Sur 28: La deuda del movimiento de derechos humanos con la lucha contra el racismo
La edición que aún está cambiando estructuralmente la Revista Sur
Maryuri Mora Grisales
| Brasil |
marzo de 2021
traducido por Ana Rivas
Yo recuerdo bien la primera conversación sobre la Revista Sur 28 y el reto de hacer una edición sobre raza y derechos humanos en Conectas. La responsabilidad de abordar un tema hasta entonces inexplorado por la organización era enorme y asustadora.
El título para esa edición, Raza y derechos humanos: moviendo las estructuras, fue definido por un equipo que incluía a Sueli Carneiro del Instituto de la Mujer Negra (Geledés) como Editora Invitada y Thiago Amparo de la Fundación Getulio Vargas(Fundación Getúlio Vargas, FGV) como Editor Ejecutivo. En ese momento, yo ocupaba el puesto de Editora Asistente. Llegamos a la conclusión de que sólo “raza y derechos humanos” no comunicaría la potencia que el tema necesitaba — y tendría — en Sur, en Conectas e incluso en el movimiento internacional (y hegemónico) de derechos humanos, que también es nuestro interlocutor. Las estructuras perversas tienen que colapsar, y la del racismo, en particular, debe ser destruida. Así, el título final parecía apropiado, o por lo menos era nuestra apuesta.
En Sur tenemos mucho contenido sobre diversos discursos y prácticas de los derechos humanos, pero sobre raza y el racismo como tema y su realidad, parecía ser algo realmente "nuevo". Paradójico y tal vez contradictorio, si pensamos que somos una publicación internacional que promueve el debate y construye narrativas sobre los derechos humanos desde el Sur Global. El Sur, esta categoría geopolítica que aglutina tanto territorios, historias y cuerpos subordinados, como sus trayectorias de resistencia y lucha. Un sur racializado.
La preparación de esta edición supuso mirar la revista de forma muy crítica. Reconocer la crudeza de los hechos: en las 27 ediciones anteriores no habíamos publicado casi nada sobre racismo y teníamos muy pocos textos escritos por negros. Discutimos y pensamos sobre los derechos humanos, dejando de lado la raza, un elemento transversal en la lucha por los derechos y que atraviesa particularmente la realidad de Brasil, país en el que se produce la revista.
Para la relatora especial de la ONU, Tendayi Achiume , esta omisión no era excepcional , ni anómala , sino característica de la marginalización de la igualdad racial dentro de la agenda global de derechos humanos. El primer ejercicio, nada fácil, para Sur fue reconocer el racismo estructural y sus efectos en las propias prácticas editoriales.
Un pequeño pero importante cambio interno se había iniciado. Y con él, todas las incomodidades — derivadas de la fragilidad blanca que Denise Carreira (Coordenadora Institucional de la ONG Acción Educativa, entre sus múltiples papeles) señaló de manera magistral en su texto . Recordemos que a Sur, a pesar de los importantes movimientos para la pluralización de voces, formatos y lenguajes, incluso con la participación de personas no blancas a lo largo de su historia, aún lleva las marcas y el peso de la blancura académica que la forjó.
El proceso de construcción de Sur 28 fue intenso. Aprendimos mucho y sobre muchas cosas. El equipo fue desafiado por exigencias conceptuales, de lenguaje y estilo, exigencias de autoras y autores negros, de los movimientos a los que pertenecían, cuestiones concretas que acabaron por poner en entredicho toda nuestra política editorial. No bastaba tener personas negras participando en la edición y redacción de textos; era necesario prestar atención a cada parte del proceso, a todos los pasos y a todas las personas involucradas.
Sabíamos que sería una edición importante en la historia de la revista, pero no imaginamos el alcance de los cambios que serían necesarios. En realidad, muchos de esos cambios se materializaron en ediciones posteriores. Algunos inclusive llegaron a impactar la dinámica organizacional, actuando como guardianes de un compromiso antirracista asumido y constantemente revisado.
Establecimos algunas metas. Decidimos, por ejemplo, tener una proyección de autoría negra estableciendo un criterio porcentual de participación que debería ir aumentando paulatinamente con cada edición. En Sur 29 el porcentaje fue del 22%, y en Sur 30 logramos tener un 30% de autoría negra. También nos preocupamos en mapear y diversificar el perfil racial de nuestra base de profesionales de traducción y corrección de textos.
El Sur 28 fue un hito. Después de casi tres años de esa publicación, la forma cómo conceptualizamos el desarrollo de cada nuevo número de la revista cambió. Se ha convertido en un proceso mucho más consciente y comprometido con acciones sustantivas a favor de la igualdad y la inclusión. Todo esto necesariamente significó dedicar más tiempo, elaborar y seguir protocolos específicos, asumir prácticas y esperar resultados que no son inmediatos. Es el precio a pagar y los desafíos continúan.
Las becas de redacción/escritura otorgadas en aquella edición de Sur también trajeron mucho aprendizaje. La recepción de más de 800 solicitudes para sólo 3 becas disponibles evidenció el escaso incentivo, o casi nulo, que existe para la investigación sobre raza y racismo, y evidenció dramáticamente las precarias condiciones en las que se desarrolla la lucha y la producción de conocimiento negro en Brasil.
Por otro lado, las becas funcionaron estratégicamente, creando un precedente que las agencias de desarrollo y filantrópicas deben observar. Además de reconocer el poder que tienen para pautar la agenda global de derechos humanos, es imperativo que estas agencias se cuestionen sobre el compromiso con la equidad e igualdad racial en el corazón de su trabajo de justicia social. La forma en que el criterio de raza es considerado en las estrategias utilizadas, los temas de interés y la distribución de recursos, puede determinar su propia efectividad en lo político y social. Nicolette Naylor (Directora Internacional de Genero, Justicia Racial y Étnica en la Fundación Ford) escribió un texto poderoso y valiente poniendo estas ideas sobre la mesa.
La revista fue publicada en 2018 y hasta el día de hoy recibimos comentarios sobre el impacto de algún texto de esa edición. Específicamente para Conectas, el número 28 de Sur se convirtió en referencia obligatoria en el trabajo de la organización en varios frentes, lectura recomendada y fuente de inspiración. Se convirtió en el registro de un comienzo, aunque tardío, así como un recordatorio del compromiso adquirido.
Como resultado, el desafío de poner la raza en el centro del debate en la lucha por justicia y derechos humanos se mantiene. A seguir, algunos de los invalorables aprendizajes y aportes de Sur 28:
1.La lucha contra el racismo no cesa porque es una lucha por la vida, por el derecho a existir. El precio del racismo estructural, en todas sus expresiones, es la criminalización y/o el fin de vidas negras:
Mujeres negras encarceladas o asesinadas en abortos clandestinos. Jóvenes negros de las periferias urbanas asesinados en la guerra contra las drogas. Madres de víctimas del Estado que tuvieron que transformar el dolor y el duelo en organización política y lucha por la dignidad y los derechos desatendidos.
2. Para que se produzcan cambios estructurales en la agenda de derechos humanos, es necesario revolucionar los distintos campos y espacios donde se definen, se legislan y se juzgan. Esto incluye desde la narrativa jurídica, el posicionamiento de los tribunales hasta la agenda de los organismos multilaterales.
3. Contar con los recursos adecuados para las acciones de lucha contra el racismo, así como para la documentación e investigación sobre el tema, sigue siendo un gran desafío para los defensores y defensoras negras, así como para sus movimientos. En este sentido, es importante que las fundaciones que apoyan económicamente la promoción y defensa de los derechos y la democracia en todo el mundo sean cada vez más conscientes de que la cuestión racial importa.
4.La resistencia negra global es una historia llena de voces, rostros y estrategias diferentes. Es lo que el arte, en Afro-Atlantic Histories, logra mostrarnos. El movimiento negro contemporáneo es también un reflejo de esta pluralidad que debe ser reconocida y tomada en cuenta. Mientras el sinónimo de racismo sea muerte, la vida palpitante, la vida que insiste en ser vivida, será sinónimo de la lucha antirracista. Esto también incluye la lucha de las mujeres travestis y transgénero dentro del movimiento negro.
Finalmente, mover la estructura del racismo sigue siendo una tarea urgente para las organizaciones de derechos humanos y que debe estar presente en nuestras prácticas discursivas, editoriales y políticas. La Sur 28 es, y seguirá siendo, un pequeño aporte, una invitación a revisar, deconstruir, aprender y, sobre todo, a afrontar los retos de una tarea inconclusa, pero de la cual también somos responsables.