winifred Òdúnóku | Nigeria |

Winifred Òdúnóku es una escritora nigeriana emergente. Sus trabajos han aparecido en The Kalahari Revi ew, Nnöko Stories y Tush Magazine. Escribe en el blog @ winifredodunoku.wordpress.com

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